Por un gobierno extraordinario

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Ignacio Pareja Amador

Ignacio Pareja Amador

Columna: Reflector Mundial

e-mail: reflectormundial@yahoo.com.mx

Twitter: @Nacho_Amador 



Lo que necesita nuestra región para mejorar las condiciones de vida de su población es un gobierno extraordinario, pero no con la connotación mágica y pomposa que se le ha dado a esta palaba, sino con aquel significado obvio: realizar labores más allá del trabajo ordinario.

Penosamente, los latinoamericanos hemos notado que no existe un esfuerzo marginal por parte de nuestras autoridades, quienes simplemente cumplen con las funciones de administración de los ingresos públicos y la solución de controversias locales, pero no generan propuestas novedosas o estrategias de cambios a profundidad, que son los elementos verdaderos que transforman a un Estado.

Los gobiernos no sólo están para "administrar" a los Estados, no, la labor de un gobierno efectivo va más allá de estas tareas, su trabajo es propiciar los equilibrios necesarios entre los principales actores de la sociedad a favor de la implementación de políticas vanguardistas que constituyan esta labor extra, muy necesaria para que las sinergias se generen.

Con esto no queremos decir que el único actor interesado en el desarrollo será el gobierno, sino que queremos resaltar su responsabilidad como agente de cambio, pues parte de sus funciones radica en la apertura de espacios para la generación por ejemplo de Planes Nacionales de Desarrollo a largo plazo, que resalten los vínculos de colaboración entre las instituciones públicas y las académicas, dando lugar a los grupos intelectuales (think tanks) para que tengan la capacidad de ser escuchados y den recomendaciones a las autoridades en temas de trascendencia.

Los gobiernos de los países en desarrollo sin duda tienen más trabajo que hacer, no pueden darse el lujo de cuidar un horario particular y muchas veces bonachón para los servidores públicos y sus burócratas, no, por la condición de sus países deben trabajar un mayor número de horas, o mejor dicho hacer más eficientes sus labores -concentrándose en los asuntos de interés público- en detrimento de sus negocios o asuntos personales, porque ese es el objetivo de encabezar una administración pública: trabajar desde las instituciones estatales en pro de un bienestar presente y futuro para la población.

Quizás las generaciones actuales no tenemos el derecho de hablar de una metamorfosis o una transformación brutal de la economía, la política y la sociedad, porque nacimos en este paradigma del subdesarrollo y sólo sabemos de los cambios que se han suscitado en nuestros países por los libros; el pasado se vuelve entonces en algo nuevo para nosotros que debemos descubrir, con el fin de no cometer los errores de nuestros ancestros.

Sin embargo, el presente también nos muestra un mar de posibilidades para vislumbrar ejemplos de naciones que pueden servirnos para los planteamientos necesarios de un Plan Nacional que nos lleve a la vanguardia. En nuestra región hay países que han comenzado a presentar sus mejores credenciales basándose en la especialización de ciertas actividades y liderando ciertos aspectos como lo son Chile y su exitosa política de competitividad e internacionalización de su economía, Brasil con la fuerza política que le ha dado su buena imagen internacional (soft power) o el Perú que lidera en crecimiento económico con buenas expectativas para el futuro.

Estos avances han hecho que incluso el gran dragón asiático vuelva sus reflectores hacia nuestra región, donde ha desplazado poco a poco a Estados Unidos como el principal socio, ampliando sus inversiones e intereses a múltiples actividades económicas, pues reconoce el potencial presente y futuro que tiene Latinoamérica.

Pero aún hay temas en los que debemos reflexionar, pendientes cualitativos que no hemos logrado superar por las confrontaciones por el poder como la corrupción, la impunidad, la injusticia, la carencia de la participación social en los asuntos públicos, la poca claridad en las estrategias de desarrollo, los altos niveles de burocracia que existen en ciertas administraciones; sobre todo en aquellas de índole primario como las municipales o departamentales que son el primer eslabón en la relación individuo-gobierno, la nublada comunicación intergubernamental donde es imprescindible la asignación de las tareas y el conocimiento de todos los miembros de las responsabilidades de los demás, entre otras. Problemas a resolver de inmediato si es que aspiramos a tener algún día un gobierno extraordinario.