Ocurrió hace 88 años: Matrimonio Vives de Andréis - Campo DíazGranados

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Por Raffa González Paredes

Como conquisté a mi amada

Cuando estaba en los Estados Unidos trabajando y me tocó viajar en comisión por toda Suramérica en el año 1920, aproveché la oportunidad para llegar a Santa Marta y pasarme un par de semanas con mi familia. Estuve por ello visitado, pues seis años que había durado mi ausencia, causaba interés por saber cómo me había ido.

Lamentablemente no tengo fotos de mi matrimonio, ya que el único fotógrafo que había en la ciudad era Pacho Gámez, quien era sabelotodo, pero a medias, ya que era medio ingeniero,  (puentes) medio arquitecto (palacio Municipal), medio abogado (tinterillo) medio médico (curandero), medio artillero (artillero del Cañón de El Morro), medio hombre y por supuesto medio  fotógrafo, tanto que todas las fotos de ese día que lo contraté especialmente, salieron unas sin cabeza, otras sin pies, algunas sin ojos con la mitad de la cara , por lo que no sirvieron.

Y entre las personas que me visitaron estaba el general Juan Campo Serrano con su esposa Silvia Mercedes Vives, prima hermana mía y su bella hija Silvia Rosa, prima por lo tanto de segundo grado.

Esta niña iba a cumplir 15 años y se consideraba como una de las niñas más bonitas de Santa Marta. Me impresionó muy agradablemente y fugazmente se grabó en mi mente como una candidata para formar un hogar, a pesar de que yo la aventajaba en once años, porque ya me atropellaban los 25 abriles.

El 1 de septiembre de 1920 tomé pasaje en barco para proseguir hacia Suramérica. No la olvidé.

Cuando regresé a Estados Unidos, al recibir noticias sobre la grave enfermedad de mi padre y además carta de mi cuñado Chepe para que me encargara de la lotería, no lo dudé un instante y presenté renuncia de mi cargo a la E.H. KlugeWeaving Co. Y me embarqué rumbo a Santa Marta habiendo llegado el 6 de enero de 1921.

La primera persona que vi a bordo del barco al llegar fue al general Juan Campo Serrano, quien estaba de luto por la muerte de su esposa. Su presencia a bordo era motivada por ser Jefe del Resguardo. Le di mi sentido pésame y así mismo se los envié a su hija.

En Santa Marta consideré que estaba maduro para contraer el sagrado vinculo de matrimonio. Mi pretendida por la reciente muerte de su madre, vivía con su abuela, su padre y dos tíos viejos y gruñones, en la casa solariega de los Campo Serrano al lado de la Catedral.

Todos los días desde las 7:12 de la noche, en compañía de un amigo desde el cercano Palacio Episcopal mirábamos hacia la casa, donde alcanzaba a ver los ojos de una persona que con frecuencia nos atisbaba y, claro, me hacía la ilusión de que era ella.

Con el tiempo fui tomando valor para la conquista y como primera medida compré un par de primorosos canarios y los envié de regalo. No fueron devueltos y con frecuencia me enteraban que la nueva dueña los cuidaba y quería mucho.

Entusiasmado visité la casa solariega de la abuela de ella que era mi tía. Aceptado continué visitando todas las semanas, pero su padre y sus dos tíos no la dejaban sola ni un instante.

Creí conveniente que mi tía Aminta, que también era tía de ella, sirviera de emisario.

La consulté y aceptó llevarle un regalo. Compré una caja de chocolates, la desarmé y dentro camuflé la carta con mi declaración de amor. Nadie sospechó y para mi satisfacción no fueron devueltos ni los chocolates ni la carta donde le declaraba mi amor.

Pasaron 3 años. Por fin un 1 de septiembre, día del cumpleaños de ella, se me ocurrió llamarla para felicitarla, pareciéndome los minutos interminables mientras le daba al teléfono manivela. Ya para despedirme, le dije que la iba a pedir en matrimonio, lo cual ella aceptó. Nos casamos en la Catedral.

Debo acotar que en esa época la luna de miel no se hacían viajes ni siquiera a Minca; los recién casados, iban a pasar la luna de miel en la coquera Infante, que estaba donde ahora está el Mercado.

Sin embargo, en el momento justo, Silvia Rosa no quiso ir allá, sino a la casa que estaba construyendo que entonces apenas tenía una alcoba y sala comedor. Con el paso de los años la he ido ampliando sucesivamente hasta hacer la Casa Grande como la llaman hoy.

Esta casa hoy son las instalaciones de El Informador.

(Del libro Pepe Vives cuenta su vida)


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Aclamado por los concurrentes para llevar la palabra don Demetrio Daniel Henríquez dijo a la hora de la champaña.

Señoras:

"Ayer la sociedad os proclamó Reina de la belleza entre las bellezas samarias y hoy el corazón de un hombre digno os consagra su dueña. Que bellamente habéis cambiado el reinado social por el imperio de un corazón ¿Si en vuestro primer trono os admiré en el segundo os felicito!

Señores:

Ha querido el destino que tiene caprichos, pero que a veces nos reserva horas felices, permitirnos saborear las fruiciones de este simpático festival que viene a ser como el sello puesto a la dulce apoteosis del amor.

