Una genuina voluntad de paz

Editorial
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La búsqueda de la paz total en un país donde las distintas formas de violencia volvieron a crecer después de la firma del acuerdo con las Farc es una de las prioridades de Gustavo Petro como presidente de Colombia y una apuesta ambiciosa en momentos en que hay una embestida criminal del Clan del Golfo contra la Policía Nacional.

El ambiente político favorece la iniciativa de Petro, que a partir del próximo domingo será el primer presidente de izquierda de Colombia y que tiene entre sus objetivos la reanudación de los diálogos de paz con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, Eln y con otros grupos armados, una tarea nada fácil.

El principal obstáculo es precisamente que existen múltiples actores armados con orígenes sociales, económicos y políticos igualmente diversos que va a hacer difícil que en cuatro años se logren procesos efectivos de negociación con todos ellos.

El Eln, por ejemplo, tiene como delito transversal, la rebelión, que se encuadra en fines políticos, pero el Clan del Golfo y otras bandas criminales basan su poder en delitos comunes como el narcotráfico.

La propuesta de paz total ha calado dentro y fuera del país, y Chile ya se ofreció como sede de un eventual diálogo con el Eln, aunque Petro parece inclinarse por Cuba nuevamente.

Vale la pena recordar que el actual gobierno no adelantó conversaciones de paz con estos guerrilleros, que nunca dieron muestras de entablar puentes de comunicación y siguieron delinquiendo, recibiendo como respuesta la acción contundente del Estado y la desmembración de los más altos cuadros guerrilleros con los golpes certeros que le dio el Ejercito de Nacional, en estos 4 años. Además, las conversaciones quedaron en punto muerto durante el actual Gobierno, que endureció las condiciones al Eln para negociar y se congelaron tras el ataque terrorista de esa guerrilla en enero de 2019, contra la Escuela de Cadetes de la Policía en Bogotá, que dejó 22 muertos y 68 heridos.

Indudablemente el tema de la paz de Colombia es un tema neurálgico para todo el continente y apunta hacia problemas complejos como el narcotráfico que también se ha vuelto un problema multinacional con una gran descarga de violencia en el continente. La apuesta de paz total de Petro parece ambiciosa, principalmente por la idea de hacer diálogos individuales y regionales. En este sentido, el camino no será fácil y quizás se abran muchas mesas de diálogo y sería un éxito si se logra un acuerdo y exitosísimo si fueran dos.

Por su lado las negociaciones regionales, como las que propone el próximo Gobierno, van a tener dificultades; hay que ponerle atención a los modelos de negociación que se están planteando porque el Gobierno electo quiere empezar a hacer unas negociaciones regionales mientras que organizaciones como el Eln y el Clan del Golfo quieren hacer más que todo un acuerdo nacional. Una eventual negociación con el Clan del Golfo tiene obstáculos adicionales porque se trata de un grupo dedicado al narcotráfico, entre otros delitos, y habría que convencer a la población de que sea tomado como un actor político y no como una banda criminal.

El proceso que más fruto puede dar es del Eln; en segundo lugar, se podrían entablar diálogos de paz con las disidencias de las Farc y, lejos muy lejos, seguirán el Clan del Golfo y otros grupos criminales.

El Eln es un grupo que recientemente ha expresado su intención de entablar diálogos para una posible negociación con el Gobierno; sin embargo, hay que hacer ciertas claridades: el Eln es una guerrilla en la cual cada frente es autónomo en sus decisiones y lograr que todos sus frentes se articulen en un mismo proceso es uno de los grandes retos.

Sobre el Clan del Golfo, con los recientes ataques contra la Policía lo que esa banda trata de demostrar, es que tiene capacidad de hacer daño, de controlar determinados territorios para encarecer y poner la vara alta ante una posible negociación. Este grupo y otras bandas ofrecieron al presidente electo un alto el fuego condicionado a que sus miembros no vayan a la cárcel y que, incluso, no sean extraditados, semejante despropósito. Mejor dicho que firmen la paz y salgan a disfrutar la vida y que las víctimas se queden en su dolor llorando a sus seres queridos.

Justificar la no extradición sería muy difícil sobre todo en un grupo que no tiene una orientación política y que tiene una clara orientación hacia el narcotráfico, para lo anterior el Gobierno de Petro debe tener claras las diferencias y en el caso de los grupos armados con alguna orientación política, ofrecer condiciones similares a las que se le dieron a las Farc en su momento. También puede jugar en favor del Gobierno el hecho de darle un factor diferencial a los nuevos grupos que quieran negociar no de impunidad sino de una mejor implementación del derecho internacional humanitario.

Además, será importante que en estos procesos se tenga en el centro a las víctimas porque a veces en Colombia se centran mucho en las negociaciones entre el Gobierno y el grupo armado y se olvidan de que hay unos terceros afectados que deben estar incluidos y deben estar reconocidos y en este caso son las víctimas.
Y los grupos que quieran negociar tienen que ofrecer una genuina voluntad de paz con acciones concretas.