El súper fruto

Editorial
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El copoazú, también conocido como cacao blanco, es un árbol que se encuentra en la cuenca amazónica y que hoy las comunidades que lo cultivan quieren convertirlo en la insignia de la bioeconomía de Brasil, Colombia, Perú y Bolivia, y en una alternativa para reforestar el principal pulmón del mundo.

En los 7 millones de kilómetros cuadrados que conforman la Amazonía, repartidos entre Colombia, Brasil, Perú, Bolivia, Venezuela, Ecuador, Guyana, Surinam y Guayana Francesa, nacen árboles que alcanzan alturas que oscilan entre los 5 y los 20 metros.

En la espesa selva de esta, que es una de las ecorregiones con mayor biodiversidad del planeta, se distinguen sus hojas de color verde brillante y sus frutos de cáscara café, que son del tamaño de un melón y poseen una pulpa blanca, rica en fósforo, pectina y vitamina c.

Este producto tiene el atractivo de poderse aprovechar de forma integral, ya que la pulpa se usa en jugos, dulces, mermeladas, helados, gaseosas y cerveza, entre otros, y de la almendra se pueden hacer productos similares al chocolate y extraer manteca para cosméticos.

El copoazú tiene una distribución importante en toda la región amazónica continental y actualmente muestra un camino para que la gente que habita en esta parte de Suramérica pueda vivir de producirlo y venderlo para su provecho familiar, ya que es clave que la ciencia ayude al desarrollo sostenible de los países y contribuya a evitar la deforestación en aquellos que conforman la Amazonía al mostrar otras alternativas para que los pobladores tengan una economía rentable sin dañar el medioambiente”.

La deforestación en la Amazonía brasileña en 2021 fue la mayor de los últimos 15 años, con más de 13.000 kilómetros cuadrados de vegetación nativa devastada; en el caso de Colombia, la Amazonía ocupa el 42 % del territorio nacional, con aproximadamente 1,1 millones de habitantes y el 70 % de la deforestación en el país se concentra en la Amazonía y sigue en aumento al llegar a 98.256 hectáreas en 2019 y 109.302 hectáreas en 2020. Allí, el copoazú es considerado un fruto rentable, que resulta atractivo para la exportación y, además, permite reforestar las áreas dañadas, por lo que puede ser la base de nuestra bioeconomía.

Hay que cuidar y preservar este superfruto para que conquiste el mercado internacional y revitalice la economía de la zona. El reto de este proyecto, es construir una bioeconomía y que las poblaciones de la Amazonía vivan de lo que ofrece la tierra sin tener que talar la selva o llenarla de vacas.

Para prevenir la deforestación en Colombia hay que entender que la intención no es solamente comprar 5 toneladas de copoazú en los próximos cinco años sino capacitar a las comunidades para que produzcan de manera sostenible ya que hasta la fecha se han producido 500 kilogramos de manteca de copoazú, generando ingresos para 68 familias cultivadoras de la región y protegiendo 250 hectáreas de bosque.

La Amazonía peruana registró la deforestación más alta en dos décadas en 2020 al perder 203.272 hectáreas de bosque. En julio del mismo año y pese a la pandemia del coronavirus, Perú exportó sus primeras 15 toneladas de semilla seca de copoazú a Rusia, para ser utilizadas en chocolatería fina.

El copoazú crece en silvestre en la Amazonía, siendo Madre de Dios la región con mayor índice de producción de este fruto, que contribuye a la economía peruana. También, en Bolivia la superficie de bosques amazónicos perdida durante 2020 fue de 2,3 millones de hectáreas. Ahora, el objetivo es conquistar los paladares locales para luego dar el salto internacional a la par que se protege el medioambiente y con ese propósito, en 2021 se llevó a cabo en La Paz una feria en donde se expusieron las bondades de la Amazonía, entre ellas las del copoazú, insertando productos para tener acceso a un mercado seguro y un precio justo.

Brasil, Perú, Bolivia y Colombia coinciden en que el potencial del copoazú permite salvaguardar la biodiversidad, luchar contra la deforestación, fortalecer la identidad regional y obtener ganancias, con lo que quedaría más que demostrada la razón por la que se le conoce como el “superfruto” amazónico.


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