Irán a cooperar con China

Editorial
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Un nuevo panorama se abre en materia de cooperación internacional, con el protagonismo de China.

Ya se sabe que los vencedores de la Segunda Guerra Mundial terminaron por organizar el mundo a su acomodo. Ello fue así no solamente en cuanto al diseño de la institucionalidad internacional, sino que los adalides del campo occidental se fueron quedando como artífices de las grandes operaciones, gerentes de las finanzas, y dueños de las condiciones en la apuesta por el desarrollo.  

Desde entonces han tenido en sus manos las palancas y los botones del sistema financiero y se han reservado la condición de artífices, directos o no, de los principales emprendimientos.

Esto significa que han sido ellos quienes deciden en qué dirección, y con qué objetivos, puede marchar la inversión.

Además, son los que califican quiénes van bien y quiénes mal: quiénes hacen la tarea conforme a los rituales del sistema y quiénes no. Hacen negocios de talla mundial, inventan figuras de las cuáles salen siempre ganadores, y establecen sanciones a uno u otro gobierno, conforme a sus valores.  

Numerosas interpretaciones se han dado a la afirmación del presidente Xi Jinping en 2017, en el sentido de que al comenzar una nueva era su país se encuentra cada día más cerca del centro del mundo.

Vaya uno a saber exactamente lo que quiso decir en chino. La cuestión tal vez radique en establecer si la China de ahora está dispuesta a aceptar el orden mundial tal como es, o si considera que tiene un papel que jugar en el mundo del futuro con protagonismo que implique de hecho cambios en el esquema del liderazgo en la promoción del desarrollo.  

Dentro de ese contexto, los ministros de relaciones exteriores de Irán y China acaban de firmar un acuerdo de cooperación en materias económica, política y de seguridad, en desarrollo del cual China invertirá 400 billones de dólares en Irán a lo largo de los próximos 25 años.

Los campos de cooperación incluirían desde la construcción de puertos y ferrocarriles hasta el desarrollo de tecnologías de la información, pasando por la atención en salud y el refinamiento del sistema bancario y financiero.

La retribución principal, como es obvio, sería el suministro de petróleo iraní a precios favorables a los intereses chinos.  


Ese acuerdo en particular, que para los chinos es uno más de los muchos que han suscrito, inclusive con países opuestos entre sí, ha llamado la atención por tratarse del acercamiento formal entre dos opositores de los Estados Unidos.

Entonces, en lugar de advertir que se trata de un nuevo encuentro entre dos poderosas civilizaciones, se han puesto a hacer cuentas sobre la viabilidad del acuerdo, sobre la base de la capacidad iraní de manejar sumas astronómicas de dinero, y se advierte que China no ha invertido semejante cantidad en países muy solventes, como los propios Estados Unidos, Australia, el Reino Unido o Canadá, por lo cual el anuncio sería para algunos un canto a la bandera con simples pretensiones políticas aparentemente benéficas para los dos países. 

Puesto aparte el ingrediente nuclear, que no forma parte del acuerdo entre China e Irán, conviene resaltar el avance indudable del modelo de alianzas en busca de propósitos de desarrollo por fuera de los circuitos tradicionales dominados por los Estados Unidos y las instituciones diseñadas para tales fines, como el Fondo Monetario Internacional.

No es un secreto que, con la realización de acuerdos de ayuda al desarrollo, que también ha suscrito con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, China fortalecerá su presencia y su influencia en el Medio Oriente, como lo ha hecho a lo largo de la antigua Ruta de la Seda y de versiones contemporáneas de la misma que abarcan otros destinos.

A lo cual hay que agregar la arremetida de inversiones chinas en todo tipo de empresas en diferentes continentes.  

Por el momento, tal vez lo importante sea que se ha perfilado una nueva forma de cooperación para el desarrollo. Y es claro que, si no se hacen esfuerzos para diseñar mejor el sistema hasta ahora imperante, sin meterle tanta ideología y buscando puntos de convergencia entre otros con el presidente Xi, el mundo seguirá en una especie de carrusel desordenado en busca de soluciones.

En todo caso, mientras eso se define, cada vez más países irán a cooperar con China.