Fin a la dictadura de Evo

Editorial
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La renuncia de Evo Morales a la presidencia de Bolivia, luego de convocar a nuevas elecciones, pone fin a una era que debe ser apreciada con un sentido histórico, más allá de las pasiones recientes.

Con su renuncia culmina una etapa de grandes transformaciones políticas, sociales y económicas que Morales lideró, con eficacia, en breve tiempo y en el marco de una inmensa movilización de la sociedad.

Los gobiernos de Morales le trajeron a Bolivia estabilidad y dignidad; contra sus promesas, no instituyó un nuevo modelo económico que de imponerlo habría llevado al hermano país a un descalabro como en Venezuela. Al contrario, con inteligencia y pragmatismo estableció políticas de recuperación de los recursos energéticos de su país, generando rentas que distribuyó en políticas sociales focalizadas y universales, reduciendo la pobreza y la desigualdad. Estas políticas fueron acompañadas del empoderamiento de los sectores indígenas a quienes les reconoció derechos, lenguas y libertades, una reivindicación también histórica.

A pesar de estos logros, su Gobierno tuvo un déficit de institucionalidad; ejerció su tercer mandato violando la Constitución y se preparaba para ejercer un cuarto período y quizá un quinto, porque el Tribunal Constitucional Plurinacional de Bolivia resolvió que tenía el “derecho humano” a la reelección indefinida, despreciando los resultados del referéndum de año 2006 cuando el pueblo mayoritariamente se pronunció contra la reelección.

Ese fue el origen del fraude del pasado 20 de octubre. Como se sabe, el Tribunal Electoral puesto a su servicio amañó el conteo de votos y lo proclamó ganador antes de que se contara el total de los sufragios. Luego, desafió con soberbia a los ciudadanos movilizados y a los observadores internacionales, aprestándose a un nuevo mandato a pesar de su alta cuota de ilegitimidad. Morales, que había unido al pueblo para objetivos históricos de Bolivia, terminó dividiendo a su país.

Los hechos de los últimos días, incluyendo su renuncia, son consecuencia de su irresponsabilidad, una situación que los bolivianos deberán afrontar con diálogo y tolerancia en un complejo proceso que se inicia. En el hermano país no hubo un golpe de Estado como se empeñan en señalar Morales y sus seguidores. Hubo el intento de un fraude que los ciudadanos impidieron con coraje y entrega, ante lo cual Morales tuvo que abandonar el poder. Es hora de avanzar a la restitución de la democracia, defendiendo y consolidando los logros de los últimos años.

La renuncia de Evo Morales a la presidencia de Bolivia, luego de convocar a nuevas elecciones, pone fin a una era que debe ser apreciada con un sentido histórico, más allá de las pasiones recientes. Con su renuncia culmina una etapa de grandes transformaciones políticas, sociales y económicas que Morales lideró, con eficacia, en breve tiempo y en el marco de una inmensa movilización de la sociedad.Los gobiernos de Morales le trajeron a Bolivia estabilidad y dignidad; contra sus promesas, no instituyó un nuevo modelo económico que de imponerlo habría llevado al hermano país a un descalabro como en Venezuela. Al contrario, con inteligencia y pragmatismo estableció políticas de recuperación de los recursos energéticos de su país, generando rentas que distribuyó en políticas sociales focalizadas y universales, reduciendo la pobreza y la desigualdad. Estas políticas fueron acompañadas del empoderamiento de los sectores indígenas a quienes les reconoció derechos, lenguas y libertades, una reivindicación también histórica.A pesar de estos logros, su Gobierno tuvo un déficit de institucionalidad; ejerció su tercer mandato violando la Constitución y se preparaba para ejercer un cuarto período y quizá un quinto, porque el Tribunal Constitucional Plurinacional de Bolivia resolvió que tenía el “derecho humano” a la reelección indefinida, despreciando los resultados del referéndum de año 2006 cuando el pueblo mayoritariamente se pronunció contra la reelección.Ese fue el origen del fraude del pasado 20 de octubre. Como se sabe, el Tribunal Electoral puesto a su servicio amañó el conteo de votos y lo proclamó ganador antes de que se contara el total de los sufragios. Luego, desafió con soberbia a los ciudadanos movilizados y a los observadores internacionales, aprestándose a un nuevo mandato a pesar de su alta cuota de ilegitimidad. Morales, que había unido al pueblo para objetivos históricos de Bolivia, terminó dividiendo a su país.Los hechos de los últimos días, incluyendo su renuncia, son consecuencia de su irresponsabilidad, una situación que los bolivianos deberán afrontar con diálogo y tolerancia en un complejo proceso que se inicia. En el hermano país no hubo un golpe de Estado como se empeñan en señalar Morales y sus seguidores. Hubo el intento de un fraude que los ciudadanos impidieron con coraje y entrega, ante lo cual Morales tuvo que abandonar el poder. Es hora de avanzar a la restitución de la democracia, defendiendo y consolidando los logros de los últimos años.