Locos sueltos y peligrosos

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Hace unos cien años, un joven austriaco, pintor por necesidad, no tan malo (había peores), se paseaba por las calles de Viena rebuscando la vida; vendía sus dibujos de edificaciones (no pintaba rostros o figuras humanas) de dudoso valor artístico a galerías donde los clientes eran casi todos judíos. Al estallar la Primera Guerra Mundial, ese joven va al frente de combate por el ejército alemán.

 

Con sus bigotes al modo de Bismark, al finalizar el conflicto, regresa a la vida civil. Ahora abraza a la política: con su carisma, escala rápidamente a encumbradas posiciones.

Poco después de la Segunda Guerra Mundial, New York nacía el nieto de un inmigrante alemán, e hijo de una inmigrante escocesa. Desde pequeño, camorrero y presbiteriano, el joven de elevada estatura y rígida educación, fue expulsado del colegio, terminando en una academia militar. De ahí va a trabajar en los negocios de su padre, de los cuales aprendió las filigranas que lo llevarían a destacarse como empresario exitoso pero brutal.

¿Qué elemento común une a estos personajes: El odio a todo sus propias raíces, enfocado en el rechazo a todo cuanto se les asimile. El hijo de Alois Hiedler, (dicen algunos investigadores que Alois era hijo ilegítimo del Barón de Rothschild, gran banquero judío, y su cocinera, también judía), mejor conocido como Adolf Hitler (¿cambio deliberado de un apellido “inconveniente”?), desarrolló tal odio por los judíos que en su libro “Meinkampf”, una asquerosa compilación de ideas estúpidas, vacías e incoherentes, les culpa de todos los males de Alemania y plantea su eliminación(junto a “otras razas inferiores” y otros “indeseables”) mediante genocidio y eugenesia para “limpiar la raza aria”, implementados en los campos de exterminio con un tenebroso nombre: la “solución final”.

Por su parte, el hijo de Friedrich Drumpf, Donald Trump (otro apellido cambiado: ¿a conveniencia?), aspira a la presidencia de los Estados Unidos por el Partido Republicano: su campaña política se basa en ese odio insuperado del inmigrante anglosajón, blanco y protestante, a los negros, orientales o latinos, a otras confesiones religiosas, a otros ideas políticas distintas a las suyas, otras culturas, capacidades económicas, etc. Igual que Hitler, aborrece a sus propios orígenes (el alemán, a sus ancestros judíos; el estadounidense, a los inmigrantes), odio a todo lo que huela a ellos mismos; intolerancia, rechazo e irrespeto a otras culturas, planteando discriminaciones inconcebibles por estos tiempos. Ambos, exitosos traficantes del miedo, con el cual reclutan ignorantes incautos. Hitler llegó a dominar a los alemanes, obteniendo –vergonzosamente- la mayor popularidad exhibida por líder teutón alguno en la historia germana: el resultado fue el suicidio colectivo gracias a las propuestas demenciales y guerreristas de tan tenebroso personaje, hipnotizador de multitudes que se apoyó en una formidable aparato de propaganda, masacrando a una generación de jóvenes ilusionados con el IV Reich, trágico émulo del “Anillo del Nibelungo” y la mitología germana.

Trump, en la gran potencia mundial, polarizada políticamente por el fundamentalismo del Tea Party, (refugio de peligrosos personajes: KKK, neonazis, Illuminatii y plagas parecidas), partido marcado por la ignorancia política crasa, propone la expulsión de los inmigrantes (olvidando que los Estados Unidos son grandes precisamente por la inmigración, con todas sus virtudes y defectos, claro), muros infames para separar a México de los Estados Unidos (olvidando que ellos anexaron violentamente grandísimos territorios mexicanos), y todo un catálogo de soberanas estupideces, con un discurso fanático, lleno de consignas vacías, estupideces mayúsculas, cargado de odio y rencor. Como Hitler. Si existiera un mínimo grado de cultura política colectiva, el rechazo al émulo del Führer sería contundente. Pero el exitoso constructor y hotelero norteamericano puede ser elegido por esa Norteamérica profunda, arcaica, ignorante y cerril, gracias a los más bajos y primitivos instintos azuzados por Trump, “valores” que representan perfectamente al ala más radical del Partido Republicano. No observo diferencia alguna entre Hitler y Trump; los estadounidenses sensatos y el mundo ilustrado temen su eventual pero improbable presidencia. Pero de ignorantes políticos y pendejos está lleno el planeta. Basta mirar alrededor y recordar a Castro y su infame paredón de fusilamiento; a Pinochet, Videla y otros cuantos dictadores latinoamericanos con sus torturas y desapariciones forzadas; Fujimori, Kim Yong-un y demás íconos del extremismo. También, canallas alucinados y destructivos pululan por doquier. De ellos, líbranos también, Señor.