Ya son más de cien años que el malecón de la Bahía de Santa Marta es el sitio obligado para pasear a toda hora. Aquí un recuento de cómo esta alameda ha sido modificada con los años.
Por Mario Ibarra Monroy
Redacción EL INFORMADOR
Durante un poco más de un siglo, el Camellón ha sido anfitrión permanente de samarios y visitantes. Desde quienes temprano suelen ejercitarse a la orilla del mar, pasando por los enamorados que contemplan un ocaso en la Bahía, hasta los noctámbulos bohemios y sibaritas, perdidos en la vida alegre bajo la luz de la luna.
El también llamado Paseo Bastidas ha tenido tantos cambios, que se puede afirmar es el espacio público con más modificaciones a lo largo de la historia de la ciudad, la gran mayoría después de la segunda mitad del siglo XX, cuando Santa Marta comenzaba a mirar al turismo.
Es por ello que contar su evolución es prácticamente contar la historia misma de Santa Marta, la cual ha permanecido aferrada a uno de sus más grandes tesoros que la bordean: el Mar Caribe.
Y es que es este terreno de 780 metros lineales y 33.053.09 metros cuadrados de nuevo sufrirá un cambio extremo, que como toda renovación urbana, tiene que ir acorde con las exigencias del mundo moderno, no pasando por alto la verdadera intención para la cual comenzó a erigirse hacia mediados de la primera década de la pasada centuria.
Asomando una idea
Fue en el año de 1793 cuando se conocieron los primeros bocetos de lo que se considera un bulevar o alameda, para la aletargada y poco desarrollada Santa Marta de entonces.
Según el historiador y arquitecto Álvaro Ospino Valiente, en una reseña histórica del Camellón escrita en 2017, da cuenta de un plano elaborado por el ingeniero militar Mauricio de Bolívar, donde muestra la construcción donde proyecta la construcción de un paseo peatonal paralelo al mar, que partía desde la actual Calle de San Antonio (20) hacia el sur, hoy barrio La Tenería.
Esa visión tardó en materializarse y por el contrario, el paseo peatonal que conocemos hoy hace 220 años era un espacio abierto donde el sol se imponía, limitando el acceso y uso recreacional de posteriormente tendría.
El boom bananero y las obras
No cabe duda que la actividad económica que marcó un antes y un después en la historia de Santa Marta fue la exportación del banano, esto conllevó a que la ciudad se fuera preparando para una época de ‘vacas gordas’ en materia de inversión para obras públicas y que requería con urgencia.
Esa condición además permitió a que las familias pudientes hacia los albores del siglo 20 salieran de la tradicional plaza principal de la vieja población para ubicar sus lujosas viviendas de frente al mar, brindándole un mejor status al sector que sirve como mirador hacia el Morro y la Bahía.
Comenta en algunos de sus apartados Ospino Valiente que en 1908, durante la gobernación de Luis Barros, se pudo erigir el primer tramo de o que hoy tenemos de malecón.
“Consistió en un relleno compactado entre las calles de Cangrejalito (10C) y de la Cárcel (14)”, cita el autor de la reseña.
Ese punto de unos 230 metros de extensión y que fue la base de lo que hoy existe se le llamó “Camellón Barros” en honor a su mentor.
Hace 100 años nace el Paseo Bastidas
Gracias a una ordenanza, la Asamblea departamental terminó por conectar el malecón. Con una inversión de $2.500 extendió el paseo peatonal desde la calle 14 hasta la Santa Rita (22), a eso le agregó el ornato y embellecimiento que lo ha venido caracterizando con las décadas, árboles de almendros y acacias bordeaban la prolongación de pavimento provisto de bancas para el descanso de los pasantes.
Las tardes de Santa Marta fueron diferentes, allí familias hacían un refrescante recorrido gracias a la brisa marina que nunca ha dejado de soplar y los jóvenes estudiantes lo tomaban como sitio para juegos y encuentros para charlar.
Cuentan que entre las 6:00 de la tarde hasta la 10:00 de la noche la ciudad se volcaba hacia el recién nombrado Paseo Bastidas, la ‘zona rosa’ de aquel entonces.
Llega don Rodrigo Galván de Bastidas
Sin duda un gancho que impulsó el interés de visitar más el Camellón, fue la instalación del monumento al descubridor de Santa Marta, Rodrigo de Bastidas, esculpida por el sevillano José Lafita Díaz y que debió ser puesta en el paseo que lleva el nombre del adelantado para la celebración de los 400 años de la ciudad, pero fue un año después que la ubicaron frente a la calle Cangrejal. Para 1961, fue reubicada entre la Calle de San Francisco y la Calle de la Cárcel y más adelante puesta en su sitio actual, entre las calles de la Cárcel y la Acequia, mirando fijamente el monumento de Bolívar a caballo.
Un hermoso edificio destruido
Quizás la mirada de los samarios hacia la playa de la Bahía se materializó en la tercera década del siglo anterior con la construcción del llamado ‘Club balneario’ junto al ‘Camellón Barros’, un lugar erigido en 1930 con ocasión del centenario de la muerte de Bolívar y que solía ser un espacio para cambio de vestuario, baño, descansadero hasta gimnasio.
Pero lo que más llamaba la atención en ese entonces fue el maravilloso diseño de esta obra construida por la Sociedad Comercial en Comandita Rueda & Co.
