Entre el viento y la adversidad

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El oro negro que movió 45 motores cargados de necesidad.

Amigos tengo familia en Tasajera, pescadores por demás. Hoy mis parientes lamentan la perdida de dos de sus seres queridos –primos– en un trágico siniestro que a todos nos enluta, a todos nos conmueve, a unos les despierta condenación, y a otros nos condujo a una deliberación tanto jurídica como dialógica en el marco de la imprudencia y la necesidad que movió la usanza de aquellos coterráneos, validos de la oportunidad, y el afán de superar la adversidad rutinaria, expuestos al peligro asumieron el riesgo, sin medir las consecuencias de tales actos.

Hoy aliento el deber de contribuir a la historia, a la memoria histórica de un pueblo condenado al olvido estatal, pues, “quien no saca lecciones de la historia está condenado a repetirla”, en sentir del gran revolucionario Ruso LEÓN TROTSKY.

El pueblo se divide entre quienes viven de la pesca, tal vez el 70% de su población, y quienes viven de la informalidad, el equivalente al 30%, digámoslo de forma elocuente: el “rebusque”, principalmente la venta de diferentes bienes (agua de carrotanque) y productos (pescado) en el tránsito de vehículos a lo largo de toda la “Troncal del caribe”, vía que no solo conecta a Santa Marta con Barranquilla, sino, que además constituye un funesto lindero fronterizo que puso fin a un ecosistema natural “mangle”1 nativo entre dos extensos cuerpos de agua: la Ciénaga Grande de Santa Marta y el Mar Caribe -para no detenernos en desdichada discusión que data desde 1956-.

Tenemos así que, el primer grupo poblacional se subdivide entre quienes desarrollan la pesca artesanal en la Ciénaga Grande –franja izquierda del corregimiento, margen izquierdo de la vía-, y quienes la desarrollan de igual forma artesanal, pero a mar abierto, vale decir, en el mar caribe, al otro extremo de la vía –margen derecho de su ubicación-; los primeros, pescadores tradicionales por demás se valen de la “canoa” como medio en la consecución de una grata faena, tal vez un 60%; y quienes, con mejores condiciones, cuentan con una lancha o bote, y con un motor fuera de borda - 40 Yamaha- como instrumento principal que les permite alcanzar notables distancias productivas, y corresponden a un 40%; los tradicionales se valen del remo “canalete”, la vela y el irrestricto apoyo del viento -que sin duda es su mejor aliado-; los marineros acuden al “oro negro”, como insumo que diariamente mueve los motores cargados de ilusiones de muchas familias en el indómito mar. A estos últimos nos vamos a referir, valga advertir porqué.

Tal vez se desconozca, o en el mejor de los casos nadie se atreve a sostenerlo, pero es un hecho cierto, en Tasajera una pimpina de gasolina –son 5 galones– más allá de los $50.000 pesos aproximados de su costo, vale y representa más en el diario vivir del pesquero, que 5 libras de carne, habida cuenta que, ello apareja una natural faena de pesca -así sea incierto su resultado-.

Veamos: si hay gasolina -medio-, habrá buena pesca -fin-, luego, si hay pesca, hay ingresos, y si hay ingresos, habrá para el sustento diario, y sin duda, hay para el merecido esparcimiento: “el jolgorio, el festín, la gesta y la parranda”2 digámoslo en términos generales “el compartir”, aliciente de las extenuantes vigilias de pesca, sin desconocer que el consumo de bebidas alcohólicas en ésta región es notorio; ahora bien, si no hay gasolina, no hay pesca, y si no hay pesca, no hay ingresos, y por tanto lo que hay es un cúmulo de necesidades insatisfechas, precariedad, adversidad, y en sí mismo una notable ausencia estatal que salta a la vista. No se puede ocultar, se trata de un pueblo cada día sumido en la pobreza.

