Polexit en el horizonte

Editorial
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger


Basta con mirar el mapa para comprender las eternas preocupaciones de Polonia. Las autoridades de la Unión Europea han cuestionado los cambios diseñados por el gobierno polaco a la forma de designar miembros de la Sala Disciplinaria de la Corte Suprema de Polonia.
La Corte de Justicia de la Unión sentenció que ese país debía desmantelar el sistema adoptado para el ejercicio disciplinario de la administración de justicia. Modelo adoptado por el gobierno polaco para “purgar la influencia comunista”, gesto nada extraño en la línea marcada por la derecha populista en el poder. La reacción del Primer Ministro Morawiecki fue la de solicitar a la Corte Constitucional se manifestará sobre la “colisión entre las reglas de la Unión Europea y las de la constitución” del país. Ante lo cual, en decisión dividida, esa Corte decidió que “algunas reglas europeas afectan el funcionamiento del país como un estado soberano y democrático”, e “impiden que la constitución sea la ley suprema de Polonia”.

Es evidente que la decisión significa, en términos políticos y jurídicos, vulneración de uno de los principios fundamentales del vínculo en virtud del cual cada Estado entra a formar parte de la Unión, tal vez el más importante como premisa de pertenencia al pacto europeo, que acarrea por definición concesiones, como en cualquier acuerdo al que concurran diferentes Estados para formar una comunidad. Al mismo tiempo es prueba reiterada de esa politización de la justicia, e introduce un elemento que amenaza con romper lazos al interior de una Unión ampliada a la carrera, con la idea de hacer entrar cuanto antes al pacto a antiguos miembros de la órbita soviética, al tiempo que debilita el entusiasmo del bloque occidental en momentos en los que debe responder a los retos de una nueva configuración del poder internacional en diferentes dimensiones.

Si el gobierno polaco insiste en mantener su posición, es lógico pensar que semejante postura estaría poniendo al país, por la vía de los hechos, sin fundamento democrático, no solo en posición de desconocimiento de sus compromisos con la Unión Europea, sino abiertamente en un camino que podría conducir hacia su salida de la Europa comunitaria, a la que con tanto entusiasmo se vinculó y donde fue recibida con tanto regocijo. Evento que, respecto de la Unión, representaría una nueva e inconveniente cuota de disolución, no exenta de efectos contagiosos, mientras que en el orden interno del país significaría la pérdida de los beneficios derivados del hecho de haber sido enganchado a uno de los trenes más dinámicos del desarrollo en nuestra época. Además de su anhelada pertenencia formal al mundo occidental.

Una equivocación en el trámite actual de esos anhelos de independencia, por motivos anacrónicos, en contra de un nítido estado de derecho y de principios elementales del derecho internacional, que podría conducir al extremo de la salida de la Unión Europea, podría significar no solamente el retorno a un pasado de aislamiento, sino volver a quedar expósita ante las ambiciones de esos poderes cercanos que inevitablemente se sienten inclinados a buscar la forma de ejercer influencia en territorio polaco. Para que vuelva y juegue una de las marcas dramáticas de un destino que se puede corregir.
La Comisión Europea ha advertido que uno de los principios fundacionales de la Unión es precisamente el de la primacía de las reglas europeas sobre las nacionales, inclusive las de orden constitucional. La Europa comunitaria se disolvería si ese principio no fuese observado y defendido por todos. En esa lógica, el que insista en la supremacía de sus normas internas en materias que según el pacto de la Unión Europea mal pueden estar por encima de los acuerdos comunitarios, estaría expresando su deseo de salirse de ellos.

Otra vez se ven asomar, como hace un siglo, los populismos que plantean medidas agresivas desde el punto de vista institucional, soluciones expeditas a problemas selectos y alivio de aspiraciones elementales de sociedades que requieren respuestas contundentes ante dilemas marcados por factores emocionales. Nada más peligroso para la democracia y la libertad. Nada más inmediatista y dramático. Ya se saben los efectos que todo ello puede traer.

El Presidente del Parlamento Europeo ha manifestado que el veredicto de la corte polaca no podrá dejar de producir consecuencias, puesto que la supremacía del derecho europeo debe ser indiscutida, y no se puede aceptar que se desconozca como uno de los principios fundamentales de la Unión. Todos están advertidos. Entre otros los millones de polacos que de manera arrolladoramente mayoritaria desean permanecer en el seno de la Unión Europea, y el propio gobierno, que aspira a seguir recibiendo los cuantiosos aportes que la misma Unión hace al país y juegan un papel importante en su proceso de desarrollo. Tal vez una decidida acción ciudadana le introduzca democracia a la disputa y retire del horizonte la amenaza de un eventual “Polexit”.