Petro sin Dios, honor ni gloria

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 Por: Rosember Rivadeneira Bermúdez
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Anhelamos revivir las éticas e idílicas disputas de seres poseídos por un espíritu de servicio, narradas en los textos de historia universal que los estadistas conservan cubiertos de polvo y telaraña, porque hoy se habla, se vive y se aplaude las triquiñuelas de las alimañas que hacen parte de una política deteriorada.

La honestidad es una virtud en vía de extinción. Resulta extraño hallar a políticos honorables, pues en el sector público contamos con actores que ocultan su faceta de bribones. Fingen cualidades de seres iluminados, pero al llegar la noche, la luna revela que son los crueles rufianes que diariamente se embriagan con el cáliz de la gula y la codicia.

Por eso, hoy no conquistan con propuestas realizables, sino enlodando al oponente y manipulando la conciencia de todo el que se involucre en la contienda.

Las advertencias de la sagrada escritura cobran vida. Hemos dejado de sufragar para exaltar la pureza. En el presente la problemática radica en elegir a quien simule ser el menos delincuente.

El deplorable concierto para destruir a Fajardo, a Fico, Gaviria y hoy a Rodolfo Hernández, revela que Petro no representa un cambio. El Pacto es una maquiavélica obra teatral, animada con la actuación estelar de seres oscuros que pretenden arrebatarles el poder a los colombianos.

Cuentan con un excelente guionista, que lejos está de pertenecer al linaje del Libertador; también con un actor invitado, supuesto intelectual, quien se ufana de ser un estadista, y no posee barreras para impedir el desenfreno de la criminalidad que florece en su consciencia. Y un promiscuo de la política; otro ser indigno y carente de ideología, que se traslada de un partido a otro con la facilidad con que las modelos cambian de pasarela. Abre tus ojos y ve, porque lleva años alimentándose de ti. Este espécimen infernal interpreta excelentemente el personaje. Ocultó el vestido y el calzado fino, abandonó sus buenas maneras, el corte de cabello, la barba sofisticada y perfumada que lucía cuando militaba en la derecha, y hoy se viste, actúa y se expresa vulgarmente. Es la táctica para fingir que pertenece a la clase popular. Ellos no son uno de los tantos humildes que luchan por salir adelante, llevando una mano levantada en búsqueda de la gloria y otra abierta apuntando hacia bajo para ayudar al necesitado.

Proponen transparencia y generación de riqueza mediante el fortalecimiento de la tributación, pero sus miembros emigran de otros países transportando divisas clandestinamente para evadir el pago de los impuestos, con el propósito de invertirlos en el fortalecimiento de la hoy corroborada inmoral campaña presidencial Petrista.

Sube el telón e inicia la función. Crean la necesidad, escuchan el clamor del pueblo y adoptan el lema esperanzador del “cambio” que impedirá el supuesto continuismo. Pero, no basta con diseñar la imagen de un ángel, es necesario cautivar o destruir a los opositores.

La estrategia destructiva inicia con una petición de apoyo, acompañada de la promesa de participación en el ejercicio del poder, no sin antes sembrar en la psiquis del oponente la idea de ser un candidato derrotado, abandonado y desprestigiado.

Conforme a este ardid, Petro exalta a quien acepta sus propuestas de sometimiento y destruye a quien lo rechaza. Intentó seducir a Hernández, invitándolo a integrar el pacto que supuestamente moralizará y enriquecerá a Colombia, pues según la imagen que publicitan en los medios de comunicación, se trata de un colectivo que reúne al excelso componente humano de la sociedad. Por eso deseaba contar con Hernández.

Sin embargo, ante el rechazo, inmediatamente Hernández fue señalado de encarnar la continuidad de Uribe y fue vertida en su humanidad las blasfemias empleadas en contra de Federico Gutiérrez. Visible es la estrategia: si el terreno y la ubicación de ventaja es la misma, aunque cambie el oponente, la táctica se conserva.

Luego acuden a la táctica dual, en la que los militantes del pacto son la fuerza oscura y destructiva, y Petro el alma iluminada que rechaza todo acto de maldad. Entonces, envía a sus huestes a difamar y destruir, mientras él se encarga de desmentir, y a otros el agua sucia atribuir.

Al ser descubiertos, en primer lugar, desmienten el señalamiento. En segundo lugar, sofocan el fuego de la realidad, difundiendo información falsa o verdadera del oponente para introducirlo en la misma fosa de desfavorabilidad. En tercer lugar, publican información culpando a otros. De esta manera crean en la población una sensación de incertidumbre, sumergiéndola en la duda; la cual, posteriormente, transporta a los ciudadanos a un estado emocional de rechazo y, finalmente, al olvido del pecado cometido.

Ahora el pueblo conoce otra estrategia. En la contienda no importa que el señalamiento sea veraz, sino en que el ciudadano lo crea como tal.

Agotada la primera escena destructiva, el libreto sugiere al actor principal que armonice sus ideales y apacigüe al sector intolerante de sus seguidores, quienes pretenden infectar a la sociedad mediante la implantación del virus de la uniformidad ideológica, inoculado a través de las armas y las palabras ofensivas.

Este proceder me hace recordar la película de “THE MATRIX”. En Petro observo al agente SMITH introduciéndole la mano a todos en la consciencia para convertirlos a la fuerza.

Al bajar el telón, los sabios comprueban que el Pacto es un nido de farsantes. Así lo revelan los acontecimientos, la conducta maliciosa de quienes lo integran, y la traición ofrecida entre sus miembros. Lanzaron la piedra y resultaron aplastados con la malicia de sus actos.

Llegó el momento de abrir los ojos, cerrar los oídos ante la mentira y salvar la Patria. Compatriotas, no es momento de tibieza, un voto en blanco es el inicio de la catástrofe, y uno por el Pacto es el suicidio de la democracia.

¡Votaré por el Ingeniero Rodolfo!

Colombianos… ¡elijan sabiamente!




Escrito por:
Autor: Aprendiz Sena