Tradición de "rasguñaos" revive en Colombia con fiesta dulce en Semana Santa

Actualidad
Tamaño Letra
  • Smaller Small Medium Big Bigger


Barranquilla (Colombia), 18 abr (EFE).- El Festival del Dulce llena durante estos días las calles de la caribeña Barranquilla, en el norte de Colombia, donde cada Semana Santa centenares de personas venden a turistas y locales sus golosinas de frutas, granos o cereales con lo que reviven la tradición de los "rasguñaos".

En varios lugares de la ciudad los postres son vendidos por mujeres que tienen en esta actividad un medio de sustento y, de paso, continúan una tradición casi perdida que tenían las familias de intercambiar dulces caseros en los días de recogimiento espiritual de la Semana Santa.

"Para Semana Santa, las mujeres, especialmente las abuelas, tenían que dejar listos desde el miércoles en la noche todos los dulces porque Jueves y Viernes Santo solamente eran para ir a misa o a las procesiones", rememoró a Efe Alberto Escorcia, quien a sus 83 años narra los episodios de su infancia.

Tras la jornada de creación gastronómica, en las calles de Barranquilla se pueden ver mesas rebosantes de golosinas hechas de frutas como mango, piña o papaya; de granos como fríjoles o garbanzos, o elaboradas con leche de vaca y de cabra.

Otros guardianes de la cocina tradicional local prefieren usar ingredientes como arroz, maíz o ajonjolí, e incluso algunos más exóticos optan por tubérculos como yuca, ñame o papa para deleitar paladares.

Escorcia explica que el nombre de "rasguñaos" se les dio porque después de que se cocinaban los dulces alguien de las familias siempre raspaba de las ollas los restos pegados en el fondo, que para él significa "saborear lo más sabroso de los dulces".

No obstante, el gestor e investigador cultural Moisés Pineda señala que el origen de los "rasguñaos" pueden venir de la festividad judía del Sukkot, en la que se intercambian comidas entre familias.

El sociólogo Edimer Latorre, especialista en interculturalidad, opina por su parte que el origen de la tradición barranquillera de los dulces en Semana Santa se encuentra en las tribus precolombinas.

"Cuando dos indígenas se encuentran lo primero que hacen es intercambiar hojas de coca y es una forma de decirse que hay una conexión con el mundo natural", explicó Latorre a Efe.

El experto precisa que esta tradición se fundió con las de los esclavos negros, quienes en medio de las difíciles condiciones de vida intercambiaban alimentos, especialmente frutas con las que hacían dulces.

Con el paso del tiempo lo que era la tradición familiar de compartir los "rasguñaos" se fue perdiendo, pero en los últimos años este placer gastronómico ha revivido con el festival del dulce.

Al respecto, el director del Museo de Antropología de la Universidad del Atlántico, Álvaro Martes, dice que el reemplazo de la tradición de los "rasguñaos" por el Festival del Dulce está vinculado al cambio en la manera como la gente vive la Semana Santa, que ya no genera el fervor de antes y para muchos es un periodo de vacaciones.

"Hay un nuevo enfoque relacionado con el consumo turístico e incluso desde el mismo aspecto de la cocina porque los niños no tienen el mismo interés en la preparación de los dulces si es mucho más fácil que se compren en los diferentes sitios de la ciudad", dijo Martes a Efe.

Entre las mujeres que buscan preservar la tradición está Antonia Casiani, quien con 25 años ha dedicado más de la mitad de su vida a preparar estos dulces en la Semana Mayor y otras fechas especiales.

"Nosotras estamos en este negocio desde un mes antes de la Semana Santa y así como hay días buenos hay otros en los que no nos va tan bien", explica Casiani, quien detalla que puede vender entre 400.000 y 600.000 pesos (entre 126 y 190 dólares) en el céntrico parque Suri Salcedo, de Barranquilla.

La tradición de los "rasguñaos" ha trascendido de las manos de abuelas y jóvenes colombianas, quienes enseñan sus técnicas a algunas venezolanas que han llegado a Colombia para escapar de la crisis que vive su país desde hace años.

Geraldine Mendoza es una de ellas; la venezolana, que resalta en medio de las demás vendedoras por su cabello rubio, ojos color miel y piel clara, cuenta que llegó de Maracaibo y en Barranquilla aprendió a cocinar las golosinas como una forma de sustento para su familia.

"Estoy aprendiendo a hacer dulces. Esto es bueno, pero termina el domingo y ya no sé para donde me voy", concluye Mendoza. EFE




Más Noticias de esta sección

Publicidad