Pekín sabrá defenderse ante el regreso de Donald Trump, que tras su victoria en las elecciones de Estados Unidos y podría apostar por ser más duro con China y por recrudecer la guerra comercial que él mismo inició en su primer mandato como presidente.
En 2018, tras llegar al poder, Trump impuso varias tandas de aranceles a productos chinos por valor de unos 370.000 millones de dólares anuales, unas tres cuartas partes de las exportaciones del gigante asiático, a lo que Pekín respondió con represalias contra las exportaciones estadounidenses.
Durante esta campaña, el republicano dijo que gravará hasta el 60 % los bienes chinos, lo que podría hacer aumentar la inflación en EE. UU., reducir su crecimiento y desestabilizar aún más los mercados globales.
Trump intentará intimidar y amedrentar pero no tiene en su mano las cartas que atesoraba en su primer mandato (2017-2021). El déficit comercial bilateral ha aumentado dramáticamente. Estados Unidos no produce los bienes que consume, no tiene cartas ganadoras, consideran algunos ante la eventual posición de Trump. La guerra comercial, que Joe Biden mantuvo y amplificó con aranceles adicionales a productos estratégicos, fue un fallido intento de 'desacople' que era un imposible porque ambas economías están estrechamente entrelazadas. Pero un segundo gobierno de Trump será difícil para China en el corto plazo. Podría ser más duro. Y aunque Pekín ya lo conozca, es muy impredecible. Además, será una administración muy diferente a la primera. Tendrá más poder y podría ser más extremo, menos convencional.
Las relaciones entre los dos países se deterioraron durante la primera presidencia de Trump, con colisiones en los planos comercial, diplomático y tecnológico. Ya con Biden en la Casa Blanca, la tensión se reavivó con rifirrafes a cuenta de Taiwán o por las restricciones a las exportaciones a China de semiconductores y otras tecnologías clave.
China será firme pero flexible y, por ahora, se mantendrá expectante, ante la llegada del republicano a la presidencia de Estados Unidos. Trump no podrá forzar a China a hacer lo que él quiera, y es de esperar que entienda que hay mejores maneras de lograr unas relaciones comerciales más equilibradas.
El presidente chino, Xi Jinping, se reunió cinco veces con Trump durante su primer mandato. En uno de estos encuentros, Xi le dijo que "pese a que haya algunas diferencias" encontrarían soluciones aceptables para ambos siempre y cuando ambas partes mantengan un espíritu de igualdad y respeto mutuo.
Se conocen bien. Trump querrá negociar aún partiendo de amenazas, pero Pekín sabe qué hará concesiones; su primera guerra comercial no fue un éxito como muchos pensaban.
Igual, ninguno de los dos candidatos traía nada nuevo para China, aunque el riesgo de que Trump vuelva al poder es que provoque el caos y que esto lastre la demanda global en un momento en que China busca revitalizar su economía y tejer relaciones con el Sur Global para diversificar su comercio.
Los principales mercados chinos experimentaron pérdidas generalizadas tras conocerse la victoria de Trump. Una de las primeras consecuencias sería que China aumente el tamaño del paquete de estímulos fiscales que diseñan el Gobierno y que podría ser hasta un 20 % superior que en el caso de que Harris hubiese ganado.
Respecto a su política exterior, todos apuntan a Taiwán: Trump les pedirá que paguen por su protección y que lleven parte de su industria de semiconductores a Estados Unidos. Implicará una gran presión para quienes gobiernan ahora en la isla; quizá Trump no sea tan firme como Biden con respecto a Taiwán, pero al mismo tiempo podría acercarse a Rusia, algo bueno y malo para China. Podría cortar la ayuda a Ucrania y provocar que termine la guerra, lo que eliminaría un factor importante para que China construya una mejor relación con Europa. Pero también podría ser un problema para China que Rusia, ahora próxima, se acerque a EE. UU.
La presidencia de Biden fue a nivel ideológico, una suerte de nueva Guerra Fría con China, pero Trump quizá abra un nuevo panorama a nivel internacional con ganadores y perdedores.
China, a estas alturas, solo espera que sea un presidente pacífico y que entienda que debe tratar a Pekín de tú a tú.