Santa Marta es una ciudad de contrastes, una ciudad caribeña en todo su esplendor, dónde la opulencia y la pobreza conviven marcadamente en todos sus sectores, y su belleza natural sobrepasa cualquier legado de ineficiencia administrativa e incompetencia de sus entes regidores.
Sin embargo el nuevo decreto de fotomultas parece una broma de mal gusto. A pesar de las evidentes diferencias ideológicas que existen en la ciudad, hay una premisa en la que todos sus habitantes están de acuerdo, y es que, en Santa Marta, no hay una sola calle en buen estado. Entonces el hecho de que existan cámaras que revisen si la certificación tecnomecánica de un automóvil está al día, y no solo eso, sino que generen una multa, debe rallar en lo irracional.
Surge la pregunta lógica ¿Cómo van los habitantes de la ciudad a mantener sus vehículos en buen estado, si las calles son auténticas trampas para la amortiguación y el buen funcionamiento de los mismos?
Esperemos que la entidad encargada de imponer estos castigos absurdos tenga una respuesta tan lógica como la pregunta que surge debido a su actuar. No hay manera de mantener los carros en el estado que exige la revisión tecnomecánica, mientras que las vías de la ciudad estén en el estado actual.
Despierta Samario, primero debe haber garantías de circulación, sin huecos capaces de reventar una llanta a 20 km por hora, sin compartir la vía con carruajes de tracción animal que sin tener las exigencias de un vehículo, circulan de manera campante por la calles de la ciudad, sin la invasión de las calles por el comercio informal, y sin obras inconclusas obstruyendo la circulación, entonces y solo entonces, puede haber regulación sobre los ciudadanos de bien que intentan estar al día en este país lleno de obligaciones ciudadanas, pero vacío de derechos.