Tarifas de patio trasero

Editorial
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger


Después de pedirle a Rusia que, por favor, enviara tropas para ayudar a imponer el orden, en virtud de acuerdos que unen a los dos países, el presidente de Kazajistán, Kasim-Yomart Tokáev, anunció que, en adelante, las tropas estaban autorizadas para disparar sin previo aviso sobre los manifestantes que se tomaron las calles e incendiaron edificios públicos en adelanto de una protesta que comenzó por el alza en los precios de los combustibles. Marca registrada de controlar una protesta que se extendió por el país y trató de llamar a cuentas a un régimen que lo ha dominado desde la disolución de la Unión Soviética, bajo el mando supremo de una sola persona: Nursultán Ábishulý Nazarbáyev.

El “Hombre de Oro de Kazajistán” militó en el Partido Comunista de su país desde los años 60 del siglo pasado. Disciplinado seguidor de la línea oficial, llegó a ser presidente del Consejo de Ministros y después primer secretario del partido, con lo cual se abrió paso hacia la presidencia del Soviet Supremo y de la República Socialista Soviética de Kazajistán, que ejercía justo el momento de la disolución de la Unión Soviética, cuando accedió a la presidencia de un Kazajistán independiente de todo, menos de su voluntad.

Después de sostenerse en el poder a través de decretos y malabares institucionales con apodo democrático, en 2019 sorprendió a todo el mundo con su renuncia de la presidencia, aunque tuvo el buen cuidado reservarse la presidencia vitalicia del Consejo de Seguridad, y de establecer que quien ejerza la presidencia debe hacerlo bajo su guía y previa consulta respecto de los asuntos fundamentales de la orientación del Estado. A lo cual hay que agregar que en manos de sus hijas está el control de los medios de comunicación y que una de ellas, que preside el legislativo, estaría dispuesta al sacrificio de asumir más tarde la jefatura del Estado. Es decir el paquete completo de esa curiosa y repugnante modalidad de monarquías familiares que se han consolidado en países que hicieron sus respectivas revoluciones con ilusiones democráticas, de las cuáles no queda rastro.

Bajo un modelo de gobierno, y de control de la sociedad y de la economía, no muy distante del de la era soviética, Kazajistán ha conseguido en las últimas décadas progresos extraordinarios, con obras monumentales y elevación del nivel de bienestar de ciertos sectores de su sociedad, debido a una cuidadosa política de disciplina y equilibrio que permitió la inversión extranjera, inclusive de origen occidental. La adopción de una nueva capital que represente esa pujanza llegó a convertirse en símbolo de un país del siglo XXI, en todo menos en desarrollo político.

Las contraprestaciones de los “pactos imperiales” se parecen en todas partes. La economía va ahí amarrada, junto con los intereses estratégicos y las hermandades militares, la comunidad de “inteligencia” y la forma misteriosamente similar de ver cada coyuntura. Para renovar el pegante del pacto, los lacayos mandan a su gente, o su gente va, da lo mismo, a universidades del imperio a nutrirse de lo esencial de la cultura y de interpretaciones de la ciencia, la política y la economía, que con orgullo sumiso aplican a su regreso como iluminados en el patio trasero, donde la sociedad se va pareciendo a la del imperio, aunque sea bajo la premisa de una inferioridad incuestionable.

Entonces, ante la falta de costumbre del ejercicio de la protesta ciudadana, que se reclama para casos ajenos, cualquier gesto de desobediencia se considera amenaza que trasciende fronteras y pone en peligro la vigencia del pacto imperial. Caso en el cual se invocan argumentos calculados para pedir auxilio al imperio, que manda sus tropas “a imponer el orden”, que no es otro que el orden imperial, o a “defender contra el terrorismo”, sin perjuicio de que el respectivo imperio vaya por su cuenta a lo mismo sin que nadie lo esté llamando, en defensa abierta de sus intereses.

En medio de toda esa maraña quedan perdidos los derechos fundamentales. Y no falta quien elabore el discurso que engloba y justifica las acciones que sea necesario llevar a cabo, con tal de proveer de bases al pacto imperial en el orden de las creencias, que es el que concierne al alma y la conciencia de la gente. Mientras, de manera hipócrita, se critica la existencia de imperios enemigos, con sus correspondientes lacayos. Parece ser el precio que, en materia de libertades y opciones de desarrollo democrático, con diferentes actores, han de pagar, a diferente escala y en diferentes parajes, los pueblos de países condenados a ser objeto del control de poderes que ven en ellos su patio trasero.


Más Noticias de esta sección