Gorbachov el demócrata, Putin el dictador

Editorial
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En días pasados falleció en Moscú, Michael Gorbachov, el único político soviético amigo de Occidente, que presidió la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas; es decir, la URSS entre 1985—1991 y escribió dos libros: ‘La Perestroika’ la cual cambió el modelo político, y ‘El Glasnost’ que produjo la reforma económica. Dada su injerencia directa en los asuntos del Estado soviético es el artífice de la caída del Muro de Berlín y consecuentemente quién dio jaque mate a la URSS.

Desde luego, para lograr ese propósito tuvo el apoyo y acompañamiento de los líderes de las democracias occidentales como Ronald Reagan, Margaret Thatcher y George Bush: pero quizás el papa Juan Pablo II, fue el que se enfrentó en forma directa y puso el grano de arena más relevante para que se produjera la caída del muro de la infamia, puesto que conocía de sobra lo que era el comunismo;  lo había sufrido en carne propia en su tierra polaca, de ahí que el Pontífice se refería a Gorbachov “como un hombre de principios”.

Se sintió su deceso mucho más en las democracias occidentales, donde realmente hubo manifestaciones de pesar por cuanto en Rusia se consideraba como un traicionero a su patria. Era odiado en su país, y por el contrario, querido en el extranjero, tanto que no  le hicieron funerales de Estado, a pesar de que duró 30 años retirado de la política activa.

Putin a menudo ha expresado: “que la desaparición de la URSS es la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”; empero tan pronto como se conoció su muerte dijo: “Gorbachov tuvo un gran impacto en la historia del mundo”. Gorbachov se opuso a la guerra con Ucrania, pero ya estaba por completo aislado de la cosa política y obviamente su voz fue acallada.

Gorbachov vivió la pobreza, sus dos abuelos los apresaron en la era staliniana; varios familiares murieron con la hambruna; su padre fue herido en la Segunda Guerra Mundial, toda vez que su aldea la ocuparon los alemanes y a pesar de todo se graduó como abogado en Moscú y en la universidad conoció a Raisa, su esposa y compañera en las buenas y en las malas. Ella era filósofa y con él padecieron la insolvencia monetaria ya que para su matrimonio ella pidió prestado a familiares y amigos varias prendas de vestir para esa ceremonia.

En 1955 asume responsabilidades en el partido como primer Secretario del Comité del Konsomol de Stayropol; en 1985 toma las riendas de la Secretaría General del partido; en 1990 recibe el premio Nobel de la Paz, méritos le sobraban haciendo contraste con el expresidente Santos. Ya en 1999 muere Raisa, su amor eterno, a causa de una leucemia, lo que para él fue un golpe impactante por estar tan conectado con ella en todo sentido.

Tuvo en la frente una mancha roja que nunca se ocultó y que no quiso quitársela, era su sello característico, él la llamaba la mancha del vino de Oporto y en los Estados Unidos visitó granjas privadas departiendo con presidentes y expresidentes americanos Reagan y Bush; entre otras cosas, ningún otro político ruso había sido agasajado en forma tan espontánea y amistosa.  

En esos eventos más sociales que políticos de buenas relaciones se presentaron anécdotas simpáticas. En una de esas reuniones en la charla hicieron el comentario, además cierto, de que no parecía Gorbachov de ideas bolcheviques dada su cordialidad, gentileza y empatía con sus contertulios y él jocosamente les respondió de qué justamente él era el político más rojo entre los rojos y que eso era inocultable comoquiera que en su frente se notaba.

Gorbachov siempre fue dialogante, reformista y demócrata; Putin ha sido y sigue siendo impositivo, autoritario y dictador; Gorbachov fue amigo de Occidente y Estados Unidos; Putin, por el contrario su enemigo; Gorbachov concebía la libertad de prensa;  Putin la amordazó; Gorbachov manifestaba respecto de Putin “nadie tiene el monopolio de la verdad; todas las decisiones  no pueden confluir en una sola persona”.

Moratov, director del diario ‘Novaya’, fundado por Gorbachov con el dinero producto del Premio Nobel, declaró que: “Nos dio 30 años de paz.; no habrá más regalos como éste”. El periodista Alexei Veneliktov, también se refiere a este estadista demócrata como “todos estamos huérfanos; pero no todos se han dado cuenta”. Sus contradictores lo consideraban como el gobernante que produjo dolor y desgracia a su pueblo. 

Sus compatriotas no lo entendieron, no lo respaldaron, no captaron su filosofía de apertura ideológica. Lo aceptaron en principio votando a favor de la desintegración de la URSS; pero, luego, los compañeros de la política lo desprestigian, lo rechazaron y lo abandonaron. 

Fue un triste final. Todo lo que logró quedó solamente como legado histórico.