La patria embobada

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Tulio Ramos Mancilla

Tulio Ramos Mancilla

Columna: Toma de Posiciones

e-mail: tramosmancilla@hotmail.com

Twitter: @TulioRamosM



En la instalación de la presente legislatura del Congreso de la República, el presidente Santos inició su discurso haciendo referencia al periodo aquel de la Patria Boba, que ha quedado en nuestra historia como un ejemplo más que diciente de lo que no debe hacerse nunca en materia política: cantar victoria antes del tiempo de los hechos concretos. El jefe de Estado tal vez escribió su propio discurso esta vez, pues el enfoque que le dio al tema de introducción resultó muy conveniente para ilustrar su punto, el mismo de siempre: la paz. La aproximación a ese evento histórico fue veraz: las luchas intestinas a que hemos estado condenados desde entonces no podían sino terminar en el éxito inicial del Pacificador, que tanto costó después frenar.

Sin embargo, cantar victoria prematuramente es tan poco recomendable en asuntos de poder como lo es liderar a través de otros ante un pueblo incauto, o sea, prenunciar la propia incapacidad de derrotar a un enemigo que -es cuestión de tiempo- ya se derrotó. Santos está padeciendo tal vez el peor momento popular desde que llegó, hace un lustro, a ser presidente (hoy, las encuestas por fin se le desplomaron y hasta en el rostro desencajado se le nota el cansancio de la frustración ante la magna empresa de la paz); pero ello no debería implicar que insista en la famosa jugada de culpar a la oposición de la falta de unidad en el propósito de la paz para así hacer caer sobre ella la responsabilidad de la polarización, y después pararse en el centro como un salvador.
Eso podrá funcionar en otro escenario: aquí lo único que se ve es debilidad ante el rival que no tiene el poder (el presupuesto) y que aun así no se doblega. La verdad es que en Colombia hay que tener cuidado con esas maniobras, sobre todo pensando en el posconflicto, que todavía no empieza, pero que empezará. Que empezará y que el presente gobierno no verá en su cúspide ni en su terminación, lo que sería -paraíso perdido- la llegada el estadio evolutivo de la paz. Imagino las elecciones dentro de dos años y medio, con un candidato uribista mejor que Germán Vargas. No es una imagen difícil de elaborar: cualquier candidato puede superar a Vargas. Esto, a pesar de esos peligrosos coqueteos del vicepresidente con el Centro Democrático: es de suponer que la colaboración infiel no se va a dar finalmente y que a Vargas Lleras le va a tocar ser el candidato nada más santista, y que, enfrentado a alguno de los obedientes de Uribe, seguramente pierda.
Y cabe suponer también esto debido a que más allá de la firma del tratado en La Habana, existirá agotamiento después de ocho años respecto del discurso pacifista, y que, como un péndulo, la caprichosa suerte volverá a dejarnos en manos de alguien que no tendría problemas en deshacer lo que tanto trabajo ha costado y va a seguir costando. Por esto, parece más conveniente que, como ya varios le han dicho a Juan Manuel Santos, se dedique a terminar lo que empezó sin fijarse demasiado en las pataletas con que el expresidente resentido pretende fijar la agenda. Porque el presidente ahora es él, y no solo puede sino que debe hacerlo.