La quebrada busca su viejo cauce la verdad sobre La Lata

Distrito
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Por Mario Ibarra Monroy

Por estos días no hay un tema que traten en co-mún los samarios que el de las lluvias y los cientos de calamidades que afrontan cada vez que se lucen aguaceros sin recordación para esta época decembrina.

Pero entre los comentarios que sostienen a diario sobre ello hay un culpable en el que recae toda la responsabilidad de las inundaciones, la baja en las ventas y hasta el poco ánimo de celebrar la Navidad con el vigor de otros años, y ese problema tiene nombre propio: La Lata.

Es un nombre tan mencionado por los ciudadanos del común, autoridades, políticos y militares, asignado a un arroyo que tiene prácticamente en emergencia a 180 mil samarios pertenecientes a 30 barrios del norte, nororiente y centro del Distrito.

La quebrada La Lata ha creado a su alrededor una especie de leyenda urbana sobre el porqué de los daños que ha ocasionado y de su propio origen.

Todos la señalan pero a la vez se contradicen acerca de cómo opera, cuál es la problemática que realmente ocasiona, su radio de acción; ni siquiera pueden determinar por dónde aparece, sólo se limitan a describirla como la "raíz del mal", del gran desastre invernal que afecta a la ciudad en el 2010 y que aún continuará hasta el 2011.

Viene desde las montañas

Santa Marta está en medio de las últimas ramificaciones que por el costado occidental desprende el gran macizo montañoso de la Sierra Nevada. La explicación más simple para describir la posición de la ciudad como si estuviera dentro de una herradura cuyas puntas miran hacia el mar, dándole un matiz de protección natural a la urbe que roza el medio millón de habitantes.

Y son en esas montañas, la mayoría cubiertas por capas arcillosas que en su interior conservan inmensas rocas calizas, donde se amortiguan los efectos devastadores de los vientos provenientes del norte del océano Atlántico. Pero no sólo para protección existen los más de 20 kilómetros de cadena montañosa, cuyas alturas bordean a la ciudad entre los 50 y 300 metros, sus faldas emanan de su interior los llamados ojos de agua, manantiales naturales que salen en las laderas como parte de la humedad que conservan los cerros, en condiciones de pureza y aptos para el consumo humano.

La vieja Santa Marta contaba con muchos de ellos, hoy solamente permanecen en sus zonas rurales saliendo a la luz más en épocas de invierno, retomando un rumbo quizá milenario que recorría toda la ciudad para desembocar en la Bahía.

Este es el caso de la quebrada La Lata, un nombre que se hizo popular entre las comunidades que se posaban en el extremo nororiental de la ciudad hacia mediados del siglo XX, cuando en la zona había grandes extensiones de cultivos.

Procede del sector conocido como Las Delicias, un área colindante con el relleno sanitario de Palangana y muy cercano a la zona de reserva natural del Parque Nacional Tayrona, con una extensión aproximada a las 200 hectáreas.

¿Cómo se forma?

La Lata, al igual que el resto de quebradas que abundan por fuera del casco urbano, hace parte de la riqueza hídrica que fluye en la Sierra Nevada. Aunque su longitud varía de acuerdo con la época del año, registros históricos afirmaban que en el siglo XVIII la quebrada atravesaba toda la ciudad hasta lo que hoy se conoce como el Puerto local.

Esto explica porqué el mismo trayecto que toman las aguas que se riegan en varios sectores de la ciudad, afectan a varias comunas, cubriendo una longitud que se estima en 13 kilómetros linales.

Su fuerza

El área que compromete al barrio Bastidas y los otros sectores que fueron creciendo a su alrededor posan sobre una ladera cuya inclinación ha propiciado el descenso vertiginoso del agua de la quebrada. La temporada de lluvias sui generis en Colombia ha tomado por sorpresa hasta las regiones que estaban mejor preparadas para afrontar los inclementes aguaceros que posiblemente se extiendan hasta mayo del 2011. La ciudad ha soportado lluvias de hasta 70 litros por metro cuadrado, una de las máximas en la escala de precipitaciones.

La progresión al parecer inevitable la erosión y la inclinación desde su nacimiento, sumado a los arroyuelos que son afluentes de la quebrada, hacen que La Lata llegue a la ciudad con una fuerza de corriente constante.

Aunque según su naturaleza el pequeño arroyo que originalmente no supera los dos metros de ancho desembocaba en el mar, las rudimentarias ladrilleras que aún funcionan al noroeste de Santa Marta y extraían la arcilla, su materia prima, condenaron su cauce en pozos de más de siete metros de profundidad, haciéndola reposar durante los pasados inviernos en los improvisados estanques.

Hace 25 años el antiguo ICT, Instituto de Crédito Territorial, realizó la construcción de una pequeña represa en la zona conocida como la poza de la ladrillera, lugar donde habitualmente bajan las aguas de La Lata, con el fin de evitar su desbordamiento incontrolable sobre la urbanización Chimila.