La pesca con chinchorro en Taganga, una práctica histórica que lucha por mantenerse

Un grupo de pescadores saca un chinchorro hacia la orilla de la playa al finalizar la tarde en Genemaka, Taganga.

SANTA MARTA 497 AÑOS
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La organización de pescadores artesanales más antigua en Colombia y Latinoamérica está en Santa Marta, y a pesar del “abandono” estatal, lucha por conservar lo ancestral.

Por: César Barrera Palomino.

Periodista de EL INFORMADOR.

Fotos: César Barrera y Édgar Fuentes Acosta.

La pesca artesanal en Taganga, corregimiento de Santa Marta, no puede desaparecer. Es una tradición enraizada a la historia, heredada de los ancestros de generación en generación. Aunque se ha mantenido por sí misma por muchos años, hay una gran preocupación en la comunidad pesquera por el poco apoyo gubernamental que se ha recibido. Los pescadores advierten que, si continúa la indiferencia, el camino a la extinción de la actividad sería inminente y precisamente eso es lo que no quieren que pase.  


En la temporada de enero hasta marzo por lo general hay subienda de ‘cachorreta’ en
Santa Marta.

Este oficio ancestral, más allá de ser una actividad económica de la que viven algunos grupos de la ciudad, significa para los miembros de la Corporación de Pescadores Chinchorreros de Taganga un arte cultural que debe conservarse en Santa Marta. Para los integrantes de esta organización, el sustento diario es fundamental, pero la plata no lo es todo y también luchan por proteger la tradición de los antepasados para poder transmitirla a los menores. 

  



Orlando Cotes Cantillo es el presidente de la Corporación de Pescadores Chinchorreros de Taganga, la entidad de pesca artesanal más vieja que tiene América Latina y que nació en 1840 bajo el nombre de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario.  Actualmente cuenta con 164 socios y tiene 171 redes adscritas. 


Los ciudadanos suelen acercarse por las tardes a la bahía de Taganga para comprar los pescados a un mejor precio.

El líder de la entidad en mención expresó en diálogo con EL INFORMADOR que las problemáticas que viven los pescadores son muchas. Enfatizó en que la calidad de vida del pescador es muy difícil, debido a que muchos no tienen vivienda propia y algunos solo pueden consumir dos platos de comida al día. “Eso es lo que queremos visibilizar ante la institucionalidad para ver en qué podemos coadyuvarnos para trabajar en pro de la comunidad, que es una de las más vulnerables de la ciudad”, dijo.

Cotes Cantillo ve con intranquilidad que, pese a que la tradición se ha logrado mantener por sí misma, existe el riesgo de que pueda desaparecer si no se cuenta con la ayuda estatal. Por eso, les hace un llamado directo primero a las autoridades locales. “Doctora Virna Johnson y gobernador Carlos Caicedo, les invitamos a mirar hacia el sector de los pescadores. No solamente como una actividad para el sustento económico para algunos ciudadanos, sino más como una práctica cultural de Santa Marta que hay que conservar y no puede acabarse”, afirmó.

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“Hay una historia tras la pesca en Santa Marta que no ha sido visibilizada. Los pescadores ayudaron a la construcción de la ciudad cuando sacaban la piedra de cal. Muchas obras fueron construidas con las piedras de cal sacadas por pescadores tagangueros y gaireros”, contó el presidente de la corporación.


Después de la faena, es usual que lleguen los conocidos ‘rebuscadores’, quienes se llevan los pescados en canastas para
venderlos en los barrios de la ciudad.

Agregó: “buscamos mantener la tradición y tramitar un proyecto de ley en el Congreso, que declarara la pesca con chinchorro como patrimonio inmaterial de la nación. Pasó primer debate. Fue aprobado por la Comisión Sexta del Senado, pero lastimosamente no la agendaron para plenaria, pero ahí estamos, haciendo un proceso de visibilización para tratar de mantener la tradición que se ha conservado por sí sola, pero si no hay la ayuda necesaria, el camino que lleva es a desaparecer y eso es lo que no queremos que pase”, dijo Orlando Cotes Cantillo.

No solo es tirar el chinchorro

La pesca artesanal -que lleva más de 400 años en la ciudad- se compone de un gran esfuerzo en equipo y es más compleja de lo que parece. Los pescadores inician su actividad desde aproximadamente las 5:00 de la mañana y la terminan casi a las 6:00 pm. Se movilizan en embarcaciones pequeñas y desarrollan una labor coordinada. En Taganga se dividen al menos 11 ancones para poder pescar. 


Los miembros de la Corporación de Pescadores Chinchorreros de Taganga suelen movilizarse en embarcaciones pequeñas, sin embargo, cuando se alejan un poco más, suelen transportarse en lanchas más grandes.

