Un cambio de visión hacia la integración

Editorial
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Las principales autoridades migratorias a nivel mundial han reconocido ver el cambio de visión política en los países de acogida de la migración venezolana y consideran que, los casos particulares de Colombia y Ecuador, son ejemplos alentadores hacia la integración.

Se debe elogiar que a nuestro país se le tenga esa positiva resonancia en un problema en donde se violan los derechos humanos de los migrantes, lo cual constituye un deber de patria y de corazón. En virtud de lo anterior hay ya una visión integradora como no conocemos haya ocurrido en otras regiones del mundo. América Latina, principalmente Colombia, resultan ser pionera en buscar un eslabonamiento en las capacidades del país para integrar esta población en procesos de vida digna y oportunidades duraderas; de ahí, se debe resaltar los casos de estos países andinos, cada uno en su terreno, como ejemplos de un cambio de visión política, en cierta medida impuesto por las necesidades de la pandemia, para pasar de la fase de regularización de la migración venezolana a la de integración, proceso donde también hay que reconocer los ejemplos de países como Brasil, Perú o República Dominicana.

En total, desde que comenzó la migración, son algo más de 5,7 millones los venezolanos que han salido de su país a raíz de la crisis política, económica y humanitaria, y en la que desde hace meses se ha detectado la voluntad de muchos de no retornar a su país, por no encontrar en el corto plazo condiciones de seguridad, acceso a derechos y oportunidades socioeconómicas dignas.

Todo ello exige un cambio de visión hacia la integración, y es muy refrescante y tremendamente estimulante los encuentros con los presidentes Iván Duque y Guillermo Lasso esta semana, que seguramente servirán para, además de reafirmar y estrechar esos lazos de unión, también, para seguir trabajo por la integración regional y la difícil etapa que atraviesan los migrantes, sobre todo, los venezolanos.

Ya no se habla solamente del tema de regularización sino que se está eslabonando directamente con buscar las condiciones de integración socioeconómica; es decir, ya es una mirada que supera el horizonte de atenciones humanitarias, que es lo que mandó durante mucho tiempo al estallido de la crisis, cerca de tres años.

Ahora hay que estimular y apoyar las políticas integradoras en ambos países, para hacer exitoso esa parte del cambio de visión a que los 17 países receptores han tenido que ir adaptando poco a poco sus legislaciones para acomodar planes como la vacunación contra la Covid-19, y no dejar a los venezolanos fuera, no solo por ser un derecho humano sino también para poder obtener la inmunidad de rebaño de sus propias poblaciones.

En cuanto a la vacunación contra la Covid-19, a los migrantes venezolanos, no se podía seguir dejando por fuera a una población por no tener documentos en regla; al contrario, cada país ha ido buscando la manera de generar estados temporales para que esta población tenga sus papeles en orden, existan legalmente si se quiere, y tenga acceso a derechos y oportunidades laborales dignas.

Colombia tiene un compromiso de voluntad política para enlazar los esfuerzos de regularización documental de esta población, con los horizontes de inserción económica y social a escala nacional, junto a una capacidad participativa espectacularmente mostrada en la vacunación de 9 millones de personas en 100 días de gobierno.

Esto representa un horizonte de transformación que conjuga los esfuerzos domésticos a nivel interno con el tratamiento regional de estos fenómenos migratorios.

Todo queda en manos de los presidentes Lasso y Duque en su intención de alentar una política de inclusión e integración, porque los migrantes han venido a estos países no solamente a hacer papeles sino a incorporarse a la sociedad ecuatoriana ya que el fenómeno de la migración es muy doloroso y no se puede aislar a los venezolanos.

De Colombia, el país con mayor población venezolana, hay que destacar las decisiones como la de ofrecer un proceso de registro y regulación amplio a toda esa población, la modificación de varios de sus aparatos legales para poder acomodar este fenómeno, y naturalizar a decenas de miles de hijos y hijas de padres venezolanos, nacidos en territorio colombiano, para evitar un fenómeno de apátrida.

Un proceso que sin duda seguirá requiriendo de asistencia financiera internacional, según requieren los países de la región más afectados y ya se han concretado cerca del 40 % de la ayuda ofrecida, cantidades superiores a los 2.000 millones de dólares con un porcentaje importante de este dinero ofertado en préstamos blandos de parte multilaterales como el BID o el Banco Mundial. Igualmente hay que destacar el notorio cambio en el compromiso internacional al recordar que de la primera conferencia de donantes a la segunda el dinero en donaciones casi se duplicó respecto del dinero disponible en préstamos blandos, estos últimos supeditados a las condiciones fiscales de cada país.
Ahora, el plan para la próxima reunión de donantes está en vistas, pero pendiente de algunos procesos electorales como en Alemania o Canadá.