El país de los desarraigados

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Escrito por:

Jorge Giraldo Acevedo

Jorge Giraldo Acevedo

Columna: Opinión

e-mail: jgiraldoacevedo@yahoo.es



Es verdaderamente lamentable que en Colombia más de 6 millones de sus habitantes tengan la condición de desarraigados, de acuerdo al informe de oficial de la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas ONU para los Refugiados -Acnur-, situación que le permite conservar el deshonroso título del segundo país con más desplazamiento forzoso en el mundo; el primer lugar lo tiene la República Árabe de Siria.
Si tenemos en cuenta que la población colombiana está estimada en 49 millones de personas esto quiere decir que aproximadamente el 13% tiene la condición de desplazados forzosos, o desarraigados. También conocidos como desplazados o desterrados por fuerza mayor; y merecen este calificativo, así suene ofensivo, por cuanto "han sido separados del lugar o medio donde se han criado o se les han cortado los vínculos afectivos que tenían con ellos", según lo indica la versión del diccionario de la Real Academia Española.
Miles de personas han sido obligadas a desplazarse a las grandes ciudades de Colombia donde el conflicto es más notorio, por ser grandes esas ciudades receptoras de desarraigados: Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga. También se presenta, en menor proporción, en las otras ciudades capitales departamentales y en algunas poblaciones pequeñas. Lo peor es que la población desarraigada afecta en muchos casos las cifras de situaciones críticas de las ciudades, aumentando los niveles de desempleo, pobreza y de sectores marginales.
Por todos los medios se ha insistido en la necesidad de una mayor atención integral para los desplazados, pero la verdad es que Colombia presenta en esta época la más lamentable y crítica situación por el creciente aumento de personas desarraigadas que deambulan por las principales ciudades del país en busca de vivienda, alimentación, salud, educación y en procura de un trabajo.
Estas personas han tenido que abandonar su lugar de habitación natural por causas extremas y, por lo tanto, están desarraigadas. No nos digamos mentiras, la gravedad de este problema se puede ver claramente con el último dato de las personas desplazadas de manera forzosa y que, según las estadísticas la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas ONU para los Refugiados, ya sobrepasaron los 6 millones. Es principalmente el conflicto armado el que ha obligado a miles de personas a desplazarse.
El cuadro de vivencia es dramático para estos seres humanos que vemos todos los días en las calles de las principales ciudades colombianas, en otras capitales departamentales, en algunos municipios colombianos y en países fronterizos, como Venezuela y Ecuador, mendigando o pidiendo una ayuda por cuanto en otros tiempos lo tenían todo y hasta más, pues vivían en una casa, disfrutaban de extensos terrenos, sus hijos estudiaban en las escuelas públicas de las veredas y corregimientos o en la población más cercana a su lugar de vivienda, cultivaban los productos que deseaban, etc... Ahora esas familias no tienen ni siquiera dónde dormir y en qué laborar; por lo tanto, son desarraigados.
Es por lo anterior que hoy más que nunca se hace necesario que todos los estamentos nacionales y sobre todo el gobierno nacional que preside Juan Manuel Santos Calderón haga una verdadera política social para la población desarraigada. Para comenzar, que a esas personas se les brinde la oportunidad de realizar una labor o trabajo productivo y así puedan retirarse de las principales vías de las ciudades, donde están dando un espectáculo deprimente, inhumano y hasta grotesco.
Seguro que en toda Colombia existe una identidad en el sentido que se necesita una política de acción y ayuda para las personas desterradas, desplazadas o desarraigadas.