Nuestra vocación: la felicidad

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La felicidad es un deseo natural en el hombre. Si bien este deseo es de origen divino, es decir, Dios lo ha puesto en su corazón a fin de atraerlo a Él, esa es nuestra vocación.

Por: Padre Mario Rafael González García

Dice San Agustín: "Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices, en el género humano no hay nadie que no de su asentimiento a esta proposición incluso antes de que sea plenamente enunciado".

Hoy el evangelio nos habla precisamente de esa vocación, de nuestra vocación a la felicidad, en un discurso que es conocido como el discurso de las bienaventuranzas.

Las bienaventuranzas, dice el catecismo de la Iglesia Católica, descubren la meta de la existencia humana, el fin último de todo lo que hacemos. Dios nos llama a su propia bienaventuranza.

Por medio del discurso de las bienaventuranzas Jesús nos enseña que la verdadera dicha no reside ni la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes ni en ninguna criatura, sino sólo en Dios fuente de todo bien y de todo amor.

¿Dónde busca el hombre de nuestros tiempos la felicidad?

Lo primero que debemos considerar es que felicidad plena en este mundo no hay, que podemos gozar en algunos momentos como de destellos de la felicidad que será después la felicidad eterna, podemos estar ciertos que el gozo en esta vida y con las cosas de este mundo nunca será pleno. Muchos la buscan en el dinero y en los bienes materiales, pero la avaricia les asfixia y nunca les sacia; otros la buscan en los placeres sensuales, pero resulta que la lujuria les hace torpes y egoístas; otros la buscan en el poder, pero la soberbia les hace violentos y arrogantes.

Jesús con su cruz, que es la nuestra, es el único capaz de saciar nuestro corazón y de darnos la verdadera felicidad.

La bienaventurada, la verdaderamente feliz es la Santísima Virgen María. Que Ella nos ayude a asumir en nuestro corazón el mensaje salvación de Cristo, el mensaje de la verdadera felicidad y que Ella nos ayude a descubrir el camino y la meta que es su Hijo, el Hijo de Dios, para lograr la felicidad sin fin.