Así cabe distinguir, que una faena de pesca artesanal a mar abierto en el impetuoso océano caribe, al amparo del cartograma náutico, respetando los linderos “dominio” tradicionales en el estuario –yo pesco acá, ellos allá-, y partiendo desde dicho corregimiento –son hechos ancestrales- normalmente se desarrolla en los siguientes hitos marítimos: i) en el kilómetro 25, con un recorrido de escasos 20 minutos de distancia por mar claro está, ii) en el km. 20 o 19, a una media hora de trayecto, iii) o en el 7, a unos 50 minutos de ida, cerca de bocas de ceniza, en plena desembocadura del rio magdalena.

Ello indica que, a menor kilometraje de ubicación del punto de caza, mayor será el trayecto y mayor será el consumo de combustible para alcanzar tal distancia.

Al tiempo que, entre más distante sea el hito náutico, mejor será la faena, de considerarse entre otros aspectos, que a mayor acercamiento a bocas de ceniza se tendrá una ubicación privilegiada conforme la abundancia y la diversidad de peces y crustáceos en esta zona –aquí son frecuentes los avistamientos de delfines-, y con ocasión de lo remoto, será tanto desolado como mas amigable la competencia, sin perjuicio de otros factores como el climático, o el tipo de equipo de pesca utilizado: trasmallo, palambre, anzuelo, línea de mano, manta estacionaria, boliche, entre otros, sin duda determinantes en una buena faena.

Así las cosas, ir y venir de tal coto productivo puede tardar aproximadamente una 1 hora y 40 minutos, y en sí mismo significa consumir más de 10 galones de gasolina -2 pimpinas- narran los lugareños, 5 de ida y otros 5 de venida aproximadamente, y si es al 19 una pimpina, 2 ½ galones de ida y 2 ½ de venida; luego, la consecución de una usual faena de pesca representa tener que invertir en el mejor de los casos $100.000 pesos con los que no siempre se cuentan –sin incluir el gasto en otras provisiones necesarias como el aceite para el motor, si es 2 tiempos, el hielo, y los alimentos para mínimo 4 integrantes en aras de afrontar la dura jornada de 10 a 12 horas nocturnas a la intemperie, y a sabiendas de que tal ejercicio de plusvalía resulte tan incierto como quimérico su rendimiento.

Siendo así, el oro negro termina siendo tan preciado y valioso como indispensable para poder sobrevivir.

 Ahora bien, en Tasajera no hay estación de gasolina, a tal efecto una pimpina de éste hidrocarburo, necesaria para alcanzar tal objetivo “faena” y garantizar la producción, cuesta lo que el intento puede representar dirigirse hasta el municipio de Ciénaga y retornar cargado de ilusiones para afrontar el día a día ante la imposibilidad de que surjan otras oportunidades –falta de inversión y apoyo estatal, formalización de microempresas, empleo digno, trabajo decente, etc4 -.

Contextualizado lo anterior, y presentado en tal forma el siniestro, esto es, una pipa cargada con 5.950 galones de gasolina e inerme a su suerte, en la práctica representaba cerca de 1000 oportunidades para quienes viven en la necesidad y se proponen desde el alba superar la adversidad. Tal vez, no era más sino afrontar un día de pesca lleno de esperanza y tranquilidad, en un acto difuso de riesgo, peligro y temor. Pero, el temor le resta oportunidad al riesgo, así se trate de una “oportunidad caída del cielo”5, y en mi modesta opinión no son ponderables.

Coadyuvo la investigación adelantada por el diario capitalino el Tiempo, publicada recientemente: para la inversión requerida, para superar la inequidad y la adversidad algún día; ¡¡¡¡con fortaleza y empuje saldrán adelante!!!! Sostengo mi humilde percepción de lo acontecido: el deplorable cúmulo de necesidades básicas insatisfechas los llevó a actuar movidos por la adversidad, valiéndose de la oportunidad, asumieron el riesgo sin prever que tal estado de necesidad les arrebataría lo que la prudencia pudo evitar.

Se necesitaba mucha empatía. Empero, jurídicamente les comparto, si había forma de contener el acto, claro que si, por eso cabe preguntarnos: ¿y que impedía que las autoridades lograran tener el control?


YASSER ALAI MUNIVE ACOSTA

Abogado–Docente–Investigador Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. @yasmunive





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