Mañana el idioma celebrará su día

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



El 23 de abril es el Día del Idioma. Se cumplen cuatrocientos años de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, autor de ‘El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha’. Y como cada año, en esa fecha mucho se hablará de la necesidad de conservar este patrimonio nuestro y de velar por su uso correcto. Pero, a su vez, hay quienes consideran errado hablar de corrección e incorrección en el lenguaje, aunque es evidente que siempre habrá diferencias entre las múltiples maneras que utilizamos para comunicarnos en forma verbal. Siempre recuerdo el título de una obra monumental titulada ‘Ciencia del lenguaje y arte del estilo’, del lingüista español Martín Alonso. Es decir: el lenguaje es una ciencia pero el estilo es un arte.


El Día del Idioma se instituyo por medio del Decreto 707 del 23 de abril de 1938, firmado por el entonces presidente de la República Alfonso López Pumarejo. Este decreto fue sancionado como Ley 2ª de 1960 por el gobierno colombiano a raíz del III Congreso de Academias de la Lengua Española, realizado en Bogotá. Aparte de las notas que en otros momentos hemos publicado en relación con el lenguaje, encontramos a veces, como en esta ocasión, la oportunidad de hablar del castellano como lengua nativa. El 23 de abril, en colegios y entidades educativas se dan a conocer actividades con las cuales se exalta la importancia del idioma en sus diversas manifestaciones. Las obras de teatro ensayadas durante tanto tiempo, las declamaciones que ponen a prueba la memoria de los participantes, la capacidad oratoria y hasta la presentación de mimos –que en realidad no necesita el lenguaje articulado– sirven para volver festivo el día consagrado al idioma.


Cuando pensamos que el lenguaje corre peligro por el uso que llamamos ‘incorrecto’ y por otros abusos que soporta la lengua de Cervantes, nos equivocamos. La lengua tiene sus propios mecanismos de defensa. Es por ello que las variaciones introducidas por el empleo de abreviaturas y de palabras mutiladas para satisfacer las necesidades que impone el lenguaje vertiginoso de las llamadas ‘redes sociales’, aunque causaron inquietud hace unos años, no anuncian la aniquilación de la lengua de Castilla.


Una de las grandes preocupaciones de los defensores de nuestro idioma fue el uso de arcaísmos. Sin embargo los encontramos en textos como testigos de una lengua que se niega a morir y lucha a brazo partido contra su deterioro. De igual forma, inquietaba el empleo de neologismos en el habla cotidiana. Los neologismos o palabras nuevas eran considerados términos intrusos, los cuales había que rechazar; labor infructuosa en cualquier momento del desarrollo lingüístico, pues la ciencia, la tecnología, las artes y la cultura en general necesitan dar nombres a los elementos que ellas utilizan. Esos neologismos dieron paso a numerosos extranjerismos; consecuencia apenas lógica, puesto que los grandes inventos generalmente se dan en países de lengua diferente de la castellana. Se procedió entonces a españolizar extranjerismos al por mayor; empresa imposible en muchos casos. Los profesores de español decidieron establecer diferencias entre extranjerismos ‘necesarios’ y extranjerismos ‘innecesarios’. Los ‘necesarios’ entraron para quedarse. Con esa invaluable ayuda creció nuestro acervo lingüístico. ¿Cómo no llamar ‘jet’ a un avión que llegó para sustituir al que se impulsaba con la sola fuerza de sus hélices? La nueva realidad impuso un nuevo sustantivo para designarlo. La Real Academia Española, esa entidad que “limpia, fija y da esplendor”, ordenó que se dijera “avión a reacción”. Nadie obedeció y seguimos llamándolo ‘jet’.