Los integrantes de la Corporación de Pescadores Chinchorreros de Taganga se van rotando periódicamente los ancones. “Es una tradición indígena. La bahía de Taganga tiene 7 ancones y en el área del Parque Tayrona hay más (Granate, Punta Aguja). Allá queda el ancón de La Cueva en Bonito Gordo, entre otros”, explica Orlando Cotes.

Actores y funciones en las faenas

Julio De Andréis, quien lleva toda su vida dedicada a la pesca desde el año 1975 aproximadamente, y quien fuera presidente de la organización desde el año 1981 hasta el 1996, explica que “un ancón de pesca es una parte a la que va la gente a recrearse, pero se lleva el chinchorro que pertenece a la pesca artesanal”.


En la parte alta de un cerro, desde una caseta el vigía observa cuando entra el cardumen a la red y se comunica con los jaladores y el buzo para sacar la red y capturar los peces.

Por lo general, las faenas de pesca se componen de un vigía, de otra persona dedicada al careteo, de un ‘calonero’ y por los jaladores. Según expone De Andréis, el buzo está pegado al ‘coco’, que es la división de una manga de la red hacia otra, entre la izquierda y derecha, y cuando ve a los pescados “pega un grito que dice ‘jala’, eso lo escucha el de la ‘casita’ y empiezan a jalar el chinchorro a veces entre 10 o 12 personas”.

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Durante las jornadas de pesca algunos miembros de la cuadrilla suelen ‘caretear’ por dentro del chinchorro para dar aviso a los jaloneros en el momento indicado. El grito para los compañeros es: “jala, jala”.

Por su parte, Orlando Cotes Cantillo, se refiere detalladamente a las tres etapas: “el ‘calonero’ (que hace parte de la cuadrilla del dueño de la red de ese día); el jalador (es el que llega y lo acogemos), cualquier ciudadano con ponerle la mano a la red ya tiene derecho a una parte de lo que se sustraiga; y en el afán de pasar las tradiciones a los niños, también se les da su parte. Todo eso se hace en las partes especiales en los ancones”, asevera.

El primer ancón de pesca en Taganga está en la primera playa, de nombre ‘Genemaka’; el segundo está en ‘La Playita’; el tercero es ‘El Ancón’, al lado de Playa Grande; después vienen los de ‘Sisiguaka’, Monokuaka; más hacia el Parque Tayrona, se llega hasta Punta Aguja (donde hay tres conocidos como La Primera, La del Medio, y La Última); y más arriba queda La Cueva. Algunos se van hasta el Cabo de la Vela. Otros lo hacen a través de lanchas con nailon, pero ya eso es pesca semiindustrial y por lo general son los que traen el pargo, mero, o el medregal.


Mapa de ancones de pesca cercanos a Taganga. La imagen está en la subida del cerro que conduce hacia Playa Grande.

Vivir de la pesca

A los pescadores a veces les va bien, a veces les va mal. Todo depende de la incertidumbre del día a día. Así como pueden ganarse más de $100.000 pesos en una jornada, también pueden irse con las manos vacías. 

El presidente de la Corporación de Pescadores, Orlando Cotes, contó en entrevista con EL INFORMADOR que hay una dinámica a la que se le llama “de repartición de lo extraído”. Primero sacan lo que se invierte en gasolina, en comida, en hielo. Y eso se saca del mismo producido. “De lo que queda, le sacamos el 30 % a la red para que el dueño tenga ingresos propios como comprar materiales. Y el otro 70 % se distribuye dentro de los pescadores que hacen parte de la cuadrilla y de la faena de ese día. En partes equitativas se reparte”, aseguró.


Orlando Cotes Cantillo, presidente de la Corporación de Pescadores Chinchorreros de Taganga.

Miguel Guerra, de 55 años, conocido como ‘El rey de las cabezas’ dijo a EL INFORMADOR: “desde que nací estoy en esto. Mi papá me llevaba a ‘burriquito’ a pescar. A los 5 años ya yo venía con 20 ‘pescaos’. Ya jalaba como un adulto”.

Julio De Andréis, dice que salía con su papá desde joven a pescar. “Este oficio me ayudó a sacar a mi familia adelante. La Corporación de Pescadores Chinchorreros de Taganga es la más vieja a nivel nacional, es la empresa más grande existente artesanalmente. En 2019 eran 130 afiliados y más de 100 chinchorros”, contó. 

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“Acá en Taganga pescamos más que todo la ‘cachorreta’, el atún, el bonito, la cojinova, en algunas épocas hay sierras, pero eso es más o menos lo que cogen los chinchorreros. Un chinchorro lleno lo vendían en 3 o 4 millones de pesos en 2019. El pescador normalmente se turna y no va todos los días porque son varios socios. El pescador podría hacerse entre $10 mil, $20 mil, $50 mil o $150 mil pesos según la jornada. Aquí vienen los rebuscadores con las canastas. Compran y venden en Santa Marta y los riegan en los barrios. En enero a veces se complica la pesca por la brisa. El agua fría también hace que el pez emigre. Después viene la subienda de ‘cachorreta’, albacora y bonito”, expresó De Andréis a EL INFORMADOR.


Luis Jiménez, pescador veterano de Taganga, miembro de la corporación.

En Taganga también hay mujeres pescadoras. En la Corporación en 2019 había al menos 15. Y también se turnan y pescan por lo menos 3 veces por semana. No solo los hombres hacen el trabajo. Ellas también ‘caretean’ y jalan. Algunas lo hacen por tradición familiar, otras porque “no hay más trabajo”. En esa entidad, hasta los venezolanos son bien recibidos y hay algunos que ‘se rebuscan’.

“Pescaré hasta que Dios me recoja”, asegura Luis Jiménez, quien tiene 62 años y ejerce la pesca desde hace 45. “Mi abuelo y mis tíos fueron pescadores ancestrales, fundadores de varios ancones. Estudié, llegué hasta quinto de primaria y empecé a pescar. Uno aprende desde pequeño. En mi casa ya tengo hasta bisnietos. Y he sacado a mi familia adelante con esto. Trabajamos por turnos. Salí hace tres días de un ancón de pesca y me fue bien. Hoy les toca salir a otros”, indicó. 

Jiménez adiciona que “el salmón criollo aparece de vez en cuando. Mis familiares también pescan. Esto es una tradición larga, de más de 200 años. Uno invierte, pone a veces $100 mil pesos y se viene con las manos vacías, hay veces que se gana. La Corporación está tratando de hablar con los entes distritales para ver qué hacemos. Habíamos estado distanciados. Estamos tratando de conseguir soluciones. Hemos tenido poca ayuda del Gobierno”, señaló.


Julio De Andréis, pescador taganguero.

Orlando Cotes Cantillo, también dijo a EL INFORMADOR que: “de los 365 días que tiene el año, 365 días pescamos. Salimos a las 5:00 am y regresamos poco antes de las 6:00 pm o el último llega a las 7:00 pm. La faena de un ancón de pesca con chinchorro necesita más o menos de 6 personas y cuando hay subienda se requiere hasta de 40 o 50 personas. Hay partes a las que hay que llegar en lanchas más grandes, a otras cercanas llegamos en botes. Tendemos el chinchorro, se sube un vigía al cerro y otro se mete al agua para ver cuando entra el cardumen. Somos una pesca estacionaria en lugares solamente arenales donde podamos arrastrar el chinchorro. Es una pesca ancestral. Cada vez que entra el cardumen el vigía avisa, sacamos y volvemos y tendemos la red. Cuando el manchón es demasiado grande el vigía lo ve desde el cerro, los pescados tienen detalles que llamamos ‘relumbreo’ o tiembla”, manifiesta.

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Sobre la Corporación de Pescadores Chinchorreros de Taganga

La entidad fue fundada en 1940. Hace 5 años Orlando Cotes Cantillo es el representante legal. Lleva ya tres períodos. Llegó a ese cargo por un cambio generacional en la familia. La dueña de la red era su madre, quien por su avanzada edad decidió cederle el espacio como socio. Los miembros decidieron nombrarlo al frente de la organización por la gestión que venía realizando. 

“Mi gestión es más que todo de administrador de los bienes de la Corporación. Sacamos también recursos sociales para beneficio de la comunidad de Taganga. Hacemos aportes al deporte, a la educación, administramos el cementerio de Taganga. Tratamos de mantener los botes de pesca en buenas condiciones. También mejorar las condiciones de las casas de pesca. Cuando muere algún familiar de los pescadores también les colaboramos. Tramitamos recursos ante la Aunap para que lleguen recursos a la entidad y así ir avanzando”, narró Cotes.

Una luz al final del túnel

El gremio de pescadores de Taganga aseguró que la relación con la administración Distrital y Departamental “ha estado bastante quebrantada”. “Hemos tenido bastante distanciamiento por el abandono estatal que hemos tenido”, dicen los ciudadanos. No obstante, actualmente observan “una luz al final del túnel” después de recientes conversaciones y acercamientos que han tenido con algunos funcionarios. “De un mes para acá hemos venido restableciendo diálogos y esperamos que no quede todo en palabras. Y que todo sea para beneficio de la comunidad pesquera”, concluye la comunidad.