Anacronismos culturales

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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Acotaciones de los Viernes

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es



Por muy informal que sea una reunión de amigos, siempre es posible introducir en ella unos minutos para tratar temas de interés. Podríamos llamarlos 'Cinco minutos para la cultura' o 'Cinco de recreo', como titulaba el doctor Samuel Jiménez Nieto su columna en un periódico local. Lo importante es alimentar el intelecto mientras, aparentemente, se pierde el tiempo.

 

En las Acotaciones del viernes pasado criticamos errores frecuentes en el ejercicio del periodismo. Como el tema es de nunca acabar, relacionemos esas fallas con la cultura universal. El tema de estas Acotaciones nos viene a la memoria porque una vez escuchamos en una de nuestras emisoras la intervención de un comentarista. En medio de la algarabía que es costumbre en estos espacios radiales, cuando uno de ellos pudo al fin hacerse oír, expresó, refiriéndose al encargado oficial del deporte en el Distrito: "Ese funcionario es como el caballo de Troya, que donde pisaba no volvía a crecer la hierba". En esa infortunada expresión hay mucho más que un simple anacronismo.

Lástima que la corta extensión de una columna periodística no nos permita explotar todo lo que podría obtenerse de semejante despropósito. Pero sí podemos sacar espacio para ilustrar a los lectores sobre la famosa frase. Se le atribuye a Atila, rey de los hunos y conocido como 'el azote de Dios'. No se refería él en forma concreta a uno de los seis caballos que estuvieron a su servicio y a lomo de los cuales invadió el Imperio romano de Oriente y la Galia; el más famoso de sus nobles bestias se llamó Othar. Quien causaba desolación y exterminio no era su caballo de turno sino el propio Atila. En este caso, si vamos a los adornos de los que se vale la literatura, diremos que se toma el instrumento (caballo) por el agente que causa el efecto (Atila). Esa figura retórica se llama metonimia.

A propósito del tema que nos ocupa, es conveniente afirmar que muchos personajes de la historia universal son recordados no tanto por lo que hicieron sino por sus fieles compañeros de batalla. Babieca es tan famoso como su dueño, el Cid. Rocinante va unido siempre a Don Quijote. No separamos a Bucéfalo de Alejandro Magno. Algunos de estos equinos han quedado en el olvido; pero Mahoma estuvo siempre agradecido por los servicios que le prestó Lazlos, su primer caballo. Sería injusto no mencionar en esta relación a Pegaso, cabalgadura de Zeus; a Strategus y su propietario, Aníbal, y a Incitatus, el caballo de Calígula. El nombre de Simón Bolívar se asocia a su famoso corcel Palomo.

La pregunta que nos surge es esta: ¿Qué relación existe entre los caballos mencionados y la ocurrencia de anacronismos? Lo que deseamos criticar es la ligereza o el poco rigor con que se afirman hechos que en el tiempo van separados por años y, muchas veces, por siglos. El episodio del caballo de Troya, con el cual los griegos engañaron a los troyanos habría ocurrido, según lo relata Homero en La Ilíada, entre los siglos XVI y XII antes de Cristo. Las gestas de Atila sobre sus caballos datan del siglo V de nuestra era. Como vemos, contrario a la afirmación del periodista mencionado, el caballo de madera abandonado por los griegos y llevado a Troya durante la famosa guerra, nunca hubiera podido arrasar la hierba de sitio alguno.



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