Mientras el presidente colombiano, Gustavo Petro, sigue en su plan de ausentarse del país y mantiene conversaciones de alto nivel sobre la paz, sin llegar a concretar nada, la situación de los desplazados por la violencia en Colombia, empeora día a día.
En su periplo por el mundo, Petro acudió a aun encuentro privado con el Secretario General de la ONU, António Guterres, previo a la plenaria de 78ª Asamblea General de las Naciones Unidas, sin siquiera haberse dado por enterado en el aumento en la cifras de desplazados por la violencia en país.
En su afán de ser protagonista de unos temas que no maneja a profundidad, como son medio ambiente y crisis climáticas, Petro no asume la realidad del país, que sigue en rojo ya que unas 2.800 personas de dos poblaciones del departamento colombiano de Nariño, fronterizo con Ecuador, se desplazaron por enfrentamientos entre la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, Eln y el Estado Mayor Central, Emc, la mayor disidencia de las Farc.
Y así es. Un presidente hablando de lo urgente que es detener la grave situación climática mundial, y que poco o nada hace para detener la vena rota en su país, que necesita hasta de atención humanitaria para comunidades de Samaniego y Santacruz que han sido víctimas de desplazamiento y confinamiento, por parte de los miembros de los grupos guerrilleros, no consigue nada, menos con unos violentos que no tienen un poco de misericordia con el pueblo colombiano.
Colombia conoció un reporte de un desplazamiento de unas 2.800 personas de las zonas rurales de esos dos municipios de Nariño, producido por los enfrentamientos entre el Emc y el Eln en la Alerta Temprana de Inminencia 033 de 2023, a través de los riesgos para esos municipios nariñenses. También existen peligros para la población de Linares, Nariño, ya que el frente Franco Benavides del Emc de las disidencias de las Farc y la compañía Jaime 'Toño' Obando del Eln están disputándose el control territorial y social, mientras el presidente mantiene maniatadas a las Fuerzas del orden público, que puede salvar a la población colombiana del debacle que viven, por la situación de desplazamiento, que genera cualquier clase y tipo de violencia contra las personas indefensas.
Lo más triste es que desde el pasado mes de agosto se han presentado combates en la zona rural de Samaniego que se han expandido a Santacruz, lo que se traduce en meses de lucha territorial sangrienta, obligando a la población a abandonar sus tierras y lo más querido para salvar la vida.
Caso omiso hacen los alzados en armas, a las peticiones de las autoridades, de respetar la vida de los colombianos en estado de indefensión; los actores armados no les interesa respetar la humanidad de los pobladores de esas regiones, que ven amenazados su integridad y tranquilidad de sus comunidades, que a todas luces deben ser preservadas y cuidadas. Por lo tanto, el llamado es a que los grupos, no solamente los que están en fases exploratorias y en conversaciones, sino también también aquellos que no forman parte de las mesas, no se sigan afectando entre sí mismos y entre las poblaciones que se encuentran en medio del conflicto, que son las más afectadas y que no tienen porqué estar en medio de este problema de lucha de poderes.
Mientras este desangre se presenta entre hermanos colombianos, el presidente Petro sigue viajando y convocando reuniones para hacer protagonismo, como si él tuviera la última palabra. Nada consigue con esta actitud; por el contrario, no se avanza en los acuerdos de la paz total, que va en vía de ser un fracaso más de este gobierno progresista.