“El edificio estaba organizado a través de un gran patio interior, enmarcado por un pabellón central donde ubicaron un mostrador para el expendio de frutas, dulces, confituras, deliciosos helados, café y bebidas refrigerantes. Dos salones laterales para que los clientes pudieran leer los periódicos, revistas nacionales y extranjeras de manera gratuita; además de ocho habitaciones en cada uno de los extremos donde ubicaron servicios sanitarios; contaba con una terraza posterior con escalera hacia el mar, rodeado de una baranda de concreto”, explica en su investigación Álvaro Ospino Valiente.
El turismo hizo el Paseo Bastidas de hoy
En los sesenta, la salida de la ciudad de las operaciones de la Compañía Frutera de Sevilla (antigua United Fruit Company), obligó a que la ciudad postrara su mirada a un nuevo tipo de ingreso antes que cayera en la ruina. Es por ello que recurren a inversiones para fomentar las visitas de personas provenientes de otras regiones del país y del exterior.
El Paseo Bastidas fue una de los primeros sitios en ser tenidos en cuenta como atractivo que debía remodelarse para proyectar una imagen de ciudad abierta al turismo.
Grandes edificios de hospedaje, bares y elegantes restaurantes, fueron puestos al servicio de los turistas.
Por aquel entonces el Camellón estaba segmentado por sectores, por ejemplo entre las calles Cangrejalito (10C) y Cangrejal (11) estaba parcelado en dieciséis cuadrados de zona verde; de Cangrejal a la Cruz (12), Pablo García y su esposa Abigail Infante ordenaron la construcción Parque Padilla, a la memoria del almirante José Prudencio Padilla, que contaba de una gigantesca fuente en forma de ancla con un busto del héroe de la Independencia. Mientras de la Calle la Cruz (12) a la Calle de la Cárcel existían unos juegos infantiles y la estatua del fundador de la ciudad.
A esto se le añade una plazoleta para eventos a la altura de la calle de la Cárcel (14) y la dotación de bancas donadas por el Club de Leones, capítulo Santa Marta.
Pero con las reformas positivas, también llegaron los primeros inconvenientes. La proliferación de ventas ambulantes apareció con la autorización del gobernador de turno que en 1960, ocasionando el constante asedio a los turistas, una práctica que desafortunadamente aún se conserva.
La visión de don Pepe Vives De Andréis
La llegada a la Gobernación del Magdalena de don José Benito Vives De Andréis, trajo consigo la estructuración para el verdadero uso público del Paseo Bastidas, brindando más zonas verdes, un acceso especial hacia la playa y el diseño de la doble calzada de lo que será más adelante la avenida del Fundador en 1948.
La obra inaugurada en 1941, fue llamada ‘Boulevard Vives’, en honor a su gestor, con ella desaparece el espacio denominado Plaza del Centenario construida en 1930, siendo remplazada por zonas verdes y duras con ladrillo militar instalados en espina de pescado. Paralela a su apertura se dispuso una serie de medidas como la prohibición pública de la mendicidad en ese sitio. El nuevo recorrido, dispuso zonas verdes definidas y sitios para bancas.
Ya había un tenue despertar turístico en la ciudad con la inauguración en 1.947 de otra de las obras de don Pepe, el Hotel Tayrona (hoy Gobernación) obra diseñada por el arquitecto Manuel Carrerá Machado.
Para 1.951, relata en sus páginas el desaparecido diario El Estado, la avenida del Fundador es renombrada como avenida Gaitán en honor al líder liberal asesinado tres años atrás y es con 30 postes de acero inoxidable, cuyas luces estaban también dirigidas a las plazoletas, y sendero del Camellón.
Otras adecuaciones
En sus 450 años (1975) de fundada Santa Marta fue refaccionado el Camellón, en cuanto detalles de ornato en las áreas verdes.
Para 1990, gracias a los oficios de la Corporación Nacional de Turismo, fue construido un escenario propicio para los eventos, culturales en especial durante la Fiesta del Mar, llamado popularmente el ‘Teatro del mar’. Dicho lugar tuvo más detractores que seguidores, por lo que su funcionalidad duró muy poco.
Fue en 1996 con una inversión de unos 300 millones de pesos que la Alcaldía Distrital, realizó los trabajos de recuperación; dos años después en la administración de Jaime Solano el sitio sufrió otra intervención en el que fue demolido el ‘Teatro del mar’ y se refacciono totalmente.
Ya en el 2008 llega la Marina Internacional, mostrando la última novedad conocida en ese sector, antes de la nueva obra que se proyecta realizar por parte de la actual Alcaldía Distrital y que está por el orden de los 14.267 millones de pesos y lo que promete será otra renovación más de las decenas que ha tenido a lo largo de 103 años.
El nuevo Paseo Bastidas
La Alcaldía Distrital, a través de EDUS, inició las obras que permitirán mejorar el Camellón. Contempla un área de intervención de 26.377 metros cuadrados, un área peatonal de 20.380 y una ciclorruta de 1.331 metros.
Incluye trabajos de restauración de las esculturas, instalaciones hidrosanitarias, reconstrucción y adecuación de canales pluviales, construcción de módulos, zonas de comidas y baños públicos; así como la instalación de juegos biosaludables y áreas de esparcimiento, entre otros.