A seguir luchando

Editorial
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La lucha contra la erradicación de cultivos ilícitos es una constante que afecta el normal desarrollo de los pueblos, debido a que ahí confluyen todo tipo de intereses, pasando desde el  interés y beneficio para el campesinado,  los peligros de salud, la ilegalidad, la ausencia del Estado y el enriquecimiento ilícito de los guerrilleros y grupos alzados en armas, que son los más beneficiados.  

Hace unos días, el Departamento de Estado de Estados Unidos, advirtió el crecimiento exagerado del crecimiento de este cultivo maldito, en nuestro país, constituyéndonos en el principal proveedor de drogas al mercado norteamericano, lo que generó una cadena de rechazo y de llamados de atención, por parte del gobierno del Presidente Biden y sus funcionarios, sobre el hecho que Colombia no está cumpliendo con el compromiso de erradicar  estos cultivos, desde hace varios meses. Pero esto no es motivo de preocupación para el gobierno colombiano, según lo expresó el embajador de Colombia en Washington, Luis Alberto Murillo, quien no le prestó atención a la queja;  por el contrario, la desechó sin ninguna importancia.  Después, seguramente, vendrán la dolorosa y los arrepentimientos.

Mientras no se encuentren y no se pongan en marcha conjuntas acciones para evitar la proliferación y el crecimiento de estos cultivos, estos seguirán creciendo a niveles alarmantes, como ha sucedido en la semana que acaba de concluir. La producción mundial de cocaína se ha disparado hasta máximos históricos tras un pequeño parón por la pandemia de Covid-19, con una demanda enorme y cada vez más grupos criminales implicados.

La oferta mundial está en niveles récord, en 2020 se produjeron casi 2.000 toneladas de clorhidrato de cocaína, más del doble que en el año 2014. Esa producción es de la máxima pureza, por lo que la cifra que llega al mercado es mucho mayor al mezclar los narcotraficantes la droga con otras sustancias para aumentar sus beneficios y el incremento de la producción se debe tanto a la expansión del cultivo de arbusto de coca como a las mejoras en el proceso de transformación en cocaína.

El cultivo de coca se disparó un 35 % entre 2020 y 2021, una cifra récord y el mayor aumento interanual desde 2016 y el fuerte crecimiento de la oferta va acompañado de una subida constante de la demanda de cocaína. Aunque los mercados tradicionales de esta droga, América del Norte y Europa, siguen siendo los más importantes, la enorme producción puede permitir una expansión hacia África y Asia.

El aumento de la oferta mundial de cocaína debería poner a todos en alerta máxima; Colombia no debe escapar de esta alarma, por el contrario, seguir en la lucha, ejercer planes de acción sobre los guerrilleros y grupos armados que se benefician con ello y armarse de herramientas jurídicas, que sean ejemplarizantes para todos estos bandidos. No obstante, las incautaciones de cocaína por parte de las fuerzas de seguridad de todo el mundo también han aumentado considerablemente, y alcanzaron la cifra récord de casi 2.000 toneladas en 2021. De hecho, esos decomisos aumentaron a mayor velocidad que la producción, lo que significa que ha contenido el crecimiento de la cocaína disponible para el consumo.

Los grandes puertos del mar del Norte, como Amberes, Rotterdam y Hamburgo, han sustituido a España y Portugal como los lugares más frecuentes de entrada de la cocaína a Europa Occidental. Sólo en Amberes se incautaron en 2021 casi 90 toneladas de cocaína, mientras que en Rotterdam fueron más de 70 toneladas. Los narcotraficantes tratan de introducir grandes cantidades de droga en contenedores aprovechando la enorme actividad comercial en estos puertos.

Aunque Colombia sigue dominando las rutas desde Suramérica hacia el mercado de Estados Unidos,, los narcos han diversificado sus rutas en Centroamérica, desde donde se envía cada vez más cocaína hacia Europa y algunas regiones como África Occidental y Central, así como el sureste de Europa son cada vez más importantes como zonas clave de tránsito de la droga.

El panorama delictivo se está fragmentando y cada vez hay más grupos criminales implicados en el negocio; es decir, están creciendo, penetran cada vez más con efectividad  y lograr un cubrimiento total del mercado.

La desmovilización en Colombia, de una parte de la guerrilla de la Farc, que hasta entonces controlaban muchas de las regiones cocaleras del país, abrió el camino a otros grupos, tanto locales como extranjeros, sobre todo de México y de los Balcanes.

En Brasil el crimen organizado parece apuntar cada vez más a países africanos de habla portuguesa, como Mozambique, Angola y Cabo Verde. Además, se conoce que han proliferado los llamados proveedores de servicios;  es decir, grupos especializados que prestan sus servicios en toda la cadena de suministro a cambio de un pago o una comisión. Estos grupos van desde bandas de motoristas en Bélgica hasta grupos de delincuencia organizada bien conectados en Guatemala y su práctica está extendida por América Central y del Sur, el Caribe y África.

Lo más peligroso es que cuando las rutas y métodos de contrabando convergen, los mismos grupos pueden implicarse en diversas actividades delictivas; como dicen por ahí, la tormenta perfecta.


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