El hombre y sus ideas

‘Pepe’ Vives junto a sus hijos José Benito, Nelson, Orlando y Edgardo Vives Campo.

Vida y Obra Pepe Vives de Andreis
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El 16 de mayo de 1962, el reconocido periodista Antonio Cardona Jaramillo, publicó en las páginas de EL INFORMADOR una entrevista que le hizo a quien entonces era uno de los personajes más sobresalientes de Santa Marta y el Magdalena: José Benito Vives De Andréis. En su trabajo, ‘Antocar’ develó detalles del empresario y político, pero sobre todo del hombre.

En el marco de este especial, con el que celebramos los 125 años del natalicio y 35 del fallecimiento de ‘Don Pepe’, reproducimos esta entrevista que permite conocer un poco del pensamiento, los gustos y los afectos de uno de los personajes más importantes de la ciudad y el departamento.

Por: Antonio Cardona Jaramillo

El reportaje es una función de asalto. De guerrilla. De controversia. De lucha limpia entre una pregunta y una respuesta. Curzio Malaparte decía que la mejor respuesta era otra buena pregunta. La estrategia del reportaje no está en alabar ni en confundir, sino en combatir. Entre el hombre que pregunta y el hombre que responde, se corre el peligro de que el uno o el otro, o ambos, queden tendidos en el campo. El reportaje es la tremenda batalla de la sinceridad, de la pureza, de la claridad espiritual.

Las ideas, para que cumplan su misión de aglutinar, de convencer, de eternizar, de misionar, tienen que poseer la desnudez del agua, de las espadas, de la sangre. El camino de los grandes apóstoles han sido las parábolas. Y detrás de ellas, de su luz, la humanidad marcha fervorosamente, convencidamente, en pos de su infierno o de su cielo.

El destino del hombre, del apóstol, del caudillo, palpita como un pecho en su verbo y en su acción. En aquello que habla y en aquello que obra. El gran conductor no se salva por el espíritu ni por la sangre, sino por su pasión. Hay que vivir apasionadamente para poder morir apasionadamente. La existencia es una simple cuestión de vida o muerte, entre la frialdad o la pasión. Yo, para decirlo resueltamente, ya definí mi alma por la pasión desesperada del amor. Del amor a mi Dios y a su reino y a su eternidad. El reportaje es igualmente una confesión entre dos, y yo me adelanto a la mía, para empezar la jornada.

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Los demás, los otros, yo no sé cómo verán los otros y los demás a don José B. Vives De Andréis. O sí lo sé, pero ello no es fundamento que influya en mi manera de analizarlo o de conocerlo. Indudablemente, no existe en el medio municipal samario ni en el ámbito departamental magdalenés ninguna otra figura atacada ni tan desatendida, tan combatida ni tan defendida, tan vituperada ni tan elogiada, tan querida ni con tantas desafecciones, como el muy popular y muy prestigioso ‘Pepe’ Vives, rodando como agua por todos los labios y por todos los pueblos.

“En términos generales, me siento honrado de cuanto es mi sangre. Una buena parentela de médicos, de abogados, de ingenieros, de profesionales y de ciudadanos con consciencia  y de trabajo”: José Benito Vives De Andréis.

 

“En términos generales, me siento honrado de cuanto es mi sangre. Una buena parentela de médicos, de abogados, de ingenieros, de profesionales y de ciudadanos con consciencia y de trabajo”: José Benito Vives De Andréis.

Yo sé de muchos dispuestos a dar su vida por él, hasta sus últimas gotas de sangre. Pero también conozco a otros con opiniones y conceptos totalmente adversos. Y cual será, me digo yo, el real y verdadero de José B. Vives De Andréis: el de sus fieles o el de sus opositores o el que yo he tratado de analizar y de conocer y de estudiar y de leer a través de quinientos setenta y cinco días a su lado y su sombra, en una amistad que para mí ha sido alimento de consuelo y de ejemplos.

