Todos perdemos

Editorial
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El pulso que mantiene en vilo a Colombia, con el Gobierno de un lado y diversos sectores sociales con una miríada de demandas por el otro, pone al país ante la peor crisis de su historia reciente en la que todos tienen que perder.

Lo que comenzó como una manifestación más contra la reforma tributaria, tiene dos semanas después a algunas regiones del país prácticamente paralizadas por bloqueos protagonizados por guerrilleros infiltrados y promotores de movimientos de izquierda patrocinados por el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro y por las mismas cabecillas de las Farc, desde sus guaridas.

En la dinámica actual, el malestar ya no se expresa sólo por la fuerza del Comité Nacional de Paro que hundió la reforma tributaria y tiene en la mira la de la salud, sino que parte de convocatorias espontáneas, en su mayoría de jóvenes, bien sean estudiantes o desempleados en las grandes ciudades y la falta de oportunidades, o de vecinos de un pueblo cualquiera contra problemas locales.

A diferencia de lo ocurrido en Chile, donde las protestas que comenzaron en 2019 tenían un foco en el rechazo a la Constitución heredada del régimen de Pinochet, en Colombia los bloqueo están ordenados y organizados por el estamento socialistas, apoyados los infiltrados en las marchas que son los que causan el terror y el vandalismo.

La primera reunión del Gobierno con el Comité de Paro concluyó sin acuerdos, lo que era de esperarse dada la complejidad del panorama, pero el tiempo pasa y juega en contra de todos por el daño que el vandalismo y los bloqueos causan al país, el desgaste de las partes y el cansancio de la gente; la petición, de 81 mil millones de pesos, por parte del Comité del Paro, fue suficiente para acabar con cualquier discusión, ya que lo que se tenía proyectado en la Reforma Tributaria, era recoger 21 mil millones.

Las manifestaciones que están en las calles, y que no deberían existir por que el proyecto de Reforma Tributaria ya fue retirado, desbordan la capacidad de representación del Comité de Paro y así hubiera habido un acuerdo seguramente mucha gente que está en la calle no se sentiría representada, ya que se han apropiado del Comité, los sindicalistas y otros sectores que están aprovechando el desorden que se vive en la actualidad.

Ahora las partes tendrán que buscar formas de acercar al diálogo a otros actores sociales que están en la calle, que no se sienten representados por un comité y por un método de negociación muy tradicional, de Gobierno y sindicatos a la vieja usanza, porque lo que hay en la calle es mucho más que eso.

Son dos actores cada vez más desconectados de la realidad de la gente; el primer intento de diálogo fue un encuentro de dos voluntades que cada vez reflejan menos el estado de ánimo de la gente que está cansada de la pandemia, que está cansada en algunos casos de las manifestaciones, que repudia los actos de violencia de lado y lado y que siente que hay una crisis de liderazgo de parte y parte.

Las protestas han estado marcadas por individuos armados contra manifestantes, episodios que dejan hasta el momento al menos 27 personas muertas, haciéndose necesari avanzar hacia una solución negociada.

En el rechazo contundente a la violencia el presidente Duque tiene que tomar la iniciativa para mandar un mensaje claro al país de que ese comportamiento no será tolerado y de esta forma ayudar a bajar la tensión.

La agitación que vive el país deja pérdidas para todos y pocas ganancias para algunos, especialmente para los sectores radicales que, de cara a las elecciones legislativas y presidenciales de 2022, pueden capitalizar la situación.

El Gobierno ha ganado al tener el comunicado de apoyo de las cortes y de los partidos políticos y se espera que los diálogos de estos días ayuden a bajarle el ánimo de violencia a las manifestaciones, y a los bloqueos, que no dejan nada bueno para las partes involucradas.

EL Comité de Paro ha ganado visibilidad pero pierde imagen porque es incapaz de encarrilar una negociación, mientras que la gente que está en las calles gana al poner unos temas en la agenda, pero también pierde en la medida en que la protesta se ha ido degradando con vandalismo, bloqueos y violencia.