Hoy, inicia la Novena a Nuestra Señora de los Remedios

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La catedral Basílica de Santa Marta, estará realizando la novena dedicada a Nuestra Señora de los Remedios, a partir de hoy 24 de enero, a las 6:30 de la tarde.

La Virgen de los Remedios es una advocación mariana ligada desde sus orígenes a la Orden de la Santísima Trinidad y de los Cautivos, conocidos como Trinitarios, fundada por San Juan de Mata y San Félix de Valois y aprobada por el Papa Inocencio III el 17 de diciembre de 1198; extendiéndose a partir del siglo XIV por Europa y América. El Papa Juan XXIII aprobó en 1959 el patronazgo de la Virgen de los Remedios para toda la Familia Trinitaria. Numerosas ciudades han tomado a esta advocación como su patrona, y muchas iglesias y templos están consagrados a su nombre. La tradición nos narra que llegadas las cajas al puerto de Santa Marta (Magdalena) encontraron al abrirlas que la imagen de la Inmaculada Concepción, que era la mandada a Riohacha, fue enviada para Santa Marta y la de Nuestra Señora de Los Remedios, destinada para Santa Marta, finalmente tuvo como destino Riohacha.

Novena a Nuestra Señora de los Remedios
Con todo el amor os amo, oh Jesús mío, por ser quien eres bondad infinita. Me pesa haber pecado y propongo nunca más ofenderte, ayudado de tu gracia, que imploro confiadamente. Gracias te sean dadas eternamente por la misericordia con que tratas a los pecadores, dándoles una Madre tan buena, como la advocación de la Virgen de Los remedios.

Oración para todos los días
Dios te salve, Soberana Virgen de los Remedios, benignísima Madre de Dios, estrella resplandeciente del mar, luna hermosísima sin las menguantes de la culpa y escogida como el sol, para iluminar las almas y colmar de favores a la humanidad. Dios te salve, fidelísima María, Madre nuestra y remedio poderoso en nuestros males y quebrantos. Dios te salve, Virgen llena de gracia, pues siendo Madre de Jesús, Cordero Divino, lo apacentaste con cándido sabroso néctar, quedando siempre más pura y limpia que los más encumbrados serafines, Dios te salve, Señora: oye bondadosa nuestros ruegos y súplicas; míranos propicia, pues como amada advocación nuestra, queremos, en esta novena, tributarte el tierno y cordial obsequio de nuestro filial amor. Ruega por nosotros, Madre de los Remedios, para que sea¬mos dignos de alcanzar las pro¬mesas de Nuestro Señor Jesucris¬to. Amén.

Oración
Oh dulcísima Emperatriz de los Serafines, que como Madre del mismo Dios humanado, todas las criaturas del cielo y de la tierra te obedecen, siendo tu dignidad tan grande, que aquel Señor, a quien la inmensidad del cielo no puede contener, Tu lo contienes en vuestro purísimo seno, y todas las gracias nos alcan¬zas de su bondad infinita. Te rogamos, Madre Santísima, por estas vuestras prerrogativas soberanas, que nos ampares en la hora de nuestra muerte y en esta necesi¬dad en que te invocamos, nos alcances el remedio que solicitamos por tu dulcísimo Hijo Jesús, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Día primero
La primera palabra con que sa¬ludó el Arcángel San Gabriel a Nuestra Señora fue AVE: esto es, DIOS TE SALVE; porque Dios tiene puestos sus ojos en Ella y vela por su honor, con soberano em¬peño. Ave, decimos nosotros, Los desterrados hijos de Eva, pues es¬ta Madre María, nos mereció los bienes celestiales, que malgastó y nos perdió la primera. Ave, Rosa de celestial amenidad, que complaciste a Dios a Dios, desde el primer instante de tu ser natural. Ave, Paraíso de divina fragancia, que recreas el cielo y llenas de esperanza la tierra. Ave, Judith vencedora. Ave, Ester valerosa, pues tienes sujetos a nuestros enemigos quebrantando su cabeza y apartando sus engaños de tus verdaderos devotos. Ave, Soberana Señora, Virgen de los Remedios, que con maternal ternura cobijas a tus hijos, bajo e] manto de tu protección, y remedias las necesidades de cuantos a Ti confiadamente acuden.

Oración final
Oh Virgen de los Remedios, la más pura, la más bella, la más santa de todas las criaturas. Quién pudiera lograr que todos los hom¬bres te conozcan y amen como Tú mereces. A lo menos, yo me alegro al pensar en el gran número de justos que se sienten inflamados de tu amor, oh amable Reina. Yo te amo también; mas no te amo como debie¬ra, y quisiera tenerte un amor más tierno y generoso, pues amarte es señal de predestina¬ción.




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