Columnista a la deriva

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Escrito por:

Andrés Quintero Olmos

Andrés Quintero Olmos

Columna: Pluma, sal y limón

e-mail: quinteroolmos@gmail.com



Son las 11 de la mañana, tengo una hora para enviar esta columna y tengo síndrome de la página blanca. Ni idea de qué voy a escribir. Seamos informales, escribamos sin rumbo fijo, cada párrafo siendo diferente del otro.


Quiero que la escritura fluya hoy como si fuera agua bajando por un río caudaloso y no, como de costumbre, remando contra la corriente, como suele ser este ejercicio tortuoso de escribir una columna semanal. Quizás cuente aquí un poco de mi vida para aumentar la egolatría y el individualismo de estos tiempos contemporáneos donde cada vez hay más hijos únicos (y menos familias numerosas), y quizás por eso hay más gente que se cree especial.

Igual, ¿quién lee estas letras ajuntadas por un man, por un vallenato que se las tira de francés cuando le conviene y que nos cita, un día, a Pedro Castro y, otro día, a Descartes? Un anti-santista camuflado de uribista, que canta vallenatos de Hernando Marín sobre la pobreza de la desértica Guajira y enarbola al mismo tiempo el conservadurismo de los cantos de Piaf. “Se me acaba el argumento/Y la metodología”, sí ando ciego y sordomudo, paradójicamente escuchando a estas nostálgicas letras de Shakira que tanto me hacía oír, una y otra vez, mi hermana Pau en el piso 42 de un edificio de los años ochenta en la Defense, París.

Un amigo español, el más Barón de los Alejandro, o como se llame él, me decía hace pocos días: la fracturación del partido socialista español se debe a una fracturación bizantina, ¿entiendes Andrés? Sí obvio –respondí-, Bizantino así como yo (otra vez la egolatría), Parisino-valduparense, tanto del río Sena como del Guatapurí. Y así continuamos la conversación, con un cigarrillo en una mano y en la otra una cerveza tibia, eran ya las 2 de la mañana y extendimos el debate en el temple de nuestra alcohólica intelectualidad. Una amiga nos introdujo en ese momento el tema de la noche: ¿ustedes creen en las razas? Ella confesó que no, que sólo creía en una única raza, en la raza humana. También dijo que si hacíamos un profundo test de ADN todos vendríamos de Mesopotamia y África y que si hoy andábamos hablando de diferentes razas es sólo porque buscábamos justificar nuestro racismo. Mi amigo español defendió que nuestras conjeturas no podían ser tan metafísicamente francesas y que teníamos que hablar con argumentos tangibles. Estuvimos de acuerdo y un amigo dominicano presente retomó el hilo y sentenció: yo quizás sea el más humano de ustedes, por lo de la bachata. Nos reímos en cascada. Y acordamos devolvernos hacia la cerveza y hacia la trivialidad de los chismes mundanos.

Somos la encarnación perfecta de la más grande acumulación de preguntas sin respuestas. Somos un rugido de impotencia, a imagen y semejanza de un cuadro de Bacon. Somos el grito de desespero de Munch, un chillido minúsculo en un cosmos inalcanzable. Somos como esta columna, como un barco a la deriva, que nos muestra nuestra verdadera pequeñez en medio de estas frases sin rumbo, más allá del hecho de llenar de tinta negra esta página blanca.

@QuinteroOlmos