El enfrentamiento entre Chile y Bolivia

Editorial
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Tras más de una década con los diálogos congelados y enfrentados desde finales del siglo XIX cuando Bolivia perdió sus costas en una guerra contra Chile, ambos países anunciaron en mayo su intención de recomponer la relación e iniciaron nuevas conversaciones que en los últimos meses han registrado avances, aunque todavía muy tímidos.

Con las relaciones diplomáticas rotas desde 1978, la noticia de la reanudación de los contactos sorprendió a ambos lados de la frontera y se dio dos años y medio después de que la Corte Internacional de Justicia, CIJ, de la Haya resolviera en un histórico fallo en 2018 que Chile no tiene obligación de negociar la salida boliviana al mar, aunque instó al diálogo y ahora ambas cancillerías coinciden en que el diálogo constructivo es el instrumento idóneo para el entendimiento e integración y que la cooperación bilateral ayuda eficazmente a la creación de lazos de amistad y fraternal convivencia.

La disputa se remonta a la Guerra del Pacífico, 1879-1884, en la que Bolivia perdió su salida al mar con la cesión a Chile del desierto de Atacama, lo que le supuso la pérdida de 400 kilómetros de costa y se ratificó con el denominado Tratado de Paz y Amistad en1904. El enfrentamiento, sin embargo, se intensificó en 2013, cuando el expresidente Evo Morales acudió a la CIJ, que terminó dándole la razón a Chile.

El gran acercamiento desde la ruptura diplomática hace más de cuatro décadas fue la conocida “Agenda de 13 puntos”, impulsada en 2006 por los expresidentes Morales y Michelle Bachellet. Esa agenda, sin embargo, se aparcó en 2010 cuando llegó al poder para un primer mandato no consecutivo el actual mandatario chileno, el conservador Sebastián Piñera. El de ahora es el acercamiento más importante desde 2006, es algo que hay que reconocerles a las Cancillerías de ambos países, que sigilosamente llegaron a ese anuncio.

En medio de esta situación hay posiciones como la del excanciller boliviano Javier Murillo de la Rocha, 1997-2001, que es menos optimista y, en su opinión, no parece que sea una prioridad para ambos países revisar a fondo las relaciones, a menos que las conversaciones se estén desarrollando en un plano reservado.vPara Jorge Sahd, director del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica, la decisión de normalizar relaciones es consistente con los intereses de política exterior de Chile, a quien le va bien cuando se abre al mundo, no cuando se cierra.

Ahora si el acercamiento no se produjo antes, es porque, desde el fallo de la CIJ, la actualidad ha estado bien convulsa tanto en Chile como en Bolivia. El primero, vivió durante varios meses octubre de 2019 las revueltas más graves desde el fin de la dictadura militar y actualmente están inmerso en un proceso constituyente inédito y tiene unas presidenciales a la vuelta de la esquina. Bolivia, por su parte, vivió la destitución de Morales y la llegada de un polémico Gobierno interino, aunque las aguas ya están más tranquilas desde la asunción del presidente Luis Arce. Con el actual Gobierno en La Paz, percibo que hay una relación más productiva y mutuamente respetuosa.

Lo opinión chilena es que a diferencia de la “Agenda de 13 puntos”, la hoja de ruta actual no contempla la disputa marítima, algo que en principio podría allanar el camino, por eso deben centrarse en los desafíos del futuro y no en la historia que data del siglo XIX ya que Chile no le debe nada a Bolivia; el reto, apuntó es potenciar la cooperación en tantas áreas como sea posible para que de alguna manera se minimice el impacto de la cuestión limítrofe.

La normalización de las relaciones podría mejorar la coordinación en la lucha contra el narcotráfico, darle impulso al tren de carga Arica-La Paz -que ha empezado a funcionar después de una década-, generar sinergias en materia energética o levantar el alicaído intercambio comercial, de acuerdo a analistas.
No hay que dejar de lado que Bolivia sigue siendo fuertemente dependiente del uso de puertos chilenos para importar, mientras que para exportar hay una disminución de carga movilizada y desde el fallo, se ha notado una disminución del uso de puertos chilenos para las exportaciones que en 2018 movilizaron 2,2 millones de toneladas principalmente de minerales.

Hay que tener en cuenta que es coherente que Bolivia no renuncie a esta centenaria reclamación y que busque llegar a un diálogo, aunque le preocupe que una nueva demanda en La Haya por las aguas del Silala enturbie los contactos. Bolivia defiende que estas aguas son un manantial que fue desviado artificialmente hacia Chile, que a su vez implora que es un río internacional que debe ser compartido.