Asesoría espirituosa

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



Si yo fuera uno de los asesores de campaña de Donald Trump le recomendaría para ganar seguir siendo fiel a su pensamiento político, que, criticado y todo, es verdaderamente un pensamiento político: una idea bien definida de lo que debe ser la sociedad a la que se ofrece como su gobernante.

Y lo haría para intentar triunfar en las elecciones por la vía lenta, que es la única posible cuando todavía falta mucho más de un año para que aquellas sucedan.

El plan sería el siguiente: seguir vociferando, tal vez como candidato independiente, no lo que la gente quiere oír, sino lo que nadie se atreve a decir. Tiene razón, y mucha, el señor Trump cuando dice que él no es el hombre de lo políticamente correcto. Se lo reconozco así me crucifiquen.

Pues no es posible sensatamente dejar de aceptar algo que va más allá del simple oportunismo, que es el ataque más importante que le hacen al magnate: lo suyo no es oportunismo porque sobran ejemplos de hace décadas de que siempre ha sido el mismo.

Y ese, sin lugar a dudas, es su verdadero capital electoral: su valor como político. Por eso le creen. Por eso le creían a Chávez o a Uribe.

Da lo mismo si un líder es de derechas o de izquierdas, su fuerza está en la convicción que sus actos demuestran.

Y Trump demuestra también la convicción de muchos gringos que han tenido que quedarse callados durante poco más de dos décadas ante el advenimiento de un liberalismo forzoso desde los medios, la cultura, y por supuesto, la propia política.

La única opción real de Trump para triunfar es la del trabajo duro: levantar lentamente el velo de sofisticada civilización que a los gringos les gusta ponerse para olvidarse del racismo, el clasismo y demás elementos de la excesiva avaluación de valores que los define como pueblo.

Eso es algo riesgoso, pero potencialmente fructífero, pues, contrario a lo que se piensa, el yanqui promedio podrá ser de todo pero no hipócrita, en el sentido que solemos darle a esa palabra.

Es, de hecho, un sujeto muy Trump. A los ciudadanos del país del Norte les gusta la verdad, realistas que son, y no se andan con vueltas para decirla a la cara tal cual se la imaginan.

Muy distinto de por aquí. De modo que, por más que quisiera criticarlos por su aparente ferocidad, no puedo. Después de todo, ¿no es mejor tener conciencia de las cosas, así duelan, que no tener ni idea de nada?

Así, ¿qué daño adicional le podría hacer al mundo que llegara al poder global un líder que expresara frontalmente las intenciones imperialistas de su país?: ¿cuál sería la diferencia con el liberal demócrata que es su opuesto pero que igual no puede cambiar mucho en ese aspecto?

La diferencia, como lo veo, estaría en la materialización del espectro (contra los espectros no se puede luchar bien), en la remoción de la máscara, y en una eventual aclaración del panorama de las relaciones internacionales.

De ganar, Trump no sería reelegido, desde luego, pero apuesto que al cabo de sus cuatro años los Estados Unidos no serían los mismos que siguen viviendo de espaldas a lo que hace su presidente en su patio trasero, también conocido como "planeta".