Corpus Christi: El Papa resalta la centralidad de la Eucaristía

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El Papa Francisco afirmó este domingo 23 de junio, Solemnidad del Corpus Christi, durante el rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro del Vaticano, que “la Eucaristía es la síntesis de toda la existencia de Jesús, que es un único acto de amor al Padre y a los hermanos”.

El Santo Padre estableció un paralelismo entre la institución de la Eucaristía y el milagro de la multiplicación de los panes.

Como en aquel milagro a orillas del mar de Galilea, en la Eucaristía “Jesús toma el pan en sus manos, eleva al Padre la oración de bendición, parte el pan y lo da a sus discípulos. Lo mismo hace con el cáliz del vino”.

“Pero en aquel momento, en la vigilia de su Pasión, Él quiere dejar en aquel gesto el Testamento de la nueva y eterna Alianza, memorial perpetuo de su Pascua de muerte y de resurrección”.

El Papa Francisco explicó que “la fiesta del Corpus Christi nos invita cada año a renovar el estupor y la alegría por este don maravilloso del Señor, que es la Eucaristía”.

“Acogiéndolo con agradecimiento, no de modo pasivo, rutinario, sino renovando verdaderamente nuestro ‘amén’ al Cuerpo de Cristo para que el dinamismo de su amor transforme nuestra vida en oferta pura y santa a Dios para el bien de cuantos nos encontramos en camino”.

El Santo Padre insistió: “Cuando el sacerdote te dice, ‘el cuerpo de Cristo’, decimos ‘amén’, pero que sea un ‘amén’ que salga del corazón, con convencimiento. ¡Es Jesús! ¡Es Jesús que me ha salvado! ¡Es Jesús que viene a darme la fuerza para vivir! ¡Es Jesús! ¡Jesús vivo! Pero no nos acostumbremos. Que cada vez sea como la primera comunión”.

Asimismo, recordó que “las procesiones con el Santísimo Sacramento, que en esta Solemnidad se desarrollan en toda la Iglesia católica, son expresiones de fe eucarística del pueblo santo de Dios”.

El Pontífice profundizó un poco más en el significado de la lectura evangélica de la multiplicación de los panes y los peces y su relación con la Eucaristía.

A orillas del mar de Galilea “Jesús pretende hablar ante miles de personas, haciendo curaciones. Al caer la tarde, los discípulos se acercan al Señor y le dicen: ‘Despide a la multitud para que bajen a los pueblos y sus alrededores y que puedan alojarse y encontrar comida’. Se encontraban en un lugar aislado”.

Sin embargo, “Jesús responde: ‘Dadles vosotros de comer’. Estas palabras provocan el asombro de los discípulos, que le rebaten: ‘No tenemos más que cinco panes y dos peces, al no ser que bajemos nosotros a comprar víveres para toda esta gente’”.

“Jesús invita a sus discípulos a cumplir una verdadera conversión de la lógica del ‘cada uno para sí mismo’ a la lógica del compartir, comenzando por lo poco que la Providencia pone a nuestra disposición”.

Jesús, “rápidamente da muestras de tener muy claro aquello que se debe hacer. Led dice: ‘Acomodarlos en grupos de cincuenta’. Luego toma en sus manos los cinco panes y los dos peces, se dirige al Padre celestial y pronuncia la oración de bendición. Entonces, comienza a dividir el pan y los peces y a entregarlos a los discípulos, los cuales los distribuyen entre la multitud. Y aquella comida no se acaba hasta que todos quedaron saciados”.

“Este milagro, tan importante que lo narran todos los evangelistas, manifiesta el poder del Mesías y, al mismo tiempo, su compasión por la gente. Aquel gesto prodigioso no sólo permanece como uno de los grandes signos de la vida pública de Jesús, sino que anticipa aquello que sucederá al final, el memorial de su sacrificio, es decir, la Eucaristía, sacramento de su Cuerpo y de su Sangre entregados para la salvación del mundo”.