Joder solo por el gusto

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com

La decisión del presidente Santos de buscar la refrendación del acuerdo de paz en el Congreso de la República es acertada política, logística y financieramente.


Atendiendo a los reparos que el 2 de octubre se le hicieron al acuerdo, los negociadores escucharon por 40 días a todos los inconformes, y hasta donde fue posible negociar, los cambios, aclaraciones y modificaciones fueron introducidas en el acuerdo. No todos quedaron contentos, lo cual es natural. Lo que tienen que evaluar los colombianos son las razones reales por las cuales ciertos sectores no quedaron contentos.

Dado que ciertos sectores del No persisten en su negativa, y dada la complejidad del acuerdo, el escenario idóneo de refrendación siempre ha sido el Congreso. Estos temas no son propios para una refrendación plebiscitaria, ya que lo complejo y denso es altamente susceptible de ser distorsionado, manipulado y simplificado excesivamente, llevando a que el elector vote engañado o con desconocimiento grave de la materia. Voto irresponsable y desinformado. Por otro lado, el Congreso representa al pueblo, ya que es el constituyente secundario.

Logísticamente, y ante la precariedad del cese al fuego bilateral entre otras consideraciones, el tema requiere la mayor celeridad no solo en su aprobación sino también en su implementación. El asunto no da espera, y solo el Congreso tiene la agilidad requerida. Es necesario blindar el proceso en todos los sentidos y enfocar todas las energías en el posconflicto.

Financieramente, en la actual coyuntura económica que está viviendo el país, es inmoral y absurdo asumir el costo de un nuevo plebiscito. Voces autorizadas coinciden con esta apreciación.

La talanquera que Uribe y ciertos grupos evangélicos quieren ponerle al acuerdo obedece a razones non sanctas. En el caso Uribe, las razones son varias. Una filosófica, él quería negociar una rendición, lo cual como lo he venido sosteniendo desde hace mucho tiempo, hace que su posición sea irreconciliable con cualquier acuerdo que hubiera salido de La Habana. El resto de las razones son personales. Valga la pena mencionar solo tres. Sed de venganza, ya que quiere vengar el asesinato de su padre. Sería bueno preguntarle cuántos muertos o cuantos años de cárcel serían suficientes para saciar esa sed. La segunda, megalomanía pura, ya que el auge, liderazgo y vigencia de Uribe dependen de la guerra. Sin guerra, Uribe no figura. Uribe necesita de la guerra como un pez necesita el agua para vivir. Y la tercera, dividir y polarizar al país es una estrategia con muchos réditos políticos. El CD ya está mirando al 2018, y quiere apoderarse de la bandera de la mano dura, la de la guerra, como extensión de la persona de su líder. Un país en paz no le sirve a Uribe ni a su fuerza política.

Creo que llegó el momento de agradecerle a Uribe por los servicios prestados a la patria, y decirle que deje de joder y de jodernos, y que se retire una vez por todas al Ubérrimo a hacer crochet o a seguir amando profundamente a doña Lina. Los expresidentes deben guardar silencio y dejar gobernar a quienes les suceden.

Los evangélicos son caso aparte. Aclaro que no todos pecan, pero es un problema suficientemente extendido que merece ser sacado a la luz pública. Formalmente insisten en sus objeciones a la ideología de género. Ven al diablo hasta en la sopa y conspiraciones del anticristo por doquier. Realmente, lo que quieren es posicionarse como fuerza política. Muchos de estos grupos no están en lo espiritual ni son camino de salvación para los feligreses. Por el contrario, andan en cosas bastante mundanas desde el apego al diezmo, al poder político construido sobre el diezmo, y en ser un camino muy personal -generalmente el del pastor o pastora- a posiciones de poder político. Creo que ha llegado el momento de meter en cintura a todas estas iglesias de garaje; aquellas que participen en política deben recibir tratamiento acorde con ello. No deberían ser tratadas como organizaciones religiosas porque no lo son; o mejor dicho, lo son solo en apariencia. Estos también quieren un plebiscito para seguir aferrados al No, y así demostrar que tienen votos, y convertirse por reflejo en la cortesana preferida de los partidos urgidos de votos.