La dinámica del amor

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Hemos celebrado durante estos días el Misterio Pascual de Cristo, y punto culminante de esta celebración es la Resurrección del Señor. Hoy puntualmente celebramos el Día de la Pascua, el día en el que pasa Jesús de la muerte a la vida, el día en que nos libera de la muerte, en el que vence el pecado y nos da a todos Nueva Vida: "Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo".

 Por: Padre Mario Rafael González García

Al iniciar el Evangelio podemos descubrir un ambiente de absoluta y total quietud, podemos pensar en esa quietud como la quietud de la muerte hasta que María la Magdalena va al sepulcro, lugar que sin duda llenaría su corazón de recuerdos. Iba al sepulcro buscando los recuerdos del amor que parece se fue, pero aun así, y quizá por eso mismo, todo está quieto; pero sucede algo, la tumba está distinta, la piedra que cubría la tumba la han corrido y aquel cuyo recuerdo movía al amor ya no está.

Todo cambia, ese ambiente se transforma en primera instancia para María en un correr, y María corre y corre al encuentro de Pedro, ese correr de ilusión, de alegría, de entusiasmo, que lo ha cambiado todo y que abandonado la quietud contagia el corazón quieto y dormido de Pedro y del otro discípulo, y ellos también corren y corren... y ese correr no es otra cosa sino la dinámica del corazón, la dinámica del amor, corren porque aman y corren en pos de Aquel que les ha enseñado amar, y corren porque en Él han descubierto el amor, y corren porque le aman y corren porque son amados por Él. Saben que ha sucedido algo, quizá aún no lo entienden, pero todo ha cambiado. El Maestro no está porque ha resucitado.

Pidamos al Señor que nos ponga a nosotros también en esa misma dinámica del amor, que mueva nuestros corazones, nuestros pies, nuestra vida en pos del Amado, que ponga en nosotros también esa disposición de querer correr para encontrarnos con Cristo, para poder verle y al verle conocerle, y al conocerle amarle y al amarle seguirle y al seguirle servirle.

Pidámosle a nuestra madre, María Santísima, quien seguramente es la primera en tener una experiencia de encuentro con Cristo resucitado, que Ella nos enseñe el camino, que nos ponga en la dinámica del amor, que no permita nunca que nuestras vidas lleguen a la quietud de la muerte, del pecado, de la desolación, sino en el camino de la vida, del gozo y de la paz.