Una dama virtuosa y nobilísima, flor no agostada por los cálidos vientos del desengaño, ni marchitada ni ajada por la ingrata inclemencia de las desilusiones sentidas, de quien podemos decir como el poeta:

"Más bella que el lucero que alumbra la mañana

Más fresca que los lirios que besa el manantial"

Y un joven distinguido y correcto, capaz de jurar por la usanza de los nobles caballeros como invocación santa que impone obligaciones de religioso cumplimiento se encaminan hoy por los senderos de la vida, peregrinos del ideal sembrando amores y regando afectos. El corazón y el efecto se dieron cita para oficiar en el altar del sentimiento, y a los impulsos del primero, y con las alas del segundo, voló el cariño por las regiones del ensueño.

Desde el umbral de este hogar tan bellamente formado, hago votos porque los corazones que hoy se unen palpiten al unísono durante una vida toda llena de venturas, y porque el ángel de la eterna dicha, mantenga vivo el fuego sagrado del amor en tan hermoso santuario.

“Y si de efectos rendida

Se halla el alma, presa en flor,

Por ilusión tan querida

Rindamos culto a la vida

En el altar del amor."

El matrimonio del sábado 25 de abril de 1925

A las 12 del mediodía del sábado 25 de abril, como estaba anunciado, se unieron en matrimonio con el sagrado vinculo, el muy culto joven don José Benito Vives de Andréis, hijo de don Nelson Pedro Vives Vergara y Manuela De Andréis Capella de Vives y la encantadora señorita Silvia Rosa Campo DíazGranados, hija del apreciadísimo caballero general don Juan Campo Serrano y Silvia DíazGranados Vives.

A la ceremonia, que fue regia, asistió lo más granado de la sociedad samaria, como que los desposados son miembros muy salientes de ella, a más de muy queridos por sus relevantes prendas y condiciones envidiables.



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Pudimos anotar los siguientes asistentes:

Señoras: Manuela Vives de Sánchez, Himera Vives de Abello, Ana Isabel Palacio de Abello, Silvia V. De Díaz Granados, Helena Robles de Tribín, Sara Emilia Cotes de Echeverría, Alicia Noguera de Riascos, Ana Campo de Campo, María I de Díaz Granados, Helena Echeverría de Vives, Elvira Elena Falquez de Lemus, Ana R. de Dávila, Julia Lucila de Lapeira, María Cristina de Cotes, Remedio L. de Cotes, Manuela C de Illidge, Rosa Riascos de González y Ana Emilia DíazGranados de Zúñiga.

Señoritas: María Cristiana y Alicia Vives de Andréis, Ana Rosa Campo, Manola Goenaga, María Concepción Echeverría, Tulia Angarita, Amalia y Rosario Illidge, Florencia de Andréis, María Luisa, Margoth y Enriqueta Dávila Riascos, Ana Teresa Riascos, Alba y María Concepción Núñez, Rosa Díaz Granados, Emilia Fuentes, Celina Caballero, María Vergara, Ana María Abello, Rosa Virginia de Andréis, Leticia Palmera, Paulina Bockelmann, María Teresa Noguera, Berta DíazGranados, Rosa DíazGranados V, Alcira González, Elizabeth Avendaño, Ana I. Sánchez, Amalia Riascos DíazGranados, María DíazGranados A., Cecilia Abello.

Señores: Manuel Polonio Vives de Andréis, Nelson Vives de Andréis, Rodrigo Vives de Andréis, Rafael Vives de Andréis, Teodosio Goenaga, Demetrio E. Lapeira, José Manuel González, Luis Miguel Cotes, Julio Fontalvo, Alberto Cotes, Luis Guillermo Fuentes, Eduardo Dávila Riascos, Carlos Urbano DíazGranados, Rodrigo Linero, Rafael Francisco Cotes, Carlos Weeber, Rodrigo DíazGranados, Francisco Fuentes, Manuel Domingo Abello, Joaquín Abello, Rafael Abello Salcedo, Emilio Sánchez, Mario DíazGranados, José Manuel DíazGranados T., Guillermo DíazGranados, Lázaro Riascos Capella, Salvador de Andréis, José DíazGranados, Samuel Pinedo Jr., Manuel A. Valencia, Joaquín Pereira L, Miguel A. Lemus, José Gregorio Sánchez de Andréis, Demetrio Daniel Henríquez, Lázaro Pelayo Riascos, Gonzalo Noguera, Juan M. Abello, Francisco Noguera, Enrique Bruges Avendaño, Luis Aurelio Echeverría, Luis R. Campo, José Antonio DíazGranados H., Luis Joaquín Riascos, Alberto A. Zúñiga Pastre, Augusto Illidge, Ricardo González, Eduardo P. Bermúdez, Eduardo Riaño Cualla, Francisco Lanao, Enrique C. Fuentes, José Gnecco Campo, Nicolás A. Bermúdez, Rafael Campo, José Jorge Núñez, Carlos B. Gallardo, Víctor M. López, Tomás DíazGranados Abello y José Antonio DíazGranados.

Tanto don Juan, como don José María, don Joaquín, don Alfonso, don Máximo, y demás miembros de la familia Campo, estuvieron a la altura de su caballerosidad y cortesías atávicas ya que en ellos la cultura es proverbial e ingénitas.

La fiesta se prolongó hasta horas avanzadas todos salimos de aquella respetable mansión, abrumados por las atenciones recibidas y haciendo votos por la felicidad del hogar formado bajo tan bellos auspicios. Tanto a los nuevos esposos, como a sus respectivas familias, enviamos nuestras congratulaciones muy sinceras.

(Tomado de El Estado 1925)

Nació el 3 de abril de 1895

y murió el 29 de abril de 1984.

Contrajo nupcias el 25

de abril de 1925.