Lo innombrable

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Era 2001, me parece; la clase, procesal penal, en el Externado, tercer año de derecho. El profesor titular había empezado a delegar en su impertérrito acompañante la responsabilidad de guiar a un alumnado más bien disciplinado en la paciente labor de desmenuzar  términos y procedencias de recursos contra providencias, y de familiarizarse con la jerga procedimental de cada caso, dentro de un proceso, el inquisitivo, que ya no existe, al menos en gran parte.

 

(Un proceso de papel, ese, silencioso, casi de espaldas a la sociedad, que a muchos abogados, funcionarios y procesados convenía, por las más variadas razones). El profesor suplente, que se mostraba preciso y riguroso, no cedía ante los intentos sociales, y mal disimulados, de algunos de esos veinteañeros de menospreciarlo por indio, como dicen: respondía con dureza también mal disimulada, con apremios de demostrar superioridad intelectual. Otálora, el sustituto, el exdefensor del Pueblo de las fotos de desocupado, debía de tener entonces más o menos la misma edad que yo tengo ahora.

Luly Bossa, la actriz caribeña que hacia la misma época que señalaba arriba resultó destrozada en público cuando un exnovio decidió facilitar la exhibición de un video sexual de la pareja (video que, como todos mis condiscípulos de ese momento, también vi en Internet), hace menos de seis meses publicó un libro que recoge toda su experiencia al respecto; lo ha titulado "Fuego entre las piernas". Después de vivir quince años tratando de volver a ser la que era antes de la cinta, de pronto como que se ha dado cuenta de que eso ya no va a pasar, y entonces, ¿por qué no sacarle algo de plata a lo que tanto le quitó? Sí, ¿por qué no? Lo que tal vez no esperaba Luly era que la evocación de aquella historia en la conciencia nacional trajera consigo una carambola fortuita: Beto Pérez, el varón que la acompañaba en el filme, y que después se hizo millonario en los Estados Unidos con esa vaina que llaman Zumba, ahora tiene que aguantarse el contra-matoneo de las mujeres colombianas a las que les repugna que él sea jurado de un concurso de baile en RCN. Le dicen "poco hombre"…

Hace unas semanas el columnista barranquillero Adolfo Zableh escribió en El Tiempo una columna que fue como una grieta en la inmaculada superficie de las cosas: narró con detenimiento, no las circunstancias, sino los efectos a largo plazo -como su tartamudez- de un acceso carnal que él sufrió cuando tenía alrededor de cinco años. Después de eso, cuenta, mucha gente se le ha acercado a detallarle cosas de sus propias vidas que tienen que ver con la misma estirpe maldita del hecho ya no más callado. Se erigió en autoridad sin quererlo, dice, solo por disertar sobre lo que le molestaba desde siempre (como a menudo pasa, digamos, por aquí). En su artículo, Zableh habla de la "sensación de que algo está mal y no saber qué es" que le quedó, con el mismo tono que, desde hace años, se burla de medio mundo con indirectas sexuales: ya del apellido de Mariana Pajón, ya desde los artículos de su blog lacopadelburro.com. Este es el mismo hombre al que hace unos años le di la razón cuando confesó en un tuit que "Uno necesita más amor por las mañanas". El mismo.

Quién sabe, quién puede saber, desde afuera, si el jefe acosaba a la secretaria, o si ella no lo llamaba acoso, y después se cobró algo; quién tiene autoridad moral sobre una mujer madura que tenía amantes más jóvenes: quién sabe si tipos así distribuyen videos por venganza; quién puede saber lo que pasa por la mente de un niño abusado que no pudo olvidar… Bueno…, ya lo hice: lo dije.

Por Tulio Ramos Mancilla

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