Ciencia y cultura, la utilidad de lo "inútil"

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Escrito por:

Hernando Pacific Gnecco

Hernando Pacific Gnecco

Columna: Coloquios y Apostillas

e-mail: hernando_pacific@hotmail.com



Desde ópticas distintas, Moisés Wasserman y Nuccio Ordine coinciden en el patetismo utilitario de estos tiempos de neoliberalismo: si algo no es rentable, no sirve. En consecuencia, o se le asigna presupuesto marginal, o simplemente se le destruye. Wasserman, exrector de la Universidad Nacional, se preocupó por mejorar la calidad y aumentar la cobertura del centro docente y de los programas académicos en búsqueda de competitividad internacional para la educación pública, sin encontrar eco en los dueños del presupuesto, más interesados en las "frías cifras", en la explotación indiscriminada de recursos no renovables a costa del medio ambiente, y en privatizar todo cuanto se les ponga enfrente.

Pero competitividad entendida, según Wasserman, como un medio para generar bienestar general, protección del medio ambiente y educación orientada a la solución de problemas. Recientemente escribió que "El Plan Nacional de Desarrollo aprobó la fusión del sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación con el de Competitividad.

Definió la política de ciencia en apenas 12 renglones, en una ley de 68 páginas. Colciencias ni siquiera se menciona en ese único artículo (el 186) y aparece apenas tres veces nombrada en toda la ley, siempre dependiendo del Departamento Nacional de Planeación". Grave panorama si el futuro científico de Colombia está supeditado a los gurús de las cifras, que solo las miden sin preocuparse del futuro académico y científico de la nación; diagnósticos a posteriori cuando el daño está hecho.

Para ellos, si las ciencias, la tecnología, la innovación y la educación no producen réditos, simplemente no sirven. Por ello, ciencia y tecnología tienen 0,2% del presupuesto general de la nación para esta vigencia, $379 000 millones, cifra casi calcada de 2014. Por el lado de la cultura, el panorama es peor. Para 2015, el gobierno redujo el aporte a este rubro en $30 000 millones -de $397 000 a $367 000 millones-.

Y, justo ahora cuando deparan tantas victorias, los atletas nacionales son apenas populares maniquíes para hacer politiquería pero a recreación y deporte, le recortan $8000 millones -de $357 a $347 000 millones-. Como quien dice, listos para la foto, pero de aquello, nada.

Cuando en la Nicaragua del siglo XIX recortaban el presupuesto para ciencia y cultura, Victor Hugo dijo: "Las reducciones propuestas en el presupuesto especial de las ciencias, las letras y las artes son doblemente perversas. Son insignificantes desde el punto de vista financiero y nocivas desde todos los demás". En "La utilidad de lo inútil", el filósofo italiano Nuccio Ordine expone la necesidad de la lectura, y se opone a la desintegración de los museos, universidades y laboratorios. En entrevista concedida a El Diario (España) en 2013, suelta una frase cruda y contundente:

"En nuestra sociedad se considera útil sólo aquello que produce beneficios. Por esa lógica, la música, la literatura, el arte, las bibliotecas, los archivos de Estado, la arqueología, son todas cosas que se consideran inútiles porque no producen beneficios. Por eso no nos extraña que, cuando los gobiernos hacen recortes, comienzan por estas cosas inútiles sin darse cuenta de que, si eliminamos lo inútil, cortamos el futuro de la humanidad".

En estos tiempos, la noción de lucro y beneficio sobrepasan contundentemente al interés por el servicio, el bien común y lo gratuito: si vale, cuesta. Se impone ahora el amor al dinero, al beneficio personal y a lo "útil": el lenguaje del lucro, dice Ordine. Es doloroso que por estos tiempos, ni los gobiernos ni las instituciones, ni educadores ni alumnos entiendan la importancia de la cultura y la misión de las instituciones por producirla; pero también parece política de Estado mantener la ignorancia disfrazada de la precaria educación del siglo XIX. Saben los gobernantes que una mente ya abierta no se cierra jamás y que, una vez se introduce al conocimiento y la cultura, no es posible manipularla. A eso le temen los poderosos de pequeña estatura moral desde las épocas del Renacimiento y de la Ilustración.

Sin embargo, cuando revisamos el incontenible avance los países orientales, nos encontramos una sola realidad: están ahí gracias al conocimiento derivado de la ciencia, sus tradiciones, su cultura y el respeto por los demás. ¿Entenderán nuestros tecnócratas que, incluso para ellos, la cultura y la ciencia son necesarias?