Reina digna, respetable y respetada

Editorial
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Uno de los acontecimientos que ha conmocionado al mundo ha sido el   fallecimiento de la Reina Isabel II por cuanto durante 70 años tuvo vigencia política, situación histórica sui generis que no ha acompañado a ningún otro jefe de Estado. Hoy por hoy 15 naciones aún están bajo la Commonwealth, y en esta comunidad de Naciones y en todo el orbe, gozaba de respeto, admiración y reconocimiento.

Ni ella misma se imaginó que llegase a los 26 años a ese poder monárquico en forma tan intempestiva; pero dos hechos de fuerza mayor dieron lugar a que quedara como heredera al trono. El primero, la abdicación de Eduardo VIII quién prefirió el amor de una mujer plebeya a la responsabilidad del Reino; algo que no estaba previsto ni siquiera en las mentes más osadas y el segundo, la llegada del padre de la Reina Isabel II, Jorge VI como Rey, con ocasión de la muerte de su progenitor se produjo su coronación como Reina. 

Fue un personaje global, figura política del siglo XX, símbolo del pueblo británico, estuvo hasta su muerte y después de ella seguirá en el imaginario colectivo del mundo. Sin duda, la persona más condecorada y homenajeada, con mayor número de viajes; con más joyas y la más fotografiada de todo el universo. Como bien dijo la nueva Primera Ministra, Lizz Truss: “Isabel II  fue el pilar sobre el que se construyó la Gran Bretaña moderna”.

Algunos analistas políticos han dicho que la unidad en el Reino Unido, esto es Inglaterra, Irlanda del Norte, Gales y Escocia, giraba entorno de la Reina; sin ella puede haber movimientos de independencia como el de Escocia que está  en ebullición.

Igualmente, varios países de la Comunidad de Naciones la consideraban su Jefe de Estado pero su integración con la Monarquía tenía un factor aglutinante que no era otro que la Reina. Bien complejo para el nuevo Rey su hoja de ruta al frente del trono, particularmente porque no goza de la simpatía de su pueblo, no tiene carisma, incluso su hijo Guillermo posee más prestigio y ascendencia entre los británicos que su padre. Por su edad, su poca aceptación entre sus súbditos y los problemas normales y excepcionales que tendrá que afrontar en el ejercicio de su cargo es posible que Carlos III, abdique en un lapso relativamente corto lo cual daría origen a que el actual Príncipe de Gales, o sea, Guillermo, asumiese como Rey; sería lo más conveniente y conducente para la misma estabilidad monárquica. 

Isabel II tuvo buenas relaciones con sus primeros ministros. Ellos al fin y al cabo son los que gobiernan puesto que el Monarca, “reina, pero no gobierna”. Como jefe de Estado se informaba y actualizaba de todas las medidas políticas, económicas y sociales que se tomaban en el gobierno y semanalmente tenía reunión en su despacho con el Primer Ministro. 

Para ella, 1992 fue un “Annus Horribillis,” así lo llamó por razón de los escándalos, amarguras, tristezas y dificultades con motivo del divorcio de sus tres hijos y el incendio del Palacio de Windsor.  Pero en 1997 la muerte de Diana de Gales estremeció al mundo pues su personalidad había opacado a toda la realeza dada su compenetración con el alma de sus conciudadanos; por eso, se le denominaba la “Princesa del Pueblo” a quien verdaderamente la querían y veneraban por su sencillez y cercanía con la gente.

Eso mortificaba a la Reina ya que sentía el contrapeso que hacía Diana en toda la monarquía y no podía ignorar su muerte. Incluso pensaba en unas exequias privadas, pero atendió un sabio consejo del primer ministro, Tomas Blair, para que su entierro fuera público y pronunciará unas palabras a sus conciudadanos lamentando su deceso y llamándola contra su sentimiento “la Princesa del Pueblo”. Todo le salió bien y le expresó las gracias al jefe del Gobierno por su oportuna sugerencia, pero al final le dijo: “No olvide que ‘la Reina del Pueblo’, es Isabel II”.

Su último registro de popularidad alcanzó el 60%. Era una reina modesta, prudente y serena. Confiaba solo en su familia y sus enemigos para deteriorar su imagen se atrevieron a decir que prefería la compañía de los animales a la de los humanos por que su pasión eran los perros y los caballos y diariamente montaba a caballo, a partir de los 95 años dejó de hacerlo y su carro preferido, el Land  Rover, lo manejó hasta antes de la crisis de su enfermedad. La Reina tenía sus rituales y todos los días al desayuno comía jamón serrano y paseaba sus perros de raza Corgis.  

Y lo más importante, cumplió a cabalidad con su promesa cuando fue coronada: poner su vida al servicio de su pueblo.