La violencia no da tregua

Editorial
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Los sucesos judiciales, ataques, masacres y muertes violentas, no han dejado en paz al gobierno Petro, que, con un mes y un día del inicio del cuatrienio presidencial, marcan en forma lamentable, hechos de sangre que dejan como lectura que el proceso de paz con las guerrillas de las Farc y Eln y con grupos alzados en armas, no será nada fácil.

En este orden de ideas, no hay que irse muy lejos para rechazar esta violencia que afecta a los colombianos. La Sierra Nevada de Santa Marta, también sufre el asesinato de lideres sociales, tres, en lo transcurrido de la semana, que resultaron muertos a bala en la parte alta del macizo montañoso y que tiene las alarmas prendidas y a la población civil insegura e inquieta por estos actos de sangre y violencia.

El capítulo de Santa Marta es aparte, es mas cruel y desgarrador; la inseguridad es el pan de cada dia; los asesinatos, también lamentables, están en el orden del día; los atracos es algo normal en la ciudad, ya la gente ni se queja y los robos en residencias, siguen en la impunidad. Aquí, ni la unión de la Alcaldía, con las autoridades policivas y militares y los organismos judiciales y sancionatorios, como las íes, han logrado mermar la ola de delincuencia en uno de los destinos turísticos preferidos de los colombianos. Y como colofón queda, que, en menos de un mes, recibimos nuevamente una afluencia de turistas, que vienen aprovechando la llamada semana de Uribe, o Semana de Receso.

La emboscada del pasado viernes en la que fueron asesinados ocho policías en el suroeste colombiano, es el ataque más grave cometido en el país desde la llegada a la presidencia de Gustavo Petro, quien no dudó en considerarlo como un sabotaje a su propuesta de paz total. Lo dice y lo reconoce el mismo presidente.

Petro, que tiene entre sus principales banderas la promesa de la paz total, lo tiene difícil, porque no es fácil lograr esa país en el país, donde además de las disidencias de las Farc persisten otros grupos como la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, Eln, y numerosas bandas criminales dedicadas principalmente al narcotráfico, la minería ilegal y la extorsión; la ola de violencia puede venir de cualquiera de esos actores violentos que ensombrecen en panorama nacional.
La lectura de los acontecimientos recientes es clara: expresa un claro saboteo a la paz total  que va en contravía de la connivencia y el silencio ante la criminalidad. Esta acción de terror es un saboteo a los propósitos de superar estas violencias que sirven para los intereses de unos pocos.

La situación es confusa. Esta ambiciosa iniciativa de paz total, hasta hoy no había tenido resistencia entre los grupos armados ilegales que manifestaron por distintas vías su intención de buscar un acuerdo con el Gobierno, bien sea mediante una negociación de paz en casos como el del Eln, o un sometimiento a la justicia para los involucrados en delitos comunes, como los de las bandas de narcotraficantes o las disidencias. En las semanas previas a la investidura de Petro, que tuvo lugar el 7 de agosto, el Clan del Golfo, la mayor banda criminal del país, desató una ola de ataques contra policías, mediante el llamado "plan pistola", en represalia por la extradición a Estados Unidos en mayo pasado, de su líder, Dairo Antonio Úsuga, alias "Otoniel". Esa ofensiva, que costó la vida a 36 policías, fue interpretada por analistas como una demostración de fuerza del Clan del Golfo, también llamado Autodefensas Gaitanistas de Colombia, AGC, con el fin de llegar fortalecido a una eventual negociación con el Gobierno de Petro al que el mismo día de su investidura le anunciaron un cese unilateral de hostilidades ofensivas para buscar caminos de paz.

Por eso el sangriento ataque de Huila, que por ahora no se lo ha atribuido ningún grupo, fue rechazado por distintas autoridades y organismos internacionales ya que supone un duro golpe a la esperanza de paz abierta en las primeras semanas del Gobierno de Petro, el primer presidente de izquierdas del país. Bien lo dijo el expresidente Álvaro Uribe: "los terroristas se burlan de la generosidad del Gobierno con ataques como el del Huila y son desdeñosos con las ofertas sociales”, por lo que afirmó que "al terrorismo solamente lo arredra la autoridad".