¡Llora los muertos que te corresponden!

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Germán Vives Franco

Germán Vives Franco

Columna: Opinión

e-mail: vivesg@yahoo.com



Los muertos de Paris en el reciente atentado son mis muertos, y por esto me duelen más que los de Beirut o Siria o África.  Esto no quiere decir que unas vidas sean más valiosas que otras -objetivamente-sino que la economía emocional de los seres humanos nos condiciona a que subjetivamente nos importe mucho más lo que le sucede a las personas que nos son cercanas o con las que tenemos afinidad. 

De lo contrario, los seres humanos enloqueceríamos si nos dolieran por igual todos los muertos.  Muchas madres mueren todos los días, pero ninguna me ha dolido ni me dolerá como la muerte de Judith Franco. 

A muchas personas les arrebataron, o se arrebataron ellas mismas, el derecho a la indignación y a la solidaridad con nuestros muertos de Paris.  Un falso sentido de superioridad moral afloró para reclamar igual trato mediático a los muertos de otras latitudes. Lo siento mucho, aunque me compadezco y rechazo lo sucedido en Beirut, África, entre otros, esos no son mis muertos.  Estoy seguro que para el Medio Oriente, la apreciación es distinta.  Esos son sus muertos y ellos son sus dolientes naturales. Yo soy Occidente.

Además, la violencia en Medio Oriente, África y demás, es "normal" por ser sociedades convulsionadas y divididas, y el terrorismo es pan de todos los días.  Pero eso no es lo normal en los países desarrollados de Occidente, y por esto el enorme impacto mediático.

Nosotros somos Occidente, vivimos en Occidente y el ataque fue en Occidente y contra Occidente, y consumimos medios de Occidente.  La mayoría poco sabemos o entendemos de la cultura, historia y geografía de Oriente, y a la mayoría no le importa; lo cual no es censurable sino es el uso inteligente de los recursos: qué necesito saber, para qué, donde y cuando.

Algunos ignorantes incluso argumentaban que la razón por la cual lo de Paris tuvo tanto cubrimiento es porque es una ciudad bonita y porque es la ciudad del amor.  ¡Háganme el favor!  La influencia de Francia en Occidente fue, es, inmensa.  Es el país de la Revolución Francesa, de grandes pensadores, de los que nos dieron el orden legal moderno.  No porque hayan inventado las ideas que aun hoy nos guían sino porque tuvieron la audacia de reinterpretarlas de una forma diferente.

Las ideas de libertad, igualdad y fraternidad se remontan a los pensadores griegos, las cuales fueron reinterpretadas y apropiadas por el Cristianismo, este último el cimiento de nuestra civilización.  Realmente lo que hicieron los franceses del Renacimiento fue secularizar estas ideas, quizás ante la evidencia de que los fundamentalismos conducían a excesos y baños de sangre, y a que la ciencia estaba comenzando a correr el velo de la ignorancia. 

Cambiaron la Biblia por los códigos napoleónicos -las leyes que aun hoy nos gobiernan son desarrollos seculares de los diez mandamientos- y secularizaron al estado, creyéndolo necesario para lograr una verdadera fraternidad donde cupieran todos.  Gracias a estos avances nació el estado de derecho, la democracia moderna. 

Fueron estos ideales secularizados los inspiradores de la Declaración Universal de Los Derechos del Hombre, que ya no es solo un tema de Occidente, sino que es una aspiración universal. Fueron estos mismos ideales, los que hicieron de Paris y Francia el sitio de destierro y exilio obligado de los adelantados de su tiempo, de los intelectuales rechazados o perseguidos de todas partes del mundo.

De alguna manera el regalo de la Estatua de La Libertad Alumbrando al Mundo que Francia le hizo a los Estados Unidos, es un símbolo de esos ideales fundacionales de Occidente, de algo muchísimo más grande e intangible.  Por todo lo anterior, el terrorismo demencial del que fue víctima Paris, es un atentado contra todo Occidente, y especialmente contra los valores que nos son propios.

Cuando se desconfía del prójimo, no puede haber libertad ni igualdad ni fraternidad.  No se puede ser fraterno cuando se sospecha.  No puede haber libertad ni igualdad cuando algunos son sospechosos por lo que dicen, por lo que creen o como se visten.  Peor, en aras de la seguridad el estado limita libertades individuales.  El principio de igualdad ante la ley sin importar credos religiosos, sexo, raza, país de origen, etc, está herido de muerte.  Esta es la verdadera tragedia de Paris y Occidente.

Los cimientos de Occidente y el mundo civilizado fueron sacudidos por unos dementes.  Y por esto mi expresión de solidaridad incondicional y plena con el pueblo de Francia. Hoy, yo soy Francia.