La insistencia de un nuevo Aeropuerto

Editorial
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Llevamos cinco años desde que el Gobierno Nacional cuando un dos de febrero (con Germán Vargas Lleras como vicepresidente) anunciaba la tan cacareada ampliación de la pista del Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, con los objetivos de mejorar el aterrizaje y despegue de aeronaves en un corredor tan corto (1.700 metros) y a su vez posicionar a Santa Marta como una ciudad destino para vuelos internacionales desde lejanos orígenes, especialmente Europa.

En  aquel entonces el mismo Vargas Lleras había dicho que el estudio de impacto ambiental estaría listo en seis meses y hasta el sol de hoy no ha aparecido. Más bien lo que han surgido son impedimentos que van desde la negativa del mismo Ministerio de Hacienda de aprobar recursos para financiar una obra que hasta el 2017 le costaba al país 300.000 millones de pesos, correspondientes al alargamiento de la pista hacia el mar, como única opción de no cambiarle su orientación; hasta la espera de la respuesta que tengan las comunidades indígenas para permitir dicha construcción en un sector marcado por lo que se conoce como ‘Linea negra’ , una serie de puntos sagrados de adoración y pagamento de la cultura ancestral, en el cual uno de ellos está ubicado precisamente en la zona en cuestión.

Esto sin contar con las voces de rechazo que desde los ambientalistas, con aquello del daño al ecosistema  y la erosión costera pueda generar construir el que sería el espolón más grande de la región, con más de un millón de metros cúbicos de roca y concreto en el lecho de nuestra costa, sumado a algunos empresarios del sector inmobiliario quienes ven como se pierde con los años la zona de mayor desarrollo inmobiliario para el turismo en Colombia.

Por estas razones y otras más que se expresarán más adelante insistimos nuevamente desde esta tribuna informativa la necesidad de replantear  la idea de trasladar la terminal aérea, alejada de la urbe y que genere los menores daños en materia ambiental, inmobiliario y hasta, por qué no, financiero para los colombianos.

Y volvemos a traer este tema a colación en vista de la iniciativa de los congresistas de la bancada de Magdalena que han llevado el proyecto de ampliación hasta el escritorio del Presidente Duque para que lo promueva dentro de las 51 obras que se harán en el departamento en lo que queda del cuatrienio presidencial.

La primera razón para justificar el traslado del Aeropuerto está relacionada con la funcionalidad del mismo: pasar de una terminal exclusiva para el tráfico de pasajeros a una donde se diversifique su oferta comercial con una terminal para carga y hangares para vuelos privados, exige una infraestructura mucho más amplia y acorde con las exigencias de un mercado multipropósito abierto al mundo.

Otro punto radica en la apertura del mercado exportador local: ya se han evidenciado las dificultades que hay para que productos como el café, frutas y flores que se dañan durante el trayecto por las diferentes vías en mal estado de la Sierra Nevada, cuando son enviados hasta Barranquilla, perdiéndose por completo. Una nueva terminal superaría eso obstáculos y aseguraría a Magdalena como un exportador por excelencia al integrar sus conexiones aéreas, marítimas, terrestres y ferroviarias.

Con el traslado ganamos todos: al mudarse el Aeropuerto estaríamos ante la solución de dos obstáculos a la vez, una terminal más amplia y definitivamente acorde con su designación como internacional y también se estaría aprovechando varias hectáreas de terreno óptimo para el levantamiento de grandes edificaciones para solventar la creciente demanda del turismo de alto nivel nacional y extranjero que se desea llegue a la ciudad en un futuro cercano que, a su vez, mejoraría la oferta de empleo que es crítica en la actualidad

Y la última razón y no menos importante es que el Simón Bolívar no va a tener para donde crecer: la terminal de pasajeros que tiene pocos años de funcionar solo podrá tener una vida útil de 20 años, después de ello debe ser ampliada para acoger a los millones de viajeros que transitan cada año allí. Quiérase o no la opción de traslado se tendrá que dar tarde que temprano.

 Aunque la decisión aún no es definitiva por parte del Gobierno Nacional, esperemos que todos los que intervengan en la iniciativa exploren las oportunidades que se tienen a la mano y de los mucho que se puede perder en el desarrollo y progreso de la región. Ampliemos horizontes, pensemos en grandes cosas que queden para la posteridad.



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