Fármacos antimaláricos contra el coronavirus

Un grupo de investigadores trabaja en la línea de producción del cloroquina, en una empresa farmacéutica de la ciudad de Nantong, provincia de Jiangsu, China. La cloroquina, un antiguo fármaco para el tratamiento del paludismo, ha demostrado cierta eficacia y seguridad aceptable contra la neumonía asociada a COVID-19 en ensayos, según los medios de comunicación chinos. EFE/EPA/XU CONGJUN CHINA OUT[CHINA OUT]

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La actual pandemia de COVID-19 y la ausencia de medicamentos específicos para combatir esta enfermedad han obligado a recurrir a los que se utilizan para tratar otras patologías. Uno de ellos es la hidroxicloroquina, un fármaco antimalárico, sobre el que hay múltiples estudios en marcha en los que se investiga su eficacia y seguridad frente al coronavirus.

La malaria o paludismo es una enfermedad que causa más de 400.000 muertes al año, según datos de la Organización Mundial de la Salud. Provoca fiebre, escalofríos, dolores de cabeza, musculares y cansancio. En algunos casos también hay náuseas, vómitos y diarrea.

“El paludismo puede ocasionar anemia e ictericia (coloración amarilla de la piel y los ojos) por la pérdida de glóbulos rojos. Si no se trata de inmediato, la infección puede agravarse y causar insuficiencia renal, convulsiones, confusión mental e, incluso, la muerte”, señalan los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, CDC.

Esta enfermedad está causada por parásitos del género Plasmodium que se transmiten al ser humano mediante la picadura de mosquitos hembra infectados del género Anopheles. Cuando el mosquito pica a una persona, “el parásito pasa al torrente sanguíneo. Está allí unos minutos y luego va al hígado, donde estará unos cuantos días.

 La actual pandemia de COVID-19 y la ausencia de medicamentos específicos para combatir esta enfermedad ha obligado a recurrir a los que se utilizan para tratar otras patologías.

Tras aproximadamente dos semanas, en las que la persona no muestra síntomas, el parásito vuelva a salir al torrente sanguíneo e invade los eritrocitos (glóbulos rojos) para replicarse. Cada vez que se da un ciclo de multiplicación y los eritrocitos afectados se rompen es cuando aparece la sintomatología”, detalla Quique Bassat, investigador de ISGlobal, centro impulsado por la Fundación La Caixa.

La cloroquina y la hidroxicloroquina son fármacos que se utilizan desde hace años para prevenir y tratar la malaria. Quique Bassat explica que todavía no se conoce por completo su mecanismo de acción, pero parece que estos medicamentos inhiben la habilidad del parásito de manipular una molécula de la hemoglobina de modo que se acumulan niveles anormalmente altos de esta molécula, lo que resulta tóxico para el parásito.

 “En farmacia comunitaria, el principal uso de la hidroxicloroquina es el tratamiento en adultos de artritis reumatoide aguda o crónica, gracias a su acción antiinflamatoria”, señala el farmacéutico Carlos Gallego Rodríguez.

“En la práctica, las diferencias entre la cloroquina y la hidroxicloroquina no son destacables. Sus indicaciones son similares, si bien es cierto que el uso de la hidroxicloroquina está más extendido en el día a día. De hecho, casi la totalidad de tratamientos en la farmacia son a base de hidroxiclolorquina”, señala Carlos Gallego Rodríguez desde la Farmacia Gallego de Cáceres (oeste de España).

Además de ser un medicamento antimalárico, la hidroxicloroquina se utiliza para tratar otras enfermedades. “En farmacia comunitaria, el principal uso de la hidroxicloroquina es el tratamiento en adultos de artritis reumatoide aguda o crónica, gracias a su acción antiinflamatoria. Normalmente va asociado a otros medicamentos.

Un uso más secundario sería el del tratamiento en adultos de lupus eritematoso sistémico y lupus eritematoso discoide crónico, aunque estos casos suelen ser más propios de tratamientos hospitalarios”, apunta el farmacéutico.
Ante la ausencia de medicamentos específicos para tratar a los pacientes infectados por el coronavirus SARS-CoV-2, también se ha recurrido a la cloroquina y a la hidroxicloroquina.

“Existe una cierta evidencia, sobre todo in vitro, de que estos fármacos pueden tener cierta actividad antiviral. Por lo tanto, cuando se estuvo planteando qué tratamientos se podrían dar para este nuevo virus, se pensó en ellos pues son baratos y accesibles”, aclara Quique Bassat. En la actualidad se están llevando a cabo numerosos ensayos clínicos en diferentes países en los que se está evaluando la eficacia y la seguridad de estos medicamentos, fundamentalmente hidroxicloroquina, para prevenir y tratar la COVID-19. Quique Bassat aclara que se están estudiando varias líneas de actuación. Así, por un lado, se investiga si este medicamento podría servir como tratamiento preventivo para personas todavía no infectadas. También se está estudiando como tratamiento para evitar que quienes ya se han infectado desarrollen síntomas clínicos.

El último grupo de personas a las que iría dirigido el fármaco son aquellas que ya presentan síntomas de la infección, con el objetivo de que no se conviertan en síntomas graves, es decir, para tratar de evitar que la enfermedad llegue a ser potencialmente mortal. No obstante, “es muy importante resaltar que todavía no se ha demostrado la eficacia ni, sobre todo, la seguridad en ninguno de estos tres escenarios”, destaca.

 Un hombre camina frente a un letrero en las nuevas instalaciones del Hospital Modular Integrado Panamá Solidario.

Ojo con la automedicación
En cuanto a la población general, es importante recordar que automedicarse con cloroquina o con hidroxicloroquina para intentar prevenir la COVID-19 es una grave imprudencia.
En cualquier caso, adquirir estos fármacos no es sencillo. Por ejemplo, en España, “las recetas deben tener unas condiciones muy precisas. Además, las cajas tienen unos códigos que permiten saber de manera individual dónde se encuentra cada caja de estos medicamentos dispensados”, aclara Carlos Gallego.

Este farmacéutico comunitario afirma que si, a pesar de todo, se produjese la automedicación, nos encontraríamos con dos problemas. El primero sería para la salud de la propia persona que toma el fármaco sin control ya que “es un medicamento que, si no se emplea en sus indicaciones recogidas, en sus dosis adecuadas y con seguimiento médico, puede ocasionar efectos adversos muy graves como irritabilidad, nerviosismo, psicosis, convulsiones, problemas oculares, reacciones graves de hipersensibilidad cutánea, alopecia, náuseas e, incluso, puede llegar a provocar la muerte en algún caso”, advierte.