El 'chicharón' de la Alcaldía de Santa Marta

Distrito
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger


Por Ricardo Villa Sánchez

A pocos meses de las jornadas electorales locales y regionales, a este año le llaman el "año político", época en la cual se perpetúan las alianzas, acuerdos, postulaciones, negocios, coaliciones y componendas de todo tipo, para acceder los mismos con las mismas, independientemente de su tinte político, a los cargos uninominales y a las corporaciones públicas de elección popular, desde cuando en un ejercicio democrático se permitió, vía reforma constitucional, la elección popular de alcaldes.

Los que antes eran amigos en lo privado, suspenden su relación para asumir bandos de acuerdo con su conveniencia, su capacidad de case o la manera en que puedan dividir a sus familias o a sus personas a cargo, para diversificar posibilidades, respaldos y apoyos. Allí la cuestión es ¿por qué estos mismos personajes son relativamente eficientes en la gerencia de sus empresas particulares e ineficientes en el manejo del erario?; hay que ver las cosas que pasan y hay que ver las vueltas que dan: mientras a una minoría les va bien, a las mayorías les va mal.

El 'chicharron" de la Alcaldía Distrital, y eso deberían pensarlo muy bien los tiburones que en su apetito personal de poder más que en el bien común, piensan postularse, entre otros asuntos, se centra en que como bien lo afirma la Revista Semana en su más reciente artículo sobre el Magdalena, "Cinco de los siete alcaldes elegidos por los samarios desde 1988 no terminaron el periodo: fueron separados de sus cargos y encarcelados, algunos encartados por parapolítica, otros por corrupción y demás eventuales entuertos; es decir, los que empiezan como escualo terminan como caballito de mar.

No todos entran en el mismo saco, sin embargo, así tengan voluntad política o disciplina fiscal, y sin poner el espejo retrovisor, heredan gestiones irregulares, mala conducción de los recursos públicos y demás problemas de anteriores administraciones que, no en pocas ocasiones les toca a diario improvisar para apagar incendios, rectificar ante los medios muchas veces al servicio del poder imperante, asumir arrestos por desacatos o la defensa judicial de lo indefendible, cuando no le ponen nuevos eslabones a la larga cadena de desaciertos en la administración de la ciudad.

Puede que intenten recuperar las finanzas públicas, apliquen modelos de gestión pública exitosos en otras ciudades o tengan un adecuado plan de desarrollo, de todos modos les toca luchar contra el marasmo administrativo; la adulación de las cortes de gente con mente dócil que muchas veces rodean y fetichizan al dirigente y lo que es más grave, lo alejan de la realidad social y política; la gobernanza con metodologías de una ética pre-moderna basada en el amiguismo, el favor con favor se paga, el señorío feudal y la obediencia, en vez de la eficiencia, la preparación y la experiencia; los excesivos trámites, controles, centralismo y desgaste, al punto que en un ejemplo muy macondiano el actual Presidente de la República para adecuar el Palacio de Nariño y trastearse, se demoró cinco meses; la poca sistematización de los procesos contractuales y administrativos; el retraso de casi cuatro décadas en la malla vial; las nuevas formas de delincuencia; el descontento popular, tanto a través de la movilización social y de jornadas de resistencia civil pacífica como por intereses políticos peculiares; el recorte a las transferencias para política social y de las regalías; la cultura de no pago de servicios públicos y de impuestos y contribuciones; los problemas de movilidad como en el caso del mototaxismo que se podría solucionar con una motorruta; el chantaje, la cadena de corrupción, clientelismo, burocratización, votaciones atípicas, fraude electoral, famiempresas electorales de vieja data que reflejan la omnipresencia de una clase política tradicional de la ciudad, indolente con el pueblo samario; por lo que terminan maniatados por pagar los 'favores' políticos a los auspiciadores de sus costosas campañas electorales o los acuerdos con la clase política tradicional, sin responsabilidad política frente a sus electores y con poca o nula relación de gobernabilidad con los partidos que les dieron su aval.

No se puede olvidar que esta ciudad está también rodeada de parques naturales, cerros, quebradas, bosques, áreas protegidas, reservas de la biosfera y patrimonios intangibles históricos y culturales que llaman a un desarrollo humano sustentable en armonía con las características especiales del territorio y para que no crezca de espaldas al mar y a sus recursos naturales e industriales, sin embargo, no faltan las continuas y pertinentes quejas de investigadores, de campesinos, de colonos, de líderes sociales y comunitarios, indígenas o de pescadores etc. sobre la contaminación del mar o de los ríos por los efectos del carbón, metales pesados o de otras explotaciones, la desforestación de los bosques o la erosión de las canteras entre otros potenciales riesgos de daños al medio ambiente para cumplir las metas salvajes del neoliberalismo y la globalización.

Así mismo, no se puede dejar de resaltar que en esta ciudad la prestación de los servicios públicos domiciliarios está prácticamente concesionada (acueducto, alcantarillado, aseo, gas, transporte, alumbrado, energía eléctrica) así como el recaudo de impuestos, los puertos, los juegos de suerte y azar, un sector de la actividad turística en parques naturales, los biocombustibles, la bahía, las zonas francas, los pactos de estabilidad jurídica, con muchos de sus contratos cuestionados y si a eso se le suma una presunta sed voraz, como vampiros, de desangre de los recursos públicos, se completa la receta de este almendrón y si te pones 'pesao' viene con todo la Ley 550 directo a la yugular para recordar qué es lo que se debe, pignorar cuentas, liquidar entidades, acordar pagos y la ciudad en bancarrota con secretarías que se convierten en pequeñas oficinas de la Administración sin capacidad de contratación, sin personería jurídica, es decir, entre otros asuntos, sin descentralización o, por lo menos, desconcentración de funciones, no por nada sería factible construir un centro administrativo distrital que integre todas estas oficinas para atender y servir a la comunidad y evitar este total centralismo en el despacho del Alcalde que hasta firma tanto los contratos de prestación de servicios de un auxiliar administrativo de un escondido puesto de salud como el de construcción de obras de infraestructura.





Más Noticias de esta sección

Publicidad