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Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Tres temas.  El primero es el abuso de los derechos humanos que se comenten en Venezuela.  Es difícil entender como el mundo guarda silencio ante la flagrante y cada vez más desafiante violación de los derechos humanos del gobierno de Maduro.

 

Desde la llegada del chavismo al poder, sus dos timoneles han sistemáticamente amordazado, intimidado y silenciado a sus opositores.  Era sabido la vejación y la humillación a que son sometidos los familiares de Leopoldo López, cada vez que van a visitarlo a la cárcel.  Pero que el odio político llegue a los extremos de degradar a dos mujeres indefensas, hace hervir la sangre de ira.

La entrevista en que la madre de López cuenta como fue humillada delante de sus dos nietas enfurece y por esto no podemos quedarnos callados.  Que a una señora de edad avanzada la desnuden, y le digan que abra las piernas, y cuando las abre le gritan que las abra más, es un atentado grave contra la dignidad humana.

Aunque Leopoldo López fuera el pero criminal, no por esto su esposa y su madre pueden ser sometidas a semejante vejación.  Entre otras cosas porque es claro que no obedece a un protocolo carcelario, ya que López es un preso político.  ¿Será que Maduro o la cuadrilla de malnacidos que lo cohonesta no tienen madres o esposas?  ¿Hasta cuándo va a permitir el mundo que se llama civilizado que violaciones tan groseras de los derechos humanos se cometan con absoluta impunidad?  Idos están los tiempos en que los sátrapas podían salirse con las suyas so pretexto de respeto a la soberanía.  Afortunadamente, la hora final del chavismo se acerca, y entonces era el llorar y el chirriar de dientes de unos de los más grandes canallas que hayan gobernado pueblo alguno.

El segundo tema, es las anotaciones que el senador Uribe le hizo a las zonas de concentración.  Anotaciones que ya se han hecho antes desde distintas orillas.  Se espera que estas anotaciones sean recogidas y debidamente consideradas por las partes negociadoras así como por las distintas partes que han acompañado este proceso.  Esas recomendaciones son prudentes y recogen la experiencia de  conflictos ajenos al colombiano y de los errores cometidos en Colombia en negociaciones anteriores.

El último tema es el fenómeno Trump en los Estados Unidos.  A unos días de la primaria de Iowa, y ante la avalancha de adhesiones figuras importantes del establecimiento republicano, es cada vez más probable que Trump sea el escogido por los republicanos, y no les extrañe que sea el próximo presidente de los Estados Unidos.  Ya en una columna anterior  -cuando la mayoría se burlaban de él y lo descalificaban-   había advertido que el hombre no era un payaso, y advertí que podría ser el nuevo presidente, hoy esa admonición está a punto de materializarse.

Ha sido interesante la dinámica de este debate electoral en los Estados Unidos, y es llamativo que entre más atacan a Trump, este sube en las encuestas.  Llevó hábilmente el debate a los medios de comunicación que él sabe manejar mucho mejor que cualquiera de los otros precandidatos de ambos partidos.  La realidad es que el país, sin importar el partido, quiere un líder que proyecte poder y fuerza, y este es en ultima el secreto del éxito de Trump: dice lo que piensa sin importar que sea políticamente incorrecto, cuando es atacado, responde con creces, no se amilana ni cambia curso cuando está bajo ataque, y proyecta el poder del dinero y de exitoso hombre de negocios.   Los políticos tradicionales siguen apegados a su recetario de soluciones y discursos telegrafiados, pero que no están sintonizados con la frustración y rabia del electorado.  No es el momento hablarle al electorado de políticas públicas, realidad que eludió a los gurús del marketing político.  Se habla de políticas publica lo suficiente para ser considerado un candidato serio y nada más.  Ante un electorado tan exasperado con los políticos y todo lo que huela al gobierno, la clave es contraste, imagen y pose, y no discursos. Y en esto, Trump es el maestro.