Personas naturales, estados dentro de los estados

Editorial
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Nadie duda de los avances en el mundo en todos los frentes. En el ámbito del bienestar de los pueblos, en la total cobertura en la educación y el servicio médico; en la construcción de autopistas y de veloces vehículos para transitar en ellas; en las majestuosas edificaciones; en los aviones comerciales que dada su velocidad acortan las distancias; en los buques destinados a cruceros que son ciudades en el agua y en las capitales como Dubái exótica, moderna y sui generis.

También en los trenes balas, las superpantallas de los nuevos televisores, los aparatos móviles sofisticados para comunicarse con el mundo; en fin, todos los logros tecnológicos, científicos, médicos, de asistencia hospitalaria y de centros geriátricos públicos y privados, que entre otras cosas han ayudado y mejorado en forma notable para que la gente pueda alcanzar una mayor edad. Es una realidad que estamos palpando.

Se han aprobado leyes que benefician a la mujer, a las negritudes, a los indígenas, a los de menores recursos, con el noble propósito de darles a todos ellos el abrigo y el respaldo del Estado; es más, en algunas naciones ese mismo Estado benefactor ha colapsado toda vez que ha dado más de aquello que puede dar y se han convertido en Estados fallidos.
Pero estamos observando una nueva cultura que prácticamente es una anticultura cual es la que se denomina progresista cuyas ideas acomodan la historia y solamente cuentan aquello que favorece su pensamiento y nadie puede pensar en forma diferente.

Fomentan el odio, destruyen la libertad, le restan importancia al lenguaje e incluso contradicen en algunos aspectos conceptos y principios que otrora no los contemplaban sino rechazaban como por ejemplo el apoyo abortista de origen nazi.

Actualmente los comunistas contrariando sus postulados históricos acogen y defienden el aborto. Simple y llanamente se trata de una dictadura cultural. Esas teorías son el reemplazo del materialismo histórico; eso es, lo que llama el filósofo francés Michel Onfray “el régimen progresista descerebrado”.

Otra cosa inexplicable, absurda y contraproducente para la buena marcha de las naciones es que las personas naturales estén imponiendo a los Estados las reglas del juego en asuntos que no son ni pueden ser de su incumbencia. Es el caso de Georges Soros quién se considera filántropo porque apoya a todo lo que tiene que ver con los comunistas, pero para algunos por su intervención en la vida política de los gobiernos. es un conspirador.

Dueño o principal accionista del New York Times, con injerencia directa en Human Right Watch en materia de derechos humanos habida cuenta de que fue su creador, ha tenido manejo e intervención directa en la selección de Magistrados de la Corte Penal Internacional.

Está dándoles apoyo financiero a todos los candidatos bolcheviques a la presidencia de sus repúblicas con vistas a imponer regímenes totalitarios. Ahora protege la dictadura de Maduro, está al lado de Cuba y Nicaragua y últimamente contribuyó a la derrota de Trump en Estados Unidos, de tal manera que pesa mucho en la órbita política.

Igualmente, el señor Zuckerberg, genio de internet e informática, es socialista recalcitrante, propietario de WhatsApp, Facebook e Instagram y monopoliza las redes sociales. Los comunistas lo consideran inmoral por su riqueza, pero le han comprado millones de datos de sus clientes, haciendo fáciles acuerdos; así juegan ellos, son los mismos y quizás por ello son intocables.

Vende información a gobiernos y a empresas particulares. Cuarenta y cinco Estados lo enjuiciaron por sus prácticas monopolísticas, más ninguna demanda ha prosperado. En el 2018 pagó una multa cuantiosa por robar los datos de 87 millones de usuarios y tuvo que pedir perdón público. Ese es el escándalo de Cambridge Analytica. Los hermanos Winkleross lo demandaron sin éxito por robarle la idea original de Facebook, por tanto, por todos los hechos relatados no es el ejemplo de honradez profesional.

Ahora a Trump ordenó suprimirle el Twitter, atentando contra la libre expresión. A propósito de ese abuso la líder europea Ángela Merkel dijo que “la libre opinión es un derecho fundamental de importancia esencial. Solo se puede intervenir dentro del marco definido por los órganos legisladores; no por decisión de una dirección corporativa de plataformas en las redes sociales y el ex presidente Álvaro Uribe expresó que “la libertad de expresión es una conquista del Estado democrático, preocupa que los gigantes tecnológicos impongan el retroceso”.