La tierra prometida

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Más allá de las imágenes de cientos o miles de colombianos expulsados de Venezuela, muchas veces con violencia y abuso por parte de los solamente valientes ante mujeres y niños soldados de la Guardia Nacional, hay que pensar la cuestión en clave de largo plazo. Más allá de la falsedad evidente en el dicho de que la mayoría de colombianos deportados estaban delinquiendo en la zona de frontera cucuteña, y en todo ese país, es necesario recuperar el espíritu crítico.

 

Más allá del infierno emocional que muchos medios colombianos hacen de la tragedia humanitaria fronteriza (algo que se había diferido, trasladado, desde ciertos desplazamientos internos iníciales), debe recordarse que lo que pasa es mucho más responsabilidad del Estado colombiano que del venezolano, y que allá también tienen razón cuando intentan protegerse de nuestros problemas.

Más allá de todo eso me molesta que el gobierno colombiano no reaccione con total firmeza. Pero, ¿qué es la firmeza en estos casos?: ¿movilizar tropas a la frontera, a cada uno de sus pasos, y poner soldaditos nerviosos que ante un grito o un disparo suelto reaccionen a bala de fusil frente el enemigo histórico?: ¿o es, acaso, cerrar también la frontera, congelar las relaciones bilaterales, dejar de vender a Caracas productos colombianos, o simplemente boicotear los venezolanos (eso, si encontramos algo venezolano que boicotear)?: ¿será que lo procedente es salirse de Unasur, sacar a Venezuela del proceso de paz, y de paso ponerse duros en serio con las Farc, a ver si así ellas sí firman el acuerdo que se les presente de una buena vez?

Hay que pedirles más firmeza a Santos y a su gobierno, pero de la legitimadora, la que después nos beneficie. La firmeza tiene que ver más con atacar las causas remotas del problema.

 Después de todo, ¿por qué han tenido que desplazarse esos colombianos a otro país, donde son malqueridos? Pues por la incapacidad del Estado para acabar con las fuentes de violencia paramilitar, guerrillera, criminal en general, que nos impide vivir en paz en Colombia.

Esta misma indolencia estatal colombiana frente a la filtración delincuen-cial de la frontera es lo que los venezolanos han denunciado desde hace décadas (y no solo los chavistas), así que, ¿de qué nos sorprendemos cuando los vecinos se quejan de nuestra incapacidad para controlar el hampa propia y además los culpamos a ellos de ese vacío? Por favor, pensemos y seamos serios.

Firmeza sería proteger a los colombianos deportados (muchos de ellos originalmente desplazados por la violencia que no recibieron ninguna protección inicial). Firmeza sería ejercer una diplomacia informada, que denuncie con pruebas las violaciones venezolanas al derecho internacional. Y firmeza sería también ser capaces de aplicar la vieja teoría de la reciprocidad en las relaciones internacionales: por cada colombiano deportado, uno venezolano tiene que irse de aquí en igualdad de condiciones. Que quede claro: a pesar de nuestros errores, nada explica en este caso que se maltrate a gente pobre e indefensa, y así, la dignidad nacional tiene que ser recuperada.