El hiperrealismo samario

Pintura del Palacio de Justicia.

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“Desde el primer momento sentí el embrujo de las callejuelas de su casco histórico”  Vicente Fernández.

Por: Sandra Granados Ramos
Redacción: EL INFORMADOR

Vicente Fernández Arias, un español quien se dedicó por 42 años a la docencia, ahora se considera un samario más. Siempre ha sido un enamorado a la pintura y recuerda cuando de pequeño tuvo su primera caja de acuarelas, ambas adquiridas con el dinero ahorrado por los regalos recibidos en fiestas y Navidad en su natal España.

Aunque tiene el mismo nombre del famoso cantante mexicano de rancheras, sus pasatiempos y gustos son otros. Nació en León, en medio de una familia humilde con un padre minero y su madre que se ocupaba del hogar junto a sus dos hermanas, María Paz y Lucia.

Junto a la profesión de docencia que desarrolló, también fue adquiriendo gustos por el deporte y la pintura, esta última ahora su placer de vida.

Técnica de pintura

Considera que es hiperrealista y cree que es un reflejo de cómo es y considera que la búsqueda de la verdad es el valor supremo que nos conduce a la verdadera libertad, palabra mágica ésta por la que muchos seres humanos han dado su vida, como fue el caso de miles de samarios que en el pasado lucharon por la libertad de su ciudad y que con su sacrificio hicieron posible que Santa Marta siga siendo una realidad en la geografía y la historia colombiana.

Desde el 2010 cuando se jubiló, decidió junto con su esposa tener una vida diferente y así fue como un año después se traslada y comienza su camino como samario.

“Debo confesar que, tanto la elección de Santa Marta para nuestro domicilio, como mi amor por la ciudad, tuvieron un nacimiento prematuro. Desde el primer momento sentí el embrujo de las callejuelas de su casco histórico cuya personalidad me recordaba ciudades entrañables de mi amada España. Sentía que seguía caminando por mi país, con el añadido de su luz y colorido”, expresa con emoción Vicente.

La admiración estética por la arquitectura de la ciudad lo fue enamorando e impulsando desde el primer momento hacia el objetivo de plasmar en sus cuadros las calles y rincones. Leer obras escritas acerca de la historia de la ciudad fue arraigando su amor por Santa Marta.




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