Actuar ante la emergencia climática

Editorial
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Las alarmas están prendidas y al parecer poco efecto hacen en las naciones de referencia y en los organismos internacionales que luchan por la restauración de la Amazonía, alarmas que casi no suena o no quieren oírla, más cuando de seguir con el ritmo actual de deforestación, el pulmón verde del planeta, tal y como lo conocemos hoy, no llegará a 2025.

Para nadie es un secreto que gran parte de la Amazonía está emitiendo más carbono del que absorbe; se está cambiando el rol ecológico de la Amazonía y de seguir en este ritmo la situación es  muy peligrosa, conclusión alarmante, que debe arrojar un soplo de esperanza al considerar que, aunque es urgente, es posible lograr, con los territorios indígenas como principales aliados, la conservación de la mayor reserva de agua dulce del planeta, reserva que se extiende por casi el 40 % del territorio de Suramérica.
De otro lado, los bosques amazónicos se encuentran inmersos en un punto de no retorno debido a las altas tasas de deforestación y degradación que, combinadas, llegan al 26 % de la región, donde cada día se extinguen 137 especies vivas.

En los bosque y el pulmón del mundo convergen toda clase de escenarios que son caldos de cultivo para acabar con el medio ambiente: deforestación, tala de árboles, quema, minería ilegal, invasión de tierras, colonización sin control, grupos al margen de la ley y por ende, cultivos ilícitos, que son los recursos económicos de la guerrilla, derivando su sustento para hacer violencia en todos sus géneros. Los niveles de deforestación e incendios pueden mermar la extensión del bosque tropical, la disponibilidad hídrica que tiene la Amazonía y, lamentablemente, si no se toman medidas hasta el 2025, para el 2030 se puede considerar que los impactos van a ser más agudos. El 90 % de la deforestación y degradación combinadas se concentran en Brasil y Bolivia, donde la "sabanización" ya es un fenómeno real. En las últimas dos décadas, las lluvias anuales se han reducido en un 17 % en la región amazónica boliviana, donde la temperatura ha aumentado un grado en este lapso.

Por otro lado, se debe tener en cuenta que el 66 % del territorio amazónico está sujeto a algún tipo de presión permanente, ya sea por amenazas legales o ilegales que incluyen los bloques petroleros, las centrales hidroeléctricas, las minas y las actividades agropecuarias, estas últimas responsables del 84 % de la deforestación. Los marcos legales vigentes están definiendo prácticamente el destino de la Amazonía, generando condiciones para que los Estados otorguen licencias en bosques intactos o en territorios indígenas sin el consentimiento previo e informado de las poblaciones nativas.

Hay que cambiar la visión del mundo sobre la atención, cuidado y tratamiento para cuidar la Amazonia. Se mira el bosque como una tierra floja, se dice que, para generar desarrollo, hay que ampliar la actividad ganadera o agrícola y entonces se subestima el valor del bosque; de ahí se ve la necesidad de que los gobiernos empiecen a ver el desarrollo forestal como una estrategia para el desarrollo económico y para ello las autoridades en forma urgente debe  adoptar medidas que salvaguarden las Áreas Prioritarias Clave Intactas que son un 33%; con Baja Degradación con 41 % y promover la restauración del 6 % de tierras con alta degradación.

En ese sentido, se debe defender la necesidad de contar con los territorios indígenas como principales aliados, reconocerlos y dotarlos de mayores recursos nacionales e internacionales por mostrar un grado de eficacia incluso más alto que las áreas protegidas, en términos de conservación de los ecosistemas;  el rol de los territorios indígenas es clave para la adaptación al cambio climático, el reconocimiento es el primer paso y la asignación de recursos es un paso importante.  En conjunto, las áreas protegidas y los territorios indígenas cubren alrededor de la mitad, 48 %, de la Amazonía, pero el 86 % de la deforestación ocurre en el 52 % restante del territorio.

Todavía hay tiempo, se pueden lograr propósitos después que haya la voluntad para ejecutar  acciones más urgentes, como limitar nuevas licencias y financiamiento para actividades extractivas, instando a la comunidad internacional a adoptar políticas inmediatas que garanticen la afluencia permanente de recursos para lograr la conservación y fortalecer la gestión integral de los territorios indígenas.

Como bien lo dice el adagio popular: ‘ahora es cuando'; hay que unir esfuerzos globales que deben adoptarse en este tiempo para salvar el mayor bosque tropical del planeta y recuperar su capacidad reguladora ante la emergencia climática.