Ángelas no se improvisan

Editorial
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Por buenos que sean los gobernantes, siempre les quedan cosas por hacer. Sería iluso y falto de realismo pensar que, a su paso por la jefatura de un gobierno, alguien pudiera dejar todo arreglado. Cada gobernante tiene que soportar, sin excusas, la carga del pasado, y ha de saber que será inevitable dejar unos cuántos problemas por resolver, sin que ello lo exima de hacer cada día su mejor esfuerzo. Así es el oficio, como en uno de esos mitos antiguos en los que periódicamente, sin que nadie lo pueda evitar, las cuentas vuelven a cero.

Dentro de ese espíritu se ha llevado a cabo el proceso de las elecciones generales en Alemania, que despertaban particular interés tanto al interior del país como en el conjunto del escenario europeo, e inclusive más allá, por cuanto estaban llamadas a marcar el cierre de una era caracterizada por el liderazgo de Ángela Merkel, quien llegó a convertirse, con su capacidad conciliadora, combinada con firmeza tranquila, sencillez y aplomo, en una especie de símbolo, tanto de su país como de la Europa comunitaria.

Muchos no se explican el hecho de que el partido de la gobernante más prestigiosa de la Europa de hoy haya obtenido precisamente en estas elecciones el apoyo popular más precario de su historia. A otros les ha sorprendido el hecho de que, como viene sucediendo desde principios de siglo, nadie haya obtenido el deseado premio de una mayoría contundente que le permita formar gobierno por cuenta propia. Consideraciones ambas explicables, pero de ninguna manera representativas de un fracaso de la democracia ni del sistema político dentro del cual se dieron los resultados.

En la Alemania de hoy están por resolver asuntos trascendentales. Uno de ellos es el ajuste generalizado de una infraestructura que consolide el uso y la cultura de la digitalización, que al parecer deja mucho que desear. Es hora de tomar decisiones importantes en materia pensional, en la perspectiva de una crisis poblacional que sigue creciendo y que lleva a considerar las proporciones futuras de la inmigración. El cambio climático exige definiciones con sentido prospectivo de las cuales está pendiente sobre todo la juventud. El sector de la defensa, después de la aventura de Afganistán, y ante las nuevas realidades del balance de las relaciones entre Europa y los Estados Unidos, así como de la crisis de la Otan, requiere de una nueva orientación. Lo mismo que la actitud frente a China, Rusia y los demás socios de la Unión, que encuentran en Alemania la abanderada de las relaciones con la antigua Europa oriental.

Una vez más, la que en otra época se llamaba “reunión de los elefantes”, esto es el encuentro de los jefes de los partidos, posterior a una elección que les obliga a negociar, para dar unas primeras impresiones sobre los resultados y sobre las alianzas que estarían dispuestos a realizar, fue un espectáculo de talante democrático digno de resaltar. Así para muchos sea un nuevo episodio de la tragicomedia permanente que protagonizan los políticos, una reunión en la que se reconocen fracasos propios y éxitos ajenos, y en donde además del respeto personal se demuestran el compromiso con las instituciones y la voluntad de negociar un programa de gobierno, no puede ser sino una demostración de madurez política.

Ahora, mientras la canciller saliente mantiene a flote la nave del gobierno y cuida de los asuntos urgentes, se ha desatado la feria de las negociaciones en busca de armar un programa de gobierno en el que han de caber puntos de vista diferentes sobre problemas por resolver y asuntos por impulsar. Programa que implica escogencia canciller y reparto de ministerios según las opciones de contribución de cada partido, pero sobre todo la elaboración de un proyecto político viable, con el correspondiente apoyo parlamentario que garantice su realización efectiva.

Es natural que, tanto en las oficinas de los partidos, como en la calle, las conjeturas de alianzas estén a la orden del día. Así es el juego político. Y no tiene nada de raro que el ejercicio de armar una coalición programática tome algún tiempo, pues existe la responsabilidad de conseguir un gobierno que al tiempo que acometa con éxito los anhelos de una nueva era, mantenga en lo posible el protagonismo y el liderazgo que dentro y fuera del país llegó a ocupar la canciller saliente. Objetivos que no dejan lugar para la improvisación.