Cuál será el cierto y el efectivo don José B. Vives De Andréis, el nieto del genovés don Giuseppe De Andréis, coterráneo de don Cristóforo Colombo, que llegó a nuestro continente americano en 1834 entre los ‘camicie rosse’ del héroe del Resurgimiento Italiano Don Giuseppe Garibaldi, para anclarse como una semilla en nuestras a samaria playa colombiana. ¿La estampa, entonces, de este orgulloso y vital descendiente del legionario garibaldino, será la que se bruñe en las ‘viñas de la ira’? ¿O a que se esculpen la medalla del afecto y de la amistad y del amor? Entre los dos lápices, ¿cuál es y cual no es?

¿Sabían todos, atacantes y defensores, que ‘Pepe’ Vives llegó navegando en la sangre entre esperanza y fiebre de un abuelo que conversó y convivió con Garibaldi y que aquí en Santa Marta se hundió en la muerte como una noche iluminada entre la Sierra Nevada y el insondable Mar Atlántico? Son los secretos ancestrales, en la voluntad y en el carácter. José B. Vives De Andréis no es el trazo de unos ni el dibujo de otros. Entre quienes se equivocan por afecto y entre quienes no aciertan por exageración, el término medio no es precisamente la media humana ni mental de ‘Pepe’ Vives.

Él es, simplemente, el hombre que actúa, el hombre que piensa, el hombre que obra. Oigámoslo brevemente en el diálogo. Oír a una persona es casi verla interiormente. Oigámoslo en lo que él cree y en lo que él quiere y lo que él juzga, para que sea él mismo que vaya surgiendo de su propio universo. O de su mismo caos. Pero muy equívocamente, de toda su ánima.

“Mi obra preferida es Don Quijote de la Mancha”, aseguró ‘Pepe’ Vives.

Yo le pregunto a mi amigo Vives cuál es su vocación. Cuál es el punto de partida de su fortuna. A quién o a quienes juzga él como los personajes o como la figura más representativa en su departamento. Cuál figura histórica le hubiera agradado ser. Entre las ciencias y las artes y las letras, dónde se encuentra su mejor de devoción. Cuál juzga como el momento estelar de su vida. Quién ha sido, en su análisis y concepto, el mejor Presidente de Colombia. Cuál es su obra literaria predilecta y quiénes son sus autores preferidos. Qué lo ha desagradado mayormente en su tránsito humano y aquello que lo haya reconciliado con sus ocasionales enemigos. Cuál es su hobby. Y cómo mi respetable amigo Vives es propietario de tierras y guineos y vacunos. Le suelto mi final disparo pidiéndole su juicio sobre lo que tiene los sesos a todos los colombianos, gobierno y gobernados, políticos y electores, patrones y asalariados, comentaristas y desocupados: La reforma agraria. 

Lúcido, elocuente, fluido, responde sin ambigüedades ni circunloquios. Contesta con énfasis, con fe de estar diciendo su verdad. Don José B. Vives es un hombre nervioso, pero ahora es calma y es placidez. Está en uno de los momentos cruciales y fulgurantes de su destino, librando como conductor del Magdalena y como capitán político una descarnada y desgarrada batalla por su país y por su partido y en su nombre por el nombre de todos sus amigos, y no obstante, en la dura fatiga de la lucha se halla tranquilo, pleno, sosegado.

Nació el 3 de abril de 1894, y ahora está en lo mejor y en lo más pleno de su ardorosa juventud. Porque la juventud es un problema de alma y a ‘Pepe’ Vives le sobra y lo rebosa. Una de sus lindas subalternas, no yo, es quien lo advierte y me lo dice, muy de paso y fugaz “¡Don Pepe está joven y buen mozo!” Y para vernos a los hombres, pues las mujeres son mejores que nosotros mismos los hombres.

“Mi vocación, - empieza a decirme ‘Don Pepe’-, no es propiamente la política. Yo no llego nunca a ella. A mí me llevan, que es un caso distinto. Mi vocación es la economía, son los negocios, es el trabajo. Desde pequeño, de los diez a los doce años, he sido un hombre de negocios”.

Yo le pregunto a mi amigo Vives cuál es su vocación. Cuál es el punto de partida de su fortuna. A quién o a quienes juzga él como los personajes o como la figura más representativa en su departamento. Cuál figura histórica le hubiera agradado ser. Entre las ciencias y las artes y las letras, dónde se encuentra su mejor de devoción. Cuál juzga como el momento estelar de su vida. Quién ha sido, en su análisis y concepto, el mejor Presidente de Colombia. Cuál es su obra literaria predilecta y quiénes son sus autores preferidos. Qué lo ha desagradado mayormente en su tránsito humano y aquello que lo haya reconciliado con sus ocasionales enemigos. Cuál es su hobby. Y cómo mi respetable amigo Vives es propietario de tierras y guineos y vacunos. Le suelto mi final disparo pidiéndole su juicio sobre lo que tiene los sesos a todos los colombianos, gobierno y gobernados, políticos y electores, patrones y asalariados, comentaristas y desocupados: La reforma agraria.

Lúcido, elocuente, fluido, responde sin ambigüedades ni circunloquios. Contesta con énfasis, con fe de estar diciendo su verdad. Don José B. Vives es un hombre nervioso, pero ahora es calma y es placidez. Está en uno de los momentos cruciales y fulgurantes de su destino, librando como conductor del Magdalena y como capitán político una descarnada y desgarrada batalla por su país y por su partido y en su nombre por el nombre de todos sus amigos, y no obstante, en la dura fatiga de la lucha se halla tranquilo, pleno, sosegado.

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Nació el 3 de abril de 1894, y ahora está en lo mejor y en lo más pleno de su ardorosa juventud. Porque la juventud es un problema de alma y a ‘Pepe’ Vives le sobra y lo rebosa. Una de sus lindas subalternas, no yo, es quien lo advierte y me lo dice, muy de paso y fugaz “¡Don Pepe está joven y buen mozo!” Y para vernos a los hombres, pues las mujeres son mejores que nosotros mismos los hombres.

“Mi vocación, - empieza a decirme ‘Don Pepe’-, no es propiamente la política. Yo no llego nunca a ella. A mí me llevan, que es un caso distinto. Mi vocación es la economía, son los negocios, es el trabajo. Desde pequeño, de los diez a los doce años, he sido un hombre de negocios”.

“Yo recuerdo que, en mi niñez, en el almacén de mi padre, ya tenía mi clientela propia. Les suministraba, y con sobra de diligencia, cuánto me solicitaban: cigarrillos, arroz, harinas, fósforo, chocolate, café, vinos y toda clase de víveres”.

“Trabajaba y estudiaba al mismo tiempo. Allá está, precisamente, el punto de partida de lo que usted llama mi fortuna. Mis primeras utilidades, mis primeros ahorros, mis primeras economías, me sirvieron para comprar una casa por doscientos cincuenta pesos en la calle Tumba Cuatro (calle 19) con carrera cuarta, la cual arrendé a veinte pesos mensuales. Sí, indudablemente, hacer fructuosos negocios, crear grandes empresas, producir riqueza, bien sea para mí o para quienes tengan confianza en mis capacidades, esa es mi vocación”.

“El general José María Campo Serrano -continúa- y el doctor Luis A. Robles, son en mi sentir las figuras más ilustres en el Magdalena”.

“En la misma dificultad de su pregunta está la facilidad de la contestación. Yo hubiera querido ser Abraham Lincoln. Fue él quien dijo: ‘un gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo’”.

“La música, sin duda alguna, es mi mayor devoción”.

Cuando le preguntó que cuál juzga el momento estelar en su vida, don José B. Vives vacila, calla, recuerda. ¿Haber sido gobernador del Magdalena? pienso yo. ¿Haber sido Alcalde Mayor de Santa Marta? ¿O haber sido electo Representante a la Cámara? Un dulce, un evocador aire de amor lo cruza interiormente, y me contesta como navegando su corazón en el pasado: “Ese momento son dos. Mi matrimonio y mi viaje a Estados Unidos, para continuar mis estudios en ciencias económicas, el 5 de agosto de 1915. Llevaba seiscientos dólares por todo capital”.

Y aquí fue su respuesta más rápida y más afirmativa: “El doctor Eduardo Santos ha sido el mejor Presidente de Colombia”.

“Mi obra literaria predilecta -me dice - es ‘Don Quijote de la Mancha’. En mis escasos momentos de reposo y de tranquilidad, yo regreso como a una antigua lección a esa obra maravillosa y monumental. Siempre me hallo en ella con nuevas enseñanzas y con la misma belleza de la sencillez. Y no olvido, naturalmente, el primer libro que leí en lengua inglesa: ‘Siles Morner’, de George Elliot. Mis autores preferidos son Shakespeare y Carlos Dickens”.

“Aquello que más me ha desagradado -continúa- fue la casi sangrienta oposición a mi gestión de gobernante. No me hirió por lo cruel, sino por la injusta. Pero como la verdad se impone por sí misma, en ese desagrado se gestó mi mayor satisfacción, porque fueron los mismos jefes políticos y hombres de garra y de pelea que me combatían, quienes formaron la calle de honor para que yo regresara, cumplidas mis obligaciones y mi mandato, a la buena paz de mi vida privada”.

“Yo memoro algunos nombres de ellos, con mi afectuosa amistad: Anacreonte González, Carlos Angulo, Manuel Ariza, Heriberto Pabón Ramírez”.

Siendo un hombre de acción, un creador de riqueza, un potentado, una especie de envidiado y envidiable y fabuloso Rey Midas que no todo lo que toca, sino todo cuanto mira lo convierte en oro, el hobby del popular don ‘Pepe’ Vives es el de un soñador, el de un vago lírico, el de un poeta sin su “residencia en la tierra”. Yo le preguntó cuál es su hobby y cuando me imagino su respuesta por los manteles de una buena mesa o por capitosos vinos, o por allá por las colinas del Lazio en ‘El Rapto de las Sabinas’, él me asevera que su hobby es la lectura, es el cine, es la música. Extraordinario fenómeno en un millonario. Pero muy simple y muy común caso, en ‘Pepe’ Vives, que no esconde, ni puede hacerlo, pertenecer al pobre pero glorioso gremio de “la poesía secreta”.

Mi amigo se ríe, burla de la política al decir que él no es un político. Y yo le digo y lo creo yo, por el conocimiento que tengo de sus capacidades políticas, de sus facultades políticas, de su ardor político. De su malicia, de su astucia política. De su olfato político. Y, sobre todo, de su ojo político. Porque el gran político, el político de estirpe, está esencialmente en la vista. En ver las cosas que van a suceder. Y don José B. Vives De Andréis, que tiene una nariz de venado, ve en la sombra como las lechuzas, como los búhos. Para las empresas, para la administración pública, para los negocios, para hacer porvenir, para crear grandes instituciones, su ojo es de águila, para no acudir al ejemplo de animales rapaces que no sean de nuestra mismas altiandinas montañas.

Un puñado de obras, duraderas como la piedra milenaria, hablan de su energía y de su acción. A donde quiera que se observe en Santa Marta, que es el “país natal” de sus múltiples afectos, ahí está escrito su nombre, que ya no se borra por la mano agradecida de la historia. Un hospital, un hotel, un teatro, una escuela, una avenida, un altar para el Padre Ecuménico de la Libertad don Simón Bolívar, un camino, un puente, una secreta obra de caridad, una Federación de Productores de Banano, un Banco Bananero del Magdalena, una Compañía Bananera de Seguros, un magnífico periódico y muchísimas otras cosas más, en todo palpita su nombre de realizador y de ejecutor.

Manuel Benjamín Carrión, el ilustre pensador americano de Loja la ecuatoriana, escribiría su biografía titulándola: San José Benito Vives De Andréis. Pero este personaje, que rebasa las medidas de nuestro destructor medio amerindio, es para mí un pulso, un temperamento, una pasión que se desborda hacia la política. Para no buscarle otro trazo ni otro perfil, es un político. Un político en toda la nobleza del vocablo. Por lo sereno y por lo violento. Por lo soberbio y por lo humilde. Por lo orgulloso y por su modestia. Por su garra y por su mansedumbre. Sin darse cuenta de ello, de que, si es un animal noble de controversia política, es él personalmente que nos comprueba al dar su respuesta y su concepto sobre la trascendencia de la Reforma Agraria, empezando por el parágrafo de su posterior gestión como legislador desde el Senado de la República. Escuchémoslo finalmente:

“Si mis amigos liberales del Magdalena –piensa y habla ‘Pepe’ Vives-, me honran eligiéndome en las urnas el próximo 18 de marzo senador de la República, no llegaré al hemiciclo parlamentario a recibir, sino a dar. No iré en busca de fugaces triunfos, de pasajeras alabanzas, de hacer ni de consolidar un prestigio, ni una popularidad alrededor de mi nombre, porque todo lo efímero es humo que se disuelve en la nada de la vanidad. Llegaré en una misión de desvelado servicio por Colombia en estos nebulosos momentos de su tránsito democrático y republicano, de batalla, de guardia y de custodia por los intereses del Magdalena en esta hora de su riqueza potencial y de su progreso y de su engrandecimiento”.

“Mandar, creo yo, es servir, Pero servir con decoro, con disciplina, con nobleza, sin estudiadas diferencias, con desinterés. Sirviéndole, en primer término, la comunidad y la Nación. Y muy esencialmente, obrando de acuerdo con los principios filosóficos y sócales del partido al cual  se pertenezca”.

“Y vamos a servir. A servirle a nuestra tierra, a nuestras gentes.  A darles viviendas, a darles educación, a darles porvenir. Así está decretado y presupuestado en la Reforma Agraria, y vamos a darle cumplimiento a la Reforma Agraria,  en beneficio del pueblo y los necesitados”.

“Contamos con la herramienta legal de la ley y con crecido capital para ejecutarla, para que camine, para que se realice. No vamos a ser inferiores a nuestro destino histórico. La época no es para vivir de espaldas al hombre que trabaja, al hombre que crea y que padece. Yo, muy personalmente, no le tengo miedo a estas cosas transcendentales de las transformaciones sociales”.

“Hay que dar más, para que Colombia sea más. No quisiera hablar en primera persona del singular, pero me parece que ahora es necesario y dicente: en mis fincas, en mis empresas, en mis organizaciones varias y diversas, dos mil personas colaboran y trabajan conmigo y derivan  de mi grande esfuerzo el diario sustento. Y a ninguno de ellos le falta techo, ni agua, ni pan, ni escuela, ni ayuda, ni consuelo. El más celoso dador del Código Laboral en beneficio de esos dos mil amigos y colaboradores, soy yo mismo”.

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Don ‘Pepe’ Vives calla brevemente. Está en su elemento. Ambos, él y yo, observamos las cosas circundantes. La amplia biblioteca de su casa, donde un pequeño busto de Bolívar es la libertad, un barro del general Rafael Uribe Uribe es su partido Liberal, una cerámica de Don Quijote de La Mancha es el ideal, un bello mapamundi iluminado es el sueño de caminar, de navegar y de conocer y una hermosa fotografía familiar es su amor, es su sangre y es toda su vida. Una linda chiquilla, una nieta suya, se acerca al abuelo y lo trae como de un recuerdo o de un ensueño. Y don ‘Pepe’ Vives es verbo, otra vez.

Indudablemente, no existe en el medio municipal samario ni en el ámbito departamental magdalenense ninguna otra figura tan atacada ni tan desatendida, tan vituperada ni tan elogiada, tan querida ni con tantas desafecciones, como es el muy popular y muy prestigioso ‘Pepe’ Vives, rodando como agua por todos los labios por todos los pueblos.

 


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