El estrés de manejar por las montañas de Colombia

Editorial
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Manejar por las montañas de Colombia, transportando toda clase de insumos para los colombianos, no es una tarea fácil; más bien difícil, no solo por el mal estado de las vías, sino por el estrés que causa la violencia y los generadores de la misma.

Ahora, y después de que los conductores de siete camiones no se reponen del susto que les produjo el hecho cuando  hombres armados quemaron sus vehículos en una carretera del departamento colombiano de Norte de Santander, ellos, los conductores  se niegan a abandonarlos por temor a que lo que se salvó de las llamas sea saqueado.

Es increíble que se esté presentando esta situación, en donde, además, tras  de haber pasado por el peor momento de su vida, sin contar con el hecho de afrontar pérdidas millonarias por la quema e inutilización de sus vehículos, que son el sustento para ellos y sus familias, tienen que vivir con el temor de una nueva incursión guerrillera, en donde se vuelva a presentar estos lamentables hechos. 

Los conductores de los camiones siniestrados, ahora duermen con frío, cuidando lo poco que quedo y enfrentando la situación en el mismo sitio de la tragedia, y con temor y susto permanente, que los aleja de un descanso tranquilo, cerca de los hierros retorcidos de los automotor que manejaban.

Aparte de lamentar las pérdidas económicas, también hay que reclamar la presencia de las autoridades civiles como el gobernador o el alcalde de la localidad más cercana, Bucarasica, que no han hecho presencia, al menos para solidarizarse, en el sitio de los hechos, que fueron los protagonistas de excepción en la inauguración de la mesa de diálogos de paz, entre el gobierno nacional y el Ejército de Liberación Nacional, Eln, que precisamente comenzaban conversaciones el mismo día en que acabaron con los sueños  de trabajo y pujanza de los camioneros de Colombia, que atraviesan montañas llevando y trayendo alimentos, bienes muebles y toda clase de mercancía que mueve la economía del país.

Vale la pena recordar que la acción terrorista fue perpetrada por al menos cinco hombres armados con fusiles y que vestían prendas de uso privativo de los militares, que interceptaron los vehículos en la carretera entre Cúcuta, capital de Norte de Santander, fronterizo con Venezuela, en donde los guerrilleros son protegidos por el gobierno de Nicolás Maduro, y Ocaña, la segunda ciudad de ese departamento. 

Los atacantes  interceptaron a la caravana de vehículos cuando circulaban por el sector de La Curva, donde los obligaron a descender de los vehículos y enseguida les prendieron fuego, para luego internarse en las montañas. Eran varios hombres armados, tenían armas cortas, pistolas, amenazaron la vida de los conductores y sus camiones, robaron celulares, billeteras y  sacaron gasolina regándola a las cabinas de los vehículos prendiéndose fuego. Toda una acción digna de vándalos y de guerrilleros, que se valen del atropello  para hacer su delinquir delincuencial, sin que la autoridad militar pueda reaccionar y proteger a los colombianos de bien, como en este caso, los conductores de camiones pesados.

Mientras los conductores de los  vehículos no los abandonan, pues los dueños de los tractocamiones han ordenado a sus conductores no separarse de sus carros para evitar saqueos o que los desvalijan, ya que el seguro no cubre ese tipo de delitos, la situación es tensa y repudiable por todos los colombianos, que esperan que los guerrilleros sean perseguidos para que paguen por sus delitos, no solo por este delito de  hace unos días, sino por todos los asesinatos, homicidios y secuestros que han cometido y que seguirán cometiendo, según arroja la lectura de este hecho criminal el día que se comenzaban los diálogos